POESIA  



Inmarcesible

 





TE AMO

El único defecto
en la mujer!

Padre Nuestro

Calaveras y Diablitos

Un año más sus pasos apresura...

MADRE TIERRA



PETICIONES

 
PADRE NUESTRO
04 de septiembre de 2019



Joaquín Guzmán Loera “El Chapo”, preso a cadena perpetua en EEUU, pidió
que su fortuna se distribuya en comunidades indígenas mexicanas.




En una carta a una conductora de Milenio, Zhenli Ye Go, preso en El Altiplano,  
 acusa a la PGR de desaparecer 70 MDP, lingotes de oro y obras de arte

 

La actriz Verónica Castro asegura que no es lesbiana y niega haberse
casado con Yolanda Andrade, quien insinuó que ella podría ser su esposa.

 


 

Padre nuestro que estás en el cielo 
Lleno de toda clase de problemas 
Con el ceño fruncido
Como si fueras un hombre vulgar y corriente 
No pienses más en nosotros.

Comprendemos que sufres
Porque no puedes arreglar las cosas.

Sabemos que el Demonio no te deja tranquilo 
Desconstruyendo lo que tú construyes.

El se ríe de ti
Pero nosotros lloramos contigo: 

No te preocupes de sus risas diabólicas.

Padre nuestro que estás donde estás
Rodeado de ángeles desleales

Sinceramente: no sufras más por nosotros

Tienes que darte cuenta
De que los dioses no son infalibles
Y que nosotros perdonamos todo. 

Nicanor Parra

 


 

Nicanor Parra, que consagró su vida a luchar contra la pomposidad de los números redondos, murió el 23 de enero de 2018, a los 103 años, 80  después de que le declarara “la guerra a la metáfora”. Nació un 5 de septiembre de 1914

Físico experto en teoría de la relatividad y en cosmología, formado durante los años 40 en las universidades de Brown y de Oxford, fue desde muy joven señalado por Gabriela Mistral como el futuro gran poeta de Chile. Y por los lectores como el gran antagonista de Pablo Neruda.

Sobre todo desde la publicación de Poemas y antipoemas en 1954. Un libro que es parteaguas o sismo, que abunda en la grieta ontológica que habían abierto Auschwitz, Hiroshima y el Gulag. Un libro que, desde un rincón del Cono Sur, y al mismo tiempo que —en un sentido muy distinto, pero extrañamente complementario— también lo hacía la obra de Paul Celan, rebatió la sentencia de Theodor Adorno y logró que la poesía siguiera siendo pertinente después de los campos de concentración. Tal vez más pertinente que nunca, porque su vocación es precisamente tender puentes sobre las grietas y nunca estuvo nuestra realidad tan agrietada como desde entonces.

Si la mejor poesía de Neruda es la vanguardista, la que narró con vértigo metafórico en Residencia en la tierra (1925-1935) la angustia furiosa del yo en una fragmentaria vuelta al mundo; la mejor poesía de Parra es toda, porque consiguió que la fuerza de Trilce no muriera en París tras el aguacero, sino que atravesara la segunda mitad del siglo XX y llegara hasta nosotros, a orillas del XXI.

Convirtió su vida en gesto vanguardista, en revuelta permanente, expandiendo la vanguardia hasta convertirla en una dimensión más de la poesía y de la literatura y de la cultura. En sus libros y en su arte siguieron vibrando el collage o el dadaísmo de la época de entreguerras; y encontró espacio el latido beatnik (el editor, poeta y librero Lawrence Ferlinghetti publicó Antipoems en City Lights); y el activismo comunista o ecologista supo convivir con la risa, la burla, la ironía y la deconstrucción; y la resistencia al terror de Augusto Pinochet se expresó a través de fórmulas retrospectivas (recuperando la lógica de Quebrantahuesos) o pessoana (con el heterónimo del Cristo de Elqui).

“Me pronuncio por la plegaria mental/ soy enemigo de la plegaria verbal/ a pesar de no tener velas en ese entierro/ puesto que soy un librepensador”, dice con esa voz en el poema XVIII de Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1977). Y en el XXIV: “El general Ibáñez me perdone/ en Chile no se respetan los derechos humanos/ aquí no existe libertad de prensa/ aquí mandan los multimillonarios”.

No dejó títere con cabeza ni institución sin bomba con el reloj activado en cuenta atrás. Desde la Literatura, la Patria y la Iglesia, hasta la Academia Sueca y las viudas literarias (“Lo que yo necesito urgentemente/ es una María Kodama/ que se haga cargo de la biblioteca/ alguien que quiera fotografiarse conmigo/ para pasar a la posteridad”), pasando sobre sí mismo, sobre su propia poesía. (“¿Qué es antipoeta?”, se pregunta en el primer verso de “Test”, y concluye: “Marque con una cruz/ la definición que considere correcta”). Sobre su propia tumba.

Nicanor Parra sobrevivió a muchos de sus hijos heterodoxos, geniales, felizmente desviados, como Pedro Lemebel o Roberto Bolaño. En estos momentos, en Poesía Brossa, la exposición que el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona dedica al gran poeta conceptual catalán —que en 1992 compartió una muestra en Valencia con el chileno— se pueden ver muchos de sus últimos antipoemas, como el que rinde homenaje al autor de Los detectives salvajes uniendo en un único cuadro la doble página de una revista con fotografías del novelista y el titular “Adiós, Bolaño”, y una cita de Hamlet manuscrita por el propio Parra: Good night, sweet prince.

Pero mi sensación es que su herencia no solo pervive en sus herederos directos (como Raúl Zurita o Enrique Lihn), sino que ha empapado la cultura chilena y se ha filtrado en las raíces y en los laboratorios y en las facultades de letras y en las noches putrefactas. Que ya no es posible pensar en Chile sin la influencia del viejo Parra.