Nuevo
Poder |
31/10/2006 |
Por
JOSÉ MANUEL NAVA*
*
Fox a salvo, Oaxaca quien sabe; la
interrogante
central ¿y ahora qué?
* Ulises debe irse; la intervención federal
no
soluciona el problema político
La toma del centro histórico de Oaxaca fue un éxito.
¿Para quién? Fox quedó a salvo. Oaxaca,
quien sabe. Fox compró el tiempo necesario para salir
en un mes sin que nadie pueda reprocharle no haber hecho
nada por solucionar la crisis y ya.
El operativo, aunque necesario y urgente, abre más
interrogantes que proporciona respuestas. ¿Por qué
se esperó tantísimo tiempo, casi seis meses,
para ejecutarlo? El costo fue elevadísimo en primer
lugar en términos de vidas humanas. También
en términos económicos, casi cinco mil millones
de pesos que jamás serán recuperados por los
empresarios de la ciudad.
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Pero,
bueno, ellos son los que menos compasión pueden despertar
en el asunto. Un millón 300,000 mil niños sin
escuela y ahora a meterles conocimientos con tirabuzón.
También el trauma de un pueblo entero que se vio secuestrado
por un grupo de radicales dispuesto a tirar a todo precio
al gobernador del estado, Ulises Ruiz Ortiz, también
él dispuesto a permanecer en el poder a cualquier precio.
La pregunta central hoy es ¿y ahora, qué? La
entrada de las fuerzas federales ni de cerca pone fin a la
problemática política de Oaxaca. El gobernador
Ulises Ruiz está feliz con la entrada de la PFP a rescatarlo
sin duda a él mismo, pero la verdad es que el problema
de fondo continúa latente y no podrá resolverse
mientras Ulises se aferre a gobernar -¿a gobernar?-,
en las condiciones actuales. Las fuerzas federales, entre
las cuales se encuentran más de 2,500 efectivos de
infantería del Ejército Mexicano y paracaidistas
de la Fuerza Aérea Mexicana, todos vestidos de gris,
por supuesto, no se mantendrán en Oaxaca de manera
indefinida, para garantizar que Ulises concluya su mandato.
No es su papel y muchísimo menos su obligación.
La entrada de la PFP es una medida temporal y de emergencia
extrema, una medida que debió haber sido ejecutada
hace ya mucho y que, aplicada a tiempo, le hubiera ahorrado
a Oaxaca y al país otro período traumático
después del conflicto postelectoral, sin mencionar
las vidas humanas trágicamente perdidas por la indecisión
y miedo del gobierno. Pero, en fin, el hubiera realmente no
existe. Si los elefantes hubieran nacido con alas, volarían,
pero no, no tienen y no pueden volar.
Ulises Ruiz Ortiz debe de abandonar la gubernatura de Oaxaca.
Debe pedir licencia o, de plano, renunciar. Ya no solo por
su dignidad humana, sino por el bien de su estado al que dice
amar. No cabe duda al observador menos avezado que Ulises
cometió en muy corto tiempo una serie de errores e
incurrió en actitudes autoritarias que lo convirtieron
en un gobernante extremadamente impopular. Para empezar, con
el pretexto de una huelga hechiza, desalojó violentamente
las instalaciones del Diario Noticias por su posición
crítica contra su gobierno, le retiró publicidad
gubernamental y en tan solo siete meses, otro diario, este
propiedad de la familia de su ex vocero, el diputado federal
Héctor Pablo Ramírez Puga, emergió de
la quiebra y no solo eso, estrenó edificio y rotativa
nueva, todo a cargo del erario oaxaquense vía jugosos
contratos de publicidad. Ahí empezó la creación
de una serie de enemigos políticos y una cascada de
errores que derivó en lo que ya todos vimos.
Pero Ulises dice que no, que no se va y que le hagan como
quieran. Afirma que no son más de 3,000 los haraganes
que quieren su salida y que definitivamente él seguirá
desahogando sus responsabilidades como gobernador constitucional.
¿Son realmente tres mil revoltosos los que pusieron
a Oaxaca al borde de la guerra civil, o más bien en
guerra civil? El problema es mucho más grave que ese
y si Ulises realmente quiere a Oaxaca, debe de irse.
*
Editorialista de la Organización Editorial Mexicana.
(Este editorial se publica en todos los diarios de la OEM
en la República Mexicana)
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26/10/2006 |
Nuevo
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|
Por
José Manuel Nava*
*
Dominará migración como nunca
las
relaciones con Estados Unidos
* Calderón tiene la oportunidad de
tratar
la enfermedad, no el síntoma
Aunque en teoría no llegara a edificarse, la decisión
misma de levantar un muro en la frontera con México
demuestra la barbarie del régimen instalado en el poder
en Estados Unidos. Esa barbarie ha quedado bien documentada
ya. Efectivamente, en Estados Unidos domina un gobierno de
bárbaros que todo lo quiere resolver por la fuerza
bruta, por la imposición a rajatabla de su voluntad.
Sin embargo, la barbarie del gobierno de George W. Bush no
debe de ser consuelo o pretexto para evadir nuestra responsabilidad
en la inhabilidad e incluso irresponsabilidad para confrontar
con seriedad el problema de la migración de mexicanos
hacia el norte de la frontera. Que sean unos bárbaros
en Washington, es su problema. Más temprano que tarde,
con un gobierno civilizado, reconocerán su error y
tal vez, solo tal vez, ese muro de vergüenza no será
levantado.
Lo que es urgente de este lado de la frontera es no solo reconocer
nuestro error sino hacer algo efectivo para solucionarlo.
Tratar la enfermedad, no sus síntomas. Desde tiempos
inmemoriales se ha hablado de la necesidad de generar en México
los empleos necesarios para retener aquí a su gente;
sin embargo, las décadas pasan y nada se ha logrado
hacer al respecto. No solo no se ha logrado nada, sino que
la situación empeora en la medida en que más
mexicanos arriesgan todo, incluso la vida, por cruzar la frontera
en busca de un trabajo aún discriminados.
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Una
nación no puede sufrir tragedia más grande,
más lacerante, que la pérdida de su gente.
México ha sufrido esa tragedia durante decenios sin
que ningún gobierno, incluido este que tanto se ha
preocupado por la suerte de los mexicanos en el exterior,
haya hecho algo real para garantizar el bienestar de los
mexicanos menos afortunados dentro, no fuera, de México.
No se le puede reprochar al Presidente Fox que se preocupe
por que los migrantes mexicanos en Estados Unidos sean tratados
dignamente y sus derechos humanos sean respetados. Pero
sí se le puede reprochar, y con toda razón,
que haya hecho tan poco, si es que hizo algo, por promover
aquí las condiciones necesarias para que esos mexicanos
no abandonen su tierra cada vez en mayores números.
Sí se le puede reprochar al “gobierno del cambio”
que haya hecho todo para que todo siguiera igual. O peor.
Tenemos ante nosotros un inminente cambio de gobierno y
con él, la oportunidad de lanzar proyectos de verdadero
desarrollo regional, particularmente en los estados de mayor
expulsión de mexicanos hacia Estados Unidos. Felipe
Calderón ya recibió muy clara la señal
de Estados Unidos sobre la obvia decadencia de la relación
bilateral y esa decadencia se debe no en poca medida al
agravamiento de la problemática migratoria. El énfasis
de la política mexicana con Estados Unidos en este
renglón claramente debe de ser trasladado de la insistencia
de un acuerdo de legalización de inmigrantes indocumentados
a la instrumentación de acuerdos que permitan en
México arraigar a la gente.
No está de más repetirlo. La solución
al problema migratorio no está ni en la Casa Blanca
ni en el Congreso en Washington. La solución está
aquí y de nada servirá un acuerdo de legalización
–de por sí política y económicamente
imposible como lo hemos constatado-, si en México
se perpetúan las condiciones que alientan la expulsión
de su propia gente. Al ritmo de 350,000 inmigrantes indocumentados
por año, el tamaño de una ciudad media tanto
aquí como allá, en unos cuantos años
volveríamos a encontrarnos en la misma situación.
Calderón tiene la oportunidad de retomar este asunto
que sin duda dominará las relaciones con nuestro
vecino. Ojalá lo aborde desde la perspectiva correcta.
*
Editorialista de la Organización Editorial Mexicana.
(Este editorial se publica en todos los diarios de la OEM
en la República Mexicana)
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25/10/2006 |
Por
JOSÉ MANUEL NAVA*
*
Error político histórico, la cancelación
del
desfile deportivo del 20 de noviembre
* Miedo, miedo y miedo atormentan a este
gobierno;
pero ¿miedo a qué?
Vicente
Fox, el bufón de Los Pinos, cerrará con broche
de oro su sexenio. La cancelación del desfile del
20 de noviembre, conmemorativo del inicio de la gesta revolucionaria,
es el último de una cadena de errores, de traspiés,
de burradas, para hablar en su lenguaje, que es extremadamente
difícil de comprender, de no ser por el miedo recurrente,
ya patológico, a hacer frente a la realidad del país
que deja tras seis años de desgobierno.
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Para
evadir la “toma de posesión” del patético
“presidente legítimo”, Fox se refugiará
en la residencia oficial de Los Pinos, en la explanada de
Francisco I. Madero. Ahí, protegido por el anonimato,
encabezará una ceremonia y pronunciará un discurso
“que se apegue a una cultura propia de los ciudadanos,
en sintonía con la pluralidad que se vive en una democracia”,
según dijo el cómico portavoz de Los Pinos,
Rubén Aguilar Valenzuela. Un pensamiento demasiado
elevado, lo reconozco, para este pequeño cerebro. Me
esforzaré por comprenderlo. Invocaré a la iluminación
divina para ver si se me hace el milagro.
Aquí,
en la realidad del pensamiento terrícola, el problema
es que Fox se consolida, a tan solo unas cuantas semanas de
que deje el poder que nunca ejerció, como el personaje
más patético de la historia moderna de México.
No es fácil decirlo y menos reconocer que México
tiene a un cobarde como Presidente de la República.
La
decisión del Presidente Fox es indignante por múltiples
motivos. En primerísimo lugar porque rompe con una
tradición tan importante como el propio desfile militar
del 16 de septiembre. Pero más allá de eso,
pretender que la cancelación del desfile nada tiene
que ver con la pretendida “toma de posesión”
de López Obrador es un insulto a la inteligencia de
los mexicanos.
Aún
más, esa decisión no podrá sino ensoberbecer
aún más a un autoproclamado emperador de México,
emperador de pacotilla. Fox no puede ser más torpe
y si como lo dijo Rubén Aguilar Valenzuela, es presidente
electo estuvo de acuerdo con esta decisión, tampoco
puede ser más torpe el propio Felipe Calderón
al apoyar una decisión de esta naturaleza. La decisión
de Fox debilita inevitablemente al gobierno entrante, que
de por sí tomará posesión en condiciones
de vulnerabilidad extrema. ¿En donde tienen la cabeza
estas personas? O más sencillamente, ¿tienen
cabeza?
A
lo que todo esto huele es a miedo, miedo, miedo, terror. Pero
¿miedo a qué? Sus acciones no pueden apuntar
hacia otra dirección que no sea al miedo a que se les
caiga el tinglado en el último momento, ¿Cómo
es posible que el presidente de la República, se arredre
ante un payaso usurpador? Que Valenzuela nos diga que la decisión
nada tiene que ver con la toma de posesión del autoproclamado
emperador es un verdadero insulto a la inteligencia de los
mexicanos. Ese personaje nos trató de convencer: “hemos
recogido (el desgaste de la tradición del desfile)…
y lo estamos constituyendo en nuevo tipo de celebración,
mucho más cívica con una reflexión política
de ese hecho histórico fundamental”. ¡Ufff!
De nuevo, muy profundo para esta pobre cabecita.
Si
algo nos puede confortar es que esta decisión nada
tiene que ver, en realidad, con un desaire a la Revolución
Mexicana. Esos personajes que habitan y laboran el Los Pinos
son demasiado ignorantes como para saber lo que fue la Revolución
y lo que es para el México de hoy. Lo prueba el hecho
de que habrán mochado a nuestra Águila, pero
nunca se dieron cuenta de que todos sus documentos de gobierno
llevaban al calce un lema de gobierno, no una frase consagrada
por ley, sino el lema del régimen contra el que combatieron.
“Sufragio Efectivo, no Reelección”.
*
Editorialista de la Organización Editorial Mexicana.
(Este editorial se publica en todos los diarios de la OEM
en la República Mexicana)
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23/10/2006 |
Nuevo
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|
Por
José Manuel Nava*
*
En septiembre de 2001 Fox visitó Washington
ya
como presidente en funciones
* Entonces surge el primer traspié que llevaría
al
derrumbe de la relación bilateral
Por un error cronológico, ayer en este espacio ubiqué
la visita de Vicente Fox a Washington en septiembre de 2001
en el contexto de Presidente Electo. Ficción. Disculpas
a nuestros lectores y a la Organización Editorial Mexicana.
En realidad, esa visita fue enmarcada con la primera Cena
de Estado que ofrecía el Presidente Bush ya instalado
en la Casa Blanca. Honor reservado para el Presidente de México
y la señora Sahagún de Fox como símbolo
de esa nueva era que supuestamente emergía en las relaciones
México-Estados Unidos.
|
Este
error me da pié, sin embargo, para repasar un incidente
enterrado en la historia de los múltiples errores
que llevaron en última instancia a predisponer a
la administración estadunidense en contra del gobierno
del presidente Fox y a descubrir la falta de talento, de
pericia diplomática que habría tan hábilmente
de utilizar Bush para usar a México como peón
de sus designios de política global.
Había pasado ya la gran celebración en la
Casa Blanca y fue precisamente el siete de septiembre de
2001 cuando el presidente Fox fue recibido en sesión
solemne por el Consejo Permanente de la Organización
de los Estados Americanos. Fox entró a la bella casona
que alberga a la OEA en la calle 17.
A insistencia de su entonces canciller, el cretino y nefasto
Jorge Castañeda, Fox llevaba bajo el brazo un anuncio
que dejaría estupefactos a los representantes permanentes
del continente. En lo que fue su primer anuncio mayor de
política exterior y, muy poco después, su
primer gran fiasco, México, anunció Fox, se
retiraba del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca,
TIAR. Un documento firmado en plena Guerra Fría,
el también llamado Tratado de Río había
caído en la obsolescencia. México ya no tenía
nada que hacer en ese pacto que solo había sido invocado
en una ocasión, sin efecto alguno, a favor de Argentina
durante la Guerra de las Malvinas a principios de la década
de los 80.
El anuncio de Fox dejó desconcertados hasta a los
propios estadunidenses que aseguraban haber sido consultados
con anterioridad por los mexicanos sobre este tema, cuando
en realidad no lo fueron. Pero las circunstancias dieron
un giro dramático a tan solo cinco días de
ese anuncio, en la OEA. El 11 de septiembre los atentados
en Nueva York y Washington cambiaron todo y en la Organización
de Estados Americanos se citó a reunión de
emergencia en la que se invocó precisamente el TIAR.
La solidaridad continental fue expresada sin reservas hacia
los Estados Unidos de América. No podía ser
de otra manera.
Los planes de Castañeda de retirar a México
del Tratado de Río –inexplicables hasta el
momento-, fueron archivados, como lo demandaban las circunstancias.
Pero a la percibida frialdad, incluso indiferencia de México
a los atentados del 11-S, que no sirvió para despertarnos
simpatías en Washington y entre el pueblo estadunidense,
se produjo meses después un evento tan profundamente
estúpido, tan inconcebiblemente insensible que es
prácticamente imposible que se le ocurriera a un
hombre medianamente inteligente.
Precisamente el siete de septiembre de 2003, exactamente
un año después del anuncio de Fox en Washington
y a escasos cuatro días del primer aniversario luctuoso
de los atentados del 11 de septiembre, el brillante canciller
Jorge Castañeda revive, gratuitamente, sin motivo
alguno más que el de la estupidez, el tema del retiro
de México del TIAR. En Washington el anuncio mexicano
es tomado como un insulto, como una bofetada a una nación
amiga en pleno duelo nacional. Ahí, gracias a Castañeda,
se derrumbaron las relaciones y de ahí no se han
podido levantar.
*
Editorialista de la Organización Editorial Mexicana.
(Este editorial se publica en todos los diarios de la OEM
en la República Mexicana)
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Poder |
19/10/2006 |
Por
JOSÉ MANUEL NAVA*
*
Ayer se recordó no solo la muerte de Calles
y
Cárdenas, sino la agonía del PRI
* El partido “está partido”; por dignidad,
Palacios
A.
debe renunciar: Everardo
A nivel individual o institucional, olvidar los orígenes,
las raíces propias es una grave omisión, pero
hacerse el olvidadizo por motivos políticos o para
evadir la crítica de pares es imperdonable, particularmente
cuando se “olvida” recordar la memoria de quien
le dio a uno vida biológica o institucional. Eso fue
precisamente lo que sucedió ayer en el PRI, cuando
el presidente nacional del partido, Mariano Palacios Alcocer
y el resto de la dirigencia partidista, desairaron la conmemoración
del LXI aniversario luctuoso de Plutarco Elías Calles
y el XXXVI de Lázaro Cárdenas. Dos hombres que
siendo enemigos acérrimos en vida permanecerán
eternamente unidos en la muerte al haber fallecido el mismo
día aunque décadas aparte.
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Para
el puñado de militantes priístas que asistieron
a la desolada explanada de su partido en la Avenida Insurgentes,
ayer fue doblemente triste. No solo se recordó la
muerte de dos de los más grandes políticos
de la historia de México, sino también la
clara agonía del que fuera el partido dominante de
este país.
Más deprimidos que desconcertados, se preguntaban
qué sucedía. Por qué no había
templete, por qué no había una sola silla,
por qué no había sistema de sonido. A juzgar
por el aspecto del complejo de edificios que hasta no hace
mucho era el símbolo del poder absoluto, ahí
no pasaba nada, no se conmemoraba nada. La sede nacional
del PRI tenía el inquietante aspecto de un camposanto,
dominado solo por las estatuas de Calles, de Juárez
y de Cárdenas.
Entre los cuantos priístas que asistieron destacaba
Everardo Moreno Cruz, aquel que osó desafiar la decisión
absolutista de Roberto Madrazo Pintado de ser él,
a costa de lo que fuera y nadie más que él,
el candidato presidencial del Revolucionario Institucional.
Everardo Moreno fue acusado de traidor y de todo lo que
puede ser acusado un político que se rebela cuando
considera que los principios fundamentales de su partido
han sido vulnerados. Los desastrosos y previsibles resultados
de la campaña de Madrazo, que solo pudo conquistar
para su partido siete de los 300 distritos electorales del
país, dan a Everardo Moreno la razón histórica.
¿Fue –o es- Everardo Moreno un traidor o el
rebelde que desesperadamente necesita el PRI para cimbrarlo
y sacarlo del estado de coma en que se encuentra?
Everardo Moreno estaba que trinaba ayer por lo que consideró
un grosero desaire del liderazgo del partido a su fundador
y al general Cárdenas. “Mi partido está
partido”, se lamentaba el ex aspirante a la candidatura
presidencial. Pero el desaire tenía otro agravante.
La conspicua ausencia de Palacios Alcocer y del resto de
la cúpula fue decidida para evadir la crítica
que era obvio esperar de parte de Everardo Moreno y porque
se esperaba que este último lo confrontara y le exigiera
en público renunciar a la dirigencia del partido.
Moreno o cualquier priísta que se precie de serlo
no le puede exigir menos al presidente de su partido luego
del bodrio de julio y de los tan profundas fracturas que
ha sufrido el tricolor con la imposición a sangre
y fuego de Madrazo como candidato y luego con la llegada
de Palacios Alcocer como relevo, escogido por el propio
Madrazo en la más pura tradición dedista del
PRI.
“¡Esta dirigencia no dirige nada!”, explotó
Moreno ante los reporteros que asistieron a cubrir el evento
que no fue. “Pasamos por la peor época de nuestro
partido desde 1929”, expresó al pié
del fundador del Revolucionario. “No es posible permitir
que el partido sea manejado como el patrimonio de unos cuantos…
por dignidad, el mejor homenaje para Calles y para Cárdenas
es que renuncie Mariano Palacios”.
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Editorialista de la Organización Editorial Mexicana.
(Este editorial se publica en todos los diarios de la OEM
en la República Mexicana)
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18/10/2006 |
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Por
José Manuel Nava*
*
En Oaxaca, los poderes desaparecieron
de
facto hace ya buen tiempo
* No debe confundirse la eficiencia política
con
el autoritarismo dictatorial
Si algo ha quedado claro en la crisis oaxaqueña es
que nadie sabe o quiere hacer algo al respecto. En el Senado,
se rechazó el dictamen del presidente de la Comisión
de Gobernación, el priísta Jesús Murillo
Karam, que no encontraba razones para desaparecer los poderes
en esa entidad. |
Cabe
preguntarse ¿cuáles poderes? En Oaxaca hace
tiempo que estos ya no existen de facto. El gobierno federal
continúa con su altamente irresponsable actitud de
solo dejar correr el tiempo y simplemente desafanarse del
problema para que sea Felipe Calderón el que tenga
que preocuparse. Por lo que toca al gobierno estatal, Ulises
Ruiz Ortiz, punto neurálgico él mismo del
problema, se hace el desentendido.
Pero ¿qué hay detrás de toda esta extraña
inacción, indiferencia de los poderes federales ante
un problema tan grave como el de Oaxaca? ¿Por qué
se le deja simplemente ir a la deriva? La presidencia de
la República, a través de su humorístico
vocero Rubén Aguilar Valenzuela, llegó ayer
a extremos insospechados de cinismo al declarar que el presidente
de la República, notorio por su incapacidad para
resolver y solo acumular crisis y problemas, está
“orgulloso” por haber resuelto todos los conflictos
de manera pacífica y con las reglas propias de la
democracia.
Habría que preguntarle al doctor Valenzuela qué
problemas ha resuelto esta administración o si es
la pasividad y la abdicación de la principal responsabilidad
gubernamental, la de garantizar la seguridad y la tranquilidad
de la nación, una forma responsable de actuar escondiéndose
detrás del parapeto de la “democracia”.
Para el vocero presidencial, México ha dejado atrás
el “autoritarismo de antaño” que solucionaba
conflictos “seguramente con mayor rapidez y violando
precisamente el carácter democrático de una
sociedad que no era democrática”. Para empezar,
habría que corregir al doctor Valenzuela en cuanto
a que no se trataba de una “sociedad que no era democrática”,
sino de gobiernos que no lo eran.
Esos gobiernos que no eran democráticos sí
eran muy eficientes para resolver crisis políticas
como la que vive Oaxaca. ¿Por qué tenemos
los mexicanos que sacrificar eficiencia por democracia?
Lo que requerimos, lo que exigimos los mexicanos es un gobierno
democrático y eficiente. No debe de confundirse la
eficiencia y el talento con el autoritarismo. Nada tiene
que ver una cosa con la otra a menos de que, como en el
caso de la actual administración, se trate de justificar
su irresponsable y muy costosa ineficiencia política.
El Estado democrático está investido de poderes
y de autoridad que deben de ser usados de manera responsable
cuando las circunstancias lo demandan. A lo largo de su
administración, el Presidente Fox ha sido omiso en
el ejercicio de la autoridad y de los poderes que constitucionalmente
le corresponden para solucionar crisis que solo ha barrido
bajo el tapete para que a otro le exploten. Su conclusión
obvia es para qué ejercerlos a estas alturas cuando
le quedan escasamente seis semanas de vida a la administración.
Si bien para algunos pueda resultar comprensible que esta
administración no quiera mancharse posiblemente con
sangre en el conflicto oaxaqueño, la realidad es
que su actitud es gravemente inepta, como también
lo es sin duda la del presidente electo, Felipe Calderón,
al no exigir, públicamente si fuese necesario, que
se le entregue un país razonablemente gobernable,
si es que en la condiciones en las que estamos pueda aspirarse
a tal cosa. Por ahora, todos los actores políticos
parecen estar solo interesados en una cosa: ganar tiempo
aunque a final de cuentas quien pierda sea la nación.
*
Editorialista de la Organización Editorial Mexicana.
(Este editorial se publica en todos los diarios de la OEM
en la República Mexicana)
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17/10/2006 |
Por
JOSÉ MANUEL NAVA*
*
En Tabasco, como en adelante para el PRD
López
Obrador será el “beso de la muerte”
* Cometió AMLO fatal error: asumir que sus
tácticas
redituarían nuevas ganancias
Como dice la canción, “que cosas tiene la vida,
Mariana…” En Tabasco vemos el derrumbe del autoproclamado
emperador de México. Emperador de pacotilla. Paradójicamente,
por los mismos diez puntos con los que aseguraba conquistaría
la Presidencia de la República. Esa estadística
es, hoy, su derrota. López puso en la línea
todo su capital político para llevar a la gubernatura
a César Raúl Ojeda, ínfimo capital político
con que cuenta hoy el ex candidato presidencial.
No cabe duda de que AMLO fue para Ojeda y para el PRD de ese
estado el “beso de la muerte” y lo seguirá
siendo en cualquier parte del país mientras desenmascarado
ante la sociedad mexicana como un agitador profesional, no
un político, lo placéen como el adalid de la
democracia. Hay que tomar un fuerte antiácido para
resistir una broma tan difícil de digerir. Para el
bien de todos, López Obrador nació, y murió,
en Tabasco.
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Ojala
impugnen el triunfo del priísta Andrés Garnier,
ojala se planten en el centro de Villahermosa, ojala llamen
a la violencia eufemísticamente llamada “resistencia
civil”. Eso no hará más que degradad
aún más a López y a su partido ante
los mexicanos.
Con un poco de inteligencia, López Obrador habría
podido capitalizar para sus aspiraciones personales, hoy
hecha pedazos, y a favor de su partido el fabuloso capital
político que acumuló siendo lo que es, no
político, sino agitador profesional rodeado de agitadores
profesionales. López reconoció desde hace
muchos años que la manipulación y explotación
de lo pobres; que la manipulación y explotación
de los pueblos indígenas y de sus necesidades ancestrales
eran como peldaños de oro que le ayudarían
a escalar, a él en lo personal, hacia las grandes
alturas de la política nacional. Y durante mucho,
esa estrategia le funcionó, pero le ganó la
soberbia y el autoritarismo que siempre lo ha caracterizado.
La verdad es que la derrota en Tabasco no puede sino anunciar
su muerte como agitador y, consecuentemente, lo que fue
su crecimiento como una figura determinante en el PRD y
en la política nacional. Es inimaginable que un político
medianamente inteligente haya sido tan astronómicamente
torpe como para derrochar sin ton ni son sus enormes riquezas
políticas hasta quedarse en la ruina.
López cometió un fatal error de cálculo.
Partió de la premisa de que si las agitaciones que
le valieron salir de Tabasco tras cometer delitos como la
toma de pozos petroleros, si le permitieron obtener la candidatura
del GDF sin cumplir los requisitos de residencia; si le
permitieron salir impune por haber violado la ley en el
predio El Encino y hacer incluso replegarse al Presidente
de la República en el juicio de desafuero, esta vez
no tendría por qué ser diferente.
Y recurrió a su vieja táctica, pero en esta
ocasión a una escala sin precedentes que todos conocemos,
pero que nunca olvidaremos: la violación del corazón
político de la capital nacional, y por lo tanto del
corazón del país; la violación de las
leyes pretendiendo defenderlas y agravios a todas nuestras
instituciones, incluyendo al Ejército Mexicano comparándolo
como “los soldados de los otros” como si el
Ejército fuera de un partido o de un gobierno. Y
por si fuera poco cometió el galimatías propio
del más ignorante de los ignorantes de “mandar
al diablo” a todas las instituciones, pero apoyándose
en la Constitución, la base misma de todas nuestras
instituciones, para justificar su absurdo y violento movimiento
de “resistencia civil”.
Tabasco le dio a México una brillante lección
de lucidez política, rechazando a faltos redentores.
La nación entera debe de aprender de ella.
*
Editorialista de la Organización Editorial Mexicana.
(Este editorial se publica en todos los diarios de la OEM
en la República Mexicana)
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16/10/2006 |
Nuevo
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Por
José Manuel Nava*
* Invaluable, la pérdida de credibilidad
y
confianza del gobierno
* Cada vez más osados y frecuentes,
los
desafíos a la autoridad
Algo se descompone y muy rápido en México.
La capacidad de concertación de las diferentes fuerzas
políticas es cada vez menor y tienden a intentar
resolver sus diferencias con violencia. ¿Qué
sucede en México? Oaxaca está sitiada por
grupos radicales que han mantenido semiparalizada a la capital
de ese estado por casi 150 días y a más de
un millón de niños sin escuela. En Tabasco
turbas de perredistas, priístas y panistas se comportan
como hooligans embrutecidos destruyendo automóviles
y abriendo fuego contra rivales políticos tan solo
unas horas antes de que los habitantes de este estado fueran
a las urnas para renovar al Ejecutivo y a los presidentes
municipales.
Aunque
no puede ser la única causa, ese algo que se descompone
en nuestro país tiene que ver con la existencia de
un gobierno que ha perdido lo que tal vez sea el activo
más valioso de una administración federal
en cualquier país de este mundo: su credibilidad
y su confianza para resolver los grande problemas que aquejan
al país.
Los conflictos en Oaxaca y en Tabasco son, por supuesto,
de naturaleza muy distinta, pero ambos han producido violencia
y han dejado tristemente al descubierto a un gobierno apanicado,
paralizado ante desafíos cada vez más frecuentes
y más osados a la autoridad federal.
La descomposición de los esquemas de concertación
empezó cuando a este gobierno le tomaron precisamente
la medida primero los macheteros de Atenco, luego con el
vergonzoso repliegue del Presidente Vicente Fox en el desafuero
de Andrés Manuel López Obrador para seguir
con el secuestro del corredor Reforma-Centro Histórico
en la capital del país, con acciones de “resistencia
civil” que no son otra cosa que incitaciones a la
violencia, el secuestro del Centro Histórico de la
capital oaxaqueña y para colmo las confrontaciones
a balazos entre huestes de los tres principales partidos
nacionales en varias poblaciones de Tabasco.
Como una democracia tierna, la mexicana tiene que pasar
aún por muchos dolores del crecimiento, por los traumas
que van inevitablemente asociados con el proceso de maduración,
pero el país parece ir en sentido contrario, para
atrás en su ruta hacia la mayoría de edad
política. Lejos de tenderse puentes de comunicación
y batalla civilizada, las diferentes fuerzas políticas
se aíslan cada vez más notoriamente en el
encono y el enfrentamiento hasta violento y a balazo limpio.
Esto difícilmente puede considerarse progreso. Se
trata de un preocupante y claro retroceso. Lo más
preocupante de todo lo que estamos viendo no solo en Oaxaca
y en Tabasco, sino prácticamente en todas las entidades
del país, es que los partidos políticos no
están a la altura de las circunstancias. Lejos de
eso. Como lo vimos en Tabasco en el fin de semana, fueron
los militantes de los partidos políticos los principales
instigadores de la violencia. Que vergüenza que México
haya retrocedido tanto en tan poco tiempo.
Ideológicamente endeble como lo es el Presidente
Vicente Fox no deben de extrañarnos demasiado los
nulos resultados que observamos en sus seis años
de gestión para promover el diálogo y la concordia
política en un país que se ha polarizado al
máximo. Para Fox ya es demasiado tarde. No podrá
desandar seis años de desaciertos políticos.
Contrariamente, Felipe Calderón no es un político
ideológicamente endeble. Se creó en las filas
más conservadoras de Acción Nacional y ya
sabemos a que nos atenemos. A pesar de su conservadurismo,
es de esperarse que su solidez ideológica lo lleve
a formar un gobierno que no se asuste ante los desafíos
y no le tiemble la mano para aplicar la ley con rigor cuanto
esté de por medio su credibilidad.
*
Editorialista de la Organización Editorial Mexicana.
(Este editorial se publica en todos los diarios de la OEM
en la República Mexicana)
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Poder |
12/10/2006 |
Por
JOSÉ MANUEL NAVA*
*
Indiscutible fracaso federal y local
en
garantizar la seguridad pública
* La capital del país requiere de pequeñas
magnas
obras, no de relumbrón
Como
nunca antes, México se ha convertido en los últimos
años en tierra fértil para el crimen organizado
y también desorganizado. Por doquier pululan bandas
de narcotraficantes, de roba coches, de todo tipo de delincuentes
sin que se de una respuesta dura y decidida de autoridad alguna.
La Ciudad de México, por ejemplo, se ha convertido
en tierra de nadie, en una enorme urbe sin gobierno. La capital,
más que la llamada “Ciudad de la Esperanza”,
es una verdadera colección de actos de pillaje y sus
habitantes estamos inermes ante la falta de protección
de nuestras autoridades. Vivir en la Ciudad de México
es un acto de fe, porque no se sabe si logrará uno
sobrevivir a la barbarie del crimen.
Cualquier
habitante de una gran ciudad puede sentirse legítimamente
orgulloso de la realización en su urbe de magnas obras
públicas. A no dudarlo. Es motivo de gran satisfacción
contar con infraestructura urbana digna del primer mundo.
Desafortunadamente, los gobiernos que últimamente ha
padecido esta ciudad han confundido las prioridades, particularmente
el del autoproclamado emperador de México, Andrés
Manuel López Obrador. La capital del país requiere
de pequeñas magnas obras, no de trabajos públicos
de relumbrón que sirvieron más para cultivar
ambiciones políticas personales, que para servir a
la gran ciudad. Urge, para empezar la seguridad en las calles.
Es urgente que las autoridades de la ciudad demuestren que
tienen ellas el control y no las bandas de criminales que
operan impunemente día tras día. |
|
Garantizar
la seguridad pública es la obligación primordial
de cualquier gobierno, ya sea federal, estatal o local y
en este punto, el básico, los gobiernos federal y
local han fracasado de manera indiscutible. Por cosechar
votos, el GDF ha sacrificado aspectos fundamentales de la
seguridad pública y ha incentivado el desarrollo
de enormes mafias. El transporte público es un buen
ejemplo de las plagas criminales que asedian al Distrito
Federal. Ese problema ha crecido de manera tal en los últimos
años que se ha convertido ya en una seria amenaza
de seguridad nacional porque sus tentáculos rebasan
los límites capitalinos. Basta cruzar solo al Estado
de México para darse cuenta de las dimensiones transestatales
que adquiere este fenómeno.
A
nivel federal, las cosas no están mejores. En realidad,
una de las fallas principales del gobierno del Presidente
Vicente Fox ha sido precisamente su incapacidad para velar
por la seguridad pública en el terreno federal y
ahora resulta que hasta Guatemala tomará medidas
extraordinarias en su frontera con México para contener
a las bandas criminales que operan de este lado de la línea
divisoria. Que vergüenza.
El sexenio del cambio será recordado por muchas cosas.
Una de ellas será por el crecimiento desfasado del
crimen organizado, de las bandas de narcotraficantes que
ya no se reducen a la frontera norte. Hoy todo el territorio
nacional es marco operativo de esas bandas de delincuentes.
Una
de las características del gobierno de Fox ha sido
precisamente la debilidad, el miedo a tomar acciones decididas
en contra del crimen organizado en todas sus manifestaciones.
El peligro de que un gobierno sea percibido, y no solamente
percibido, sino que en realidad sea débil y miedoso
radica en los abiertos desafíos de las mafias que
estamos viviendo en el ocaso del gobierno actual.
En
este terreno, como en otros, llegamos al final de la presente
administración con un saldo bastante triste. No es
que los resultados negativos se deban a mala fe en el gobierno
federal. Simplemente le faltó valor y decisión
para enfrentar este fenómeno.
*
Editorialista de la Organización Editorial Mexicana.
(Este editorial se publica en todos los diarios de la OEM
en la República Mexicana)
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11/10/2006 |
Nuevo
Poder |
|
Por
José Manuel Nava*
* Escándalo sexual
impacta a EU
más
que la guerra en Irak
* Aún así, Bush sería llamado a
rendir
cuentas por atrocidades
Por inverosímil que parezca, un escándalo sexual,
el del ex congresista republicano Mark Foley, ha logrado estremecer
a la opinión pública estadunidense más
que la salvaje guerra de ocupación en Irak. No quiere
esto decir que el acoso sexual no sea un asunto grave. Lo
es, particularmente cuando las víctimas son menores
de edad, como en el caso del interno que acusó a Foley
de propuestas indecorosas. Se antoja inconcebible que un político
profesional no solo cometa la imprudencia de insinuarse sexualmente
a un menor de edad, sino que lo haya hecho incluso por escrito,
a través de correos electrónicos enviados ¡desde
dentro del Congreso en Washington! Pobre Foley. Debió
haber estado enloquecido de amor para actuar tan atolondradamente.
|
El
escándalo de Foley, a diferencia de la guerra en
Irak, ha cimbrado las bases mismas del “establishment”
republicano hasta el punto de poner en peligro la cabeza
del líder de la mayoría en la Cámara
de Representantes, Dennis Hastert, quien conocía
la reprobable conducta de su colega, pero poco o nada hizo
para ponerle fin. Ahora, nuevas revelaciones indican que
otro representante abiertamente gay, Jim Kolbe, republicano
de Arizona, confrontó a Foley cuando se enteró
de que estaba utilizando el servidor del Capitolio para
enviar mensajes sexualmente explícitos al objeto
de su pasión. Kolbe, según un asistente de
este, reprobó la conducta de Foley desde el año
2000. En otras palabras, en este caso estamos viendo solo
la punta del iceberg de lo que puede ser un verdadero cochinero
en el establecimiento del partido conservador de Estados
Unidos. No nos imaginamos siquiera qué es lo que
pasa dentro del Partido Demócrata, mucho más
liberal que el Republicano.
Con todo, no deja de ser sorprendente que, de acuerdo con
los últimos estudios de opinión allá
en nuestro vecino norteño, este asunto haya impactado
a la opinión pública de manera mucho más
profunda que las bárbaras matanzas de civiles en
Irak y los amagos contra Irán y Corea del Norte.
Si los demócratas conquistan la mayoría en
las cámaras del Congreso el próximo martes
siete de noviembre, no será porque su presidente,
George W. Bush, le ha mentido descaradamente al pueblo en
cuanto a que se está ganando la guerra contra el
“terrorismo”, ni tampoco porque cada vez más
jóvenes estadunidenses regresan a su casa en bolsas
de plástico víctimas mortales de la desbocada
ambición de Bush por apoderarse de las segundas reservas
petroleras más grandes del mundo. No, si los demócratas
ganan la mayoría legislativa será en gran
parte gracias a las aventuras sexuales del congresista republicano.
Un sondeo de Gallup muestra que el 70 por ciento de los
afiliados al GOP “reconsidera seriamente” votar
por su partido como consecuencia del llamado Foleygate,
mientras que tan solo 10 por ciento de los encuestados considera
que la guerra en Irak y otras belicosidades son motivo suficiente
como para votar por la oposición demócrata.
A nivel nacional, los números no varían sustancialmente.
Un 65 por ciento de la población en edad de votar
considera que el escándalo sexual tiene mayor repercusión
en sus tendencias de voto que la guerra. Ver para creer.
Aparte de que su partido se vea afectado por un escándalo
tan vergonzoso como el de Foley, las malas noticias para
el Presidente Bush son que si los demócratas ganan,
como parece, la mayoría en el Capitolio, será
llamado por fin a cuentas sobre lo que ha hecho en Irak
y sobre sus amagos bélicos contra Irán y Corea
del Norte. El nuevo libro de Bob Woodward, Estado de Negación,
documenta ampliamente lo que es para todo el mundo una verdad
irrefutable: George Bush es un criminal de guerra.
*
Editorialista de la Organización Editorial Mexicana.
(Este editorial se publica en todos los diarios de la OEM
en la República Mexicana)
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Nuevo
Poder |
10/10/2006 |
Por JOSÉ MANUEL NAVA*
*
No hay de otra: Ulises Ruiz debe salir si se
quiere solución real y de fondo en
Oaxaca
*
Error fatal retirar tropas del estado; su presencia,
estabilizadora y poderosísimo disuasor
Las fuerzas armadas no deben salir de Oaxaca. Hacerlo equivaldría
a dejar la puerta abierta a la violencia que ha vivido esa
entidad durante más de 140 días y dejar a la
población civil inerme ante asesinos, agitadores y
saqueadores. Así, quietecitas hasta donde se pueda,
su mera presencia es un poderosísimo disuasor en una
situación altamente explosiva. Nada tiene de provocadora
salvo para quienes quieren continuar con la violencia incontrolable.
La presencia del Ejército y de la Armada es vital ante
la renovada intransigencia de los maestros de la Sección
XXII del SNTE y de la Asamblea Permanente de los Pueblos de
Oaxaca, APPO. |
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Que
poco duraron los sentimientos alentadores con que cerramos
la semana pasada y que, a pesar de la escalada de tensiones
podría haber un viso de solución. Pero ahora,
se echan para atrás y la “respuesta definitiva”
de la APPO y de la Sección XXII del SNTE fue adelantada
para el sábado. Un poco serio adelantado “no”
a las propuestas del gobierno y más exigencias que
se antojan inaceptables.
Era obvio, Segob lo debió prever, que cuando menos
en un punto tanto appistas como maestros serían inflexibles:
la salida inmediata del gobernador Ulises Ruiz Ortiz. Que
no se hagan bolas en Bucareli. Esa es condición indispensable
para destrabar las cosas y entrar de lleno en una negociación
real para poner fin al conflicto político y permitir
el regreso a clases de más de un millón de
niños tomado como rehén por estas fuerzas
extremistas. El gobierno de Fox ya no tiene tiempo como
para ponerse a pichicatear elementos de negociación.
Salvo que su intención sea heredar la crisis, es
tiempo de realmente echar toda la carne en el asador. Eso
presupone promover activamente que Ulises Ruiz pida, pero
ya, licencia para separarse del cargo.
El gobierno puso sobre la mesa un elemento que parecería
demasiado generoso como para rechazar: a pesar de que el
Presidente Fox prometió que “se aplicaría
la ley” en contra de quienes la violaron en Oaxaca,
es decir, dejaría ir a appistas y maestros disidentes
sin ningún cargo penal federal a pesar de haber puesto
a Oaxaca en virtual estado de guerra civil. Pero eso ya
no es suficiente. Ahora, los disidentes quieren más.
Aparte de la salida de Ulises Ruiz. Y quieren nada menos
que el retiro de tropas del Ejército y de la Armada
como nueva condición para entablar negociaciones
con el gobierno federal.
Pero, ¿qué es lo que hizo Ulises Ruiz para
provocar semejante conflicto en el estado que gobierna?
La respuesta corta es que no lo gobierna, lo desgobierna,
empezando por haber sido el heredero, o cuando menos haberlo
aparentado tan claramente, de otro personaje siniestro en
la historia reciente de esa sufrida entidad: José
Murat.
Murat
fue un personaje oscuro, tan complejo como infantil, como
nos lo recuerda su divertido auto atentado el 18 de marzo
de 2004. Pero tuvo algo que Ruiz no: el férreo control
de los hilos del poder a través de una complicada
red de corrupción que mantenía tranquilos
a sus principales detractores. Ulises no supo manejar ni
sostener esa red. Más tardó en llegar a la
gubernatura que en cazar un pleito a muerte con el Diario
Noticias para favorecer a otra propiedad de la familia de
su entonces vocero de prensa, el ex diputado federal Héctor
Pablo Ramírez Puga. En realidad, ahí empezó
la debacle de Ulises Ruiz.
Es
comprensible que el PRI no quiera que uno de sus gobernadores
caiga en desgracia, pero es torpe que el partido se desgaste
defendiendo lo indefendible, particularmente cuando ya hasta
el PRD se manifestó conforme con que el PRI sea el
que proponga a un gobernador sustituto.
*
Editorialista de la Organización Editorial Mexicana.
(Este editorial se publica en todos los diarios de la OEM
en la República Mexicana)
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06/10/2006 |
Nuevo
Poder |
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Por
José Manuel Nava* *
El uno-dos-tres de Washington demanda
acción, no lamentos, de México
* Abre Estados Unidos hostilidades contra
la integración y la globalización
Era totalmente previsible.
El presidente Bush promulgó su presupuesto federal
que incluye financiamiento para la construcción del
masivo muro fronterizo. Esa infame pared que separará
y alejará a los dos vecinos irremediablemente y como
nunca. Fue un uno-dos-tres en contra de México: la
aprobación de la construcción del muro en el
Senado, el olímpico desdén de Bush al pedido
mexicano de no autorizar ese aspecto del presupuesto 2007
y, finalmente, su promulgación el miércoles.
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Bush
habría podido muy fácilmente acceder al pedido
de México invocando la defensa de intereses estratégicos
con su vecino inmediato. Pero eligió no hacerlo poniendo
nuevamente al desnudo su mezquina supeditación a
los enormes intereses que lo impusieron en la presidencia,
para desdicha del mundo Bush
habría podido muy fácilmente acceder al pedido
de México invocando la defensa de intereses estratégicos
con su vecino inmediato. Pero eligió no hacerlo poniendo
nuevamente al desnudo su mezquina supeditación a
los enormes intereses que lo impusieron en la presidencia,
para desdicha del mundo.
Este
es un muy triste desenlace no solo para México, sino
también para Estados Unidos y, por supuesto, para
Norteamérica como región. No puede sentirse
menos vigente que nunca la declaración conjunta de
los presidentes de México y Estados Unidos y el primer
ministro de Canadá en marzo de 2005 en la Universidad
Baylor de Waco, Texas, cuando se comprometieron a formar
la “Sociedad de Prosperidad y Seguridad de América
del Norte”, supuestamente dirigida a producir el marco
idóneo tendiente a crear un mercado libre para el
movimiento de personas, capital y comercio en una región
con fronteras cada vez más difusas. No puede sentirse
más lejana, también, la esencia del Tratado
de Libre Comercio.
Como era también de esperarse, el gobierno mexicano
intentó minimizar el asunto y señaló
que existe “confusión” en la prensa mexicana
porque el presupuesto “solo” incluye la edificación
de 400 kilómetros de barreras físicas. Los
1,200 millones de dólares contenidos en el presupuesto
de EU para seguridad fronteriza son “para otra cosa”,
dijo el vocero presidencial, Rubén Aguilar. ¿Cuál
es la diferencia? Cuatrocientos o 1,200 kilómetros,
el significado es el mismo. Y esto lo demuestra el reiterado
rechazo a la construcción de los eufemísticamente
llamados “obstáculos físicos”
por parte de la Presidencia de la República.
En los hechos, sean dos, 400, o 1,200 kilómetros
de bardas, la acción de EU va mucho más allá
de las fronteras regionales. Es el primer disparo en contra
no solo de la integración regional, sino de la globalización.
Paradójicamente, ese disparo proviene del principal
promotor de esa globalización que tanto ha beneficiado
a Estados Unidos. ¿Cómo puede cualquier país
del mundo tomar a Estados Unidos en serio cuando es el primero
en levantar una muralla en la frontera de su principal socio
comercial? El mensaje que envía la decisión
de Estados Unidos es devastador desde todos los puntos de
vista y tal vez el principal perjudicado termine siendo
ese país.
Sin embargo, no deja de ser una gravísima ofensa
contra para nuestro país. ¿Cual debe de ser
la reacción mexicana ante semejante afrenta? La acción
de Estados Unidos debe de tener consecuencias reales, tangibles,
en sus relaciones con México. La magnitud de la ofensa
no puede quedarse en palabras ni en notas diplomáticas
que ya sabemos para qué las usan los diplomáticos
de Washington. No puede quedarse en lamentaciones por parte
de Fox. Antes de que concluya su administración,
Fox debe de enviar una clara señal a Washington en
el sentido de que su decisión no será gratuita,
aunque evidentemente la implementación de la respuesta
mexicana quedará a cargo del gobierno de Felipe Calderón.
Como nunca antes, hoy se requiere de una respuesta inteligente,
pero decidida. De una respuesta conmensurable con la magnitud
del agravio.
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Editorialista de la Organización Editorial Mexicana.
(Este editorial se publica en todos los diarios de la OEM
en la República Mexicana)
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Nuevo
Poder |
05/10/2006 |
Por JOSÉ MANUEL NAVA*
*
Y sigue el gobierno con el juego
de a la una, a las dos y a las….
* No debe Calderón permitir que se
le entregue un país en llamas
Las señales son ominosas por donde se les vea en Oaxaca.
Intransigencia de los líderes de la APPO, clara indisposición
del gobierno a solucionar el conflicto y arribo de fuerzas
de la Armada tierra adentro en Salina Cruz. Un cóctel
explosivo que no puede contribuir a distender las cosas. La
situación se torna más y más confusa
en la medida en que se agrava.
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El
gobernador Ulises Ruiz, figura central en el drama de su
estado y cuya renuncia sería suficiente para desenmarañar
el asunto, culpó directamente al gobierno federal
de no haber atendido oportunamente el problema cuando aún
no hacía crisis, hace casi 140 días. Simplemente
se lavó las manos de lo que pasa por allá
y en una clara alusión a que el gobierno de Vicente
Fox debe de intervenir presumiblemente con las fuerzas armadas,
declaró que “la ley se aplica, no se anuncia”.
En esencia, Ruiz tiene razón. No es posible, a riesgo
de detonar una situación como la que tenemos hoy
en aquella entidad, solo hablar durante meses, anunciar
que “se aplicará la ley” y no hacer nada.
El gobierno continúa en el juego de “¡te
doy tres!”.
La intransigencia de la APPO no es menos preocupante que
la ligereza del gobierno. El principal actor popular de
la crisis oaxaqueña tuvo el desplante de garantizar
el fracaso de las “negociaciones” en Bucareli
al no hacer acto de presencia en ellas, aún cuando
su dirigente, Flavio Sosa, se encontraba en la Ciudad de
México como avanzada de la marcha que, se espera,
llegará el lunes al D.F. Después de todo,
negociar la paz en Oaxaca sin la APPO, sería tanto
como tratar de negociar la paz en el Medio Oriente sin Israel,
guardadas, por supuesto, todas las proporciones.
A pesar del desaire, el secretario de Gobernación
fue diligente en hacer saber a la APPO que, bueno, que no
importaba, que la esperaba mañana jueves para ver
si ahora sí se digna enviar a sus representantes
al antiguo Palacio de Cobián. ¡Te doy tres!
Muy intrigante resulta el mutis prácticamente total
de Felipe Calderón en lo que respecta al problema
oaxaqueño. A pesar de que él sufrirá
las consecuencias de la inacción del gobierno saliente
en el asunto, el presidente electo no ha sido lo suficientemente
enérgico en la tribuna pública para que este
asunto se solucione de la mejor manera posible, léase
pacíficamente, antes del primero de diciembre. Resulta
inconcebible que Calderón simplemente se dirija,
a la deriva, hacia el primero de diciembre. De por sí
ese día recibirá un enjambre de problemas
políticos irresueltos como para que tolere que Fox
y su gobierno le endilguen la crisis oaxaqueña. Como
lo hemos comentado en este mismo espacio, pareciera que
Calderón no se da cuenta de lo portentoso de la problemática
que caerá directamente bajo sus hombros cuando Vicente
Fox le transfiera la estafeta presidencial.
Es posible que Calderón y su “equipo de transición”
estén más preocupados por ver como le hacen
para que sus enemigos políticos, con el autoproclamado
emperador de México a la cabeza, lo dejen, en efecto,
tomar posesión que en analizar la bomba de tiempo
que el aún presidente electo recibirá de su
para entonces predecesor.
No está de más insistir en que Calderón
debe, a toda costa, evitar una repetición, ahora
en el plano político, del “error de diciembre”
de hace 12 años. No tiene mucho tiempo, pero no debe
de permitir, no debe de aceptar que Fox le entregue un país
en llamas. Exigir soluciones de fondo a Fox en el poco tiempo
que le queda para que saque del closet a los bomberos no
solo servirá al interés político de
la propia presidencia de Calderón, sino al más
grande interés de la nación, al librarla,
en la medida de lo posible, de los claros y anunciados peligros
que la acechan.
*
Editorialista de la Organización Editorial Mexicana.
(Este editorial se publica en todos los diarios de la OEM
en la República Mexicana)
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04/10/2006 |
Nuevo
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Por JOSÉ MANUEL NAVA*
*¿Qué será para Fox “aplicar
la ley” en
el enredado conflicto de Oaxaca?
* Las negociaciones hoy con la APPO,
salvavidas de oro para el gobierno
¡Te doy tres! ¡¡A la unaaaa!! ¡¡¡A
las doooos!!! A las dos y cinco… a las dos y diez…
a las dos y cuarto…
Ese es el juego que parece jugar la administración
del Presidente Vicente Fox en el gravísimo conflicto
en Oaxaca. Un juego de palabras, de supuestas negociaciones
que hasta ahora no han llevado sino al empeoramiento del
problema y últimamente de amenazas de que “la
transgresión de la ley debe de ser impedida y castigada”.
El problema es que las admoniciones presidenciales de “aplicar
la ley” llegan solo 135 días tarde. Y eso sin
ninguna garantía de que se cumplan si las negociaciones
con los radicales de la APPO no son exitosas hoy en Bucareli.
Si algo hemos aprendido de los últimos seis años
es que las palabras presidenciales simplemente no son de
confiar. El Presidente consistentemente ha dicho una cosa
y hecho precisamente lo opuesto.
Para empezar, ¿qué es, desde la óptica
del presidente, aplicar la ley en Oaxaca? Tal vez sea enviar
a una división del Ejército a poner fin al
estado de virtual guerra civil que se vive en esa entidad.
O ¿será tal vez, someter a juicio político
al gobernador Ulises Ruiz y llamar a cuentas a su patrocinador,
el controvertido, por decirlo en términos blandos,
es gobernador José Murat Casab? Quien sabe.
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Si
la política de la administración es la de
aplicar la ley contra quienes la han violado, ¿por
qué, entonces, nunca la aplicó en el caso
entonces más sonado de su gobierno, el desafuero
de Andrés Manuel López Obrador y, luego, durante
el secuestro del corredor Reforma-Centro Histórico,
el mismísimo corazón político no solo
de la Ciudad de México sino del país? Ahí,
el autoproclamado emperador de México cometió
delitos flagrantes. Sin contar la toma de calles, daños
a estas y la violación del derecho constitucional
a la libre circulación, López incitó
al motín y a la violencia; intimidó a autoridades
federales durante un proceso judicial, delitos graves tipificados
en el Código Federal de Procedimientos Penales. Y
Fox, miedoso siempre ante la movilización de masas,
no hizo nada. Nada, pues, nos garantiza que hará
algo efectivo, más allá de las palabras en
las que nadie ya cree, en el difícil caso oaxaqueño.
Más de 500 municipios, siete diferentes regiones,
una infinidad de dialectos y desgarradoras diferencias sociales
hacen de Oaxaca el estado más diverso y complejo
del país. Su patrocinador Murat solía ufanarse
en decir que precisamente por la complejidad de la entidad
“quien gobierna Oaxaca puede gobernar México”.
De ser eso cierto, lo contrario también sería
verdad y Ulises Ruiz lo sabe hoy mejor que nadie por más
que, siguiendo la escuela foxiana, aparente que allá
no pasa nada, todo está hoy mejor que nunca.
Lo verdaderamente cierto es que hoy el gobierno tiene una
oportunidad de oro para evitar pasar a la historia como
un régimen asustadizo; que siempre prefirió,
como ha sido el caso hasta el momento, dar la espalda a
los conflictos políticos en lugar de enfrentarlos
con inteligencia y decisión. Las negociaciones que
se inician hoy en la sede de la Secretaría de Gobernación
son, en otras palabras, el salvavidas de esta administración.
Del éxito o fracaso de estas negociaciones depende
el futuro mediato de Oaxaca y de su sufrido pueblo. También
depende no solo el arranque del gobierno de Felipe Calderón,
sino su viabilidad misma. Asediado, como lo estará,
por sus enemigos, Calderón tendrá poco, muy
poco espacio de maniobra para manejar una crisis del tamaño
de la oaxaqueña.
La solución debe de ser imaginativa y, sobre todo,
pacífica. Nada menos podemos esperar los mexicanos
y nada menos puede rendir Fox ante la historia.
*
Editorialista de la Organización Editorial Mexicana.
(Este editorial se publica en todos los diarios de la OEM
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03/10/2006 |
Por
JOSÉ MANUEL NAVA *
*¿Esconde
Oaxaca un conflicto mayor?...
¿La escisión entre militares y gobierno civil?
* El futuro no depara mejores noticias: sobrevivir
prioridad número uno de Calderón
Oaxaca ha descendido a un estado de virtual guerra civil.
Fuego graneado entre frentes opuestos, barricadas de arena,
piedras y palos. Muertos, allanamientos a propiedad privada
y a sedes de medios de comunicación, agresiones contra
periodistas. El panorama es desolador.
Más desoladora es la ausencia de una efectiva respuesta
del gobierno federal para solucionar política e inmediatamente
el conflicto. Su parálisis es, una vez más,
angustiosamente evidente. En la más pura tradición
foxista, ha escondido la cabeza esperando solo el fin de la
administración y que sea la próxima la que se
entienda con la APPO, la que vea como le hace para que esa
entidad vuelva a la normalidad. |
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Es
obvio que el gobierno del Presidente Vicente Fox no tiene
interés real en resolver el problema. Su único
aparente interés es darle largas. El tiempo se agota
felizmente para su administración, pero inquietantemente
para la que lo sucederá y que se quedará con
un verdadero polvorín en las manos. Con el nuevo
“error de diciembre” a que nos referíamos
la semana pasada.
Pero ¿es que acaso el conflicto en Oaxaca esconde
uno aún mayor? ¿Será posible que las
fuerzas armadas, o algunos sectores de ellas, se hayan cansado
ya de la torpeza, inacción, inexperiencia, negligencia,
o como se llame, de este gobierno al mal manejar y simplemente
coleccionar conflictos políticos?
El supuesto desconcierto de altos funcionarios del gobierno
federal, incluyendo al propio secretario de Gobernación,
Carlos Abascal, ante los sobrevuelos y aterrizaje de helicópteros
de combate en el centro y alrededores de la capital oaxaqueña
no puede sino prender focos rojos sobre lo que está
pasando en las relaciones entre militares y gobierno civil.
La reacción inicial de las autoridades civiles indicó
que desconocían tanto la existencia de los sobrevuelos,
como las intenciones de estos. En otras palabras, el secretario
de Marina habría tomado la decisión de enviar
a una fuerza limitada de combate a intervenir aunque fuera
sicológicamente –intervención no menor,
por cierto-, en el conflicto en Oaxaca. Una ruptura inconcebible
de la cadena de comando de las fuerzas armadas, que deben
de responder exclusivamente a órdenes de su comandante
en jefe, el Presidente de la República.
Después se nos dio la inverosímil explicación
de que se trataban de “vuelos de abastecimiento”
o al menos “eso nos dijo Marina”, declaró
Abascal en otra preocupante indicación de que no
tenían información previa de los movimientos
de la Armada y, mucho menos, que había sido el presidente
quien los había ordenado. ¿Abastecimientos
de qué? ¿Para qué? No vimos a un solo
militar, ni sobrevuelo alguno “de abastecimiento”
durante más 40 días de secuestro del corazón
político del país. Si hay necesidad de abastecer
a Oaxaca de alimentos y de otros artículos de primera
necesidad, se podría hacer sin necesidad de recurrir
a la provocación de la presencia militar, particularmente
en movimientos que hacen cuando menos sospechar que el gobierno
no está en control de sus fuerzas armadas. Ya en
un caso de necesidad extrema, esos abastecimientos podrían
ser realizados por el Ejército, desarmado, bajo el
Plan DN-III para emergencias civiles.
El futuro inmediato no nos depara noticias mejores. La prioridad
número uno de Felipe Calderón será
la de sobrevivir al embate de sus enemigos declarados. Pero
Calderón aceptará el primero de diciembre
una responsabilidad portentosa: rescatar a México
del caos político que le dejará su torpe,
inexperto, ingenuo, o como se diga, predecesor. Y de esa
responsabilidad no podrá escapar.
*
Editorialista de la Organización Editorial Mexicana.
(Este editorial se publica en todos los diarios de la OEM
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02/10/2006 |
Nuevo
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Por JOSÉ MANUEL NAVA*
*
México no merece el agravio de los EEUU
*
Nunca reconoció Fox perversidad de Bush
Aún
cuando México no ha hecho ni remotamente lo suficiente
para solucionar el creciente problema migratorio con Estados
Unidos, la votación del viernes pasado en el Senado
en Washington aprobatoria de una barda de 1,200 kilómetros
a lo largo de la frontera con México es un agravio
que nuestro país no se merece. Es cierto que lejos
de trabajar para solucionar ese fenómeno o, cuando
menos, aliviarlo, la ineficacia mexicana en ese terreno
hizo que no solo se agudizara en cuanto a números,
sino que su impacto en la relación bilateral haya
crecido importantemente en la medida en que se incrementa
el número de personas que pierden la vida en este
éxodo.
No podemos negar que el gobierno de México carece de
autoridad moral para reclamarle al de Estados Unidos extender
a nuestros migrantes un trato que no encontraron en su propio
país. Resulta muy difícil para el estadunidense
medio comprender las constantes demandas del Presidente Fox
para que se trate a los mexicanos que trabajan ilegalmente
en el país vecino con el decoro que evidentemente se
merecen cuando ese trato no lo recibieron en su propio suelo
patrio. Es, sin duda alguna, muy importante que el gobierno
mexicano se preocupe por la situación de sus ciudadanos
en el exterior, pero su activismo de tan alto perfil terminó
perjudicando, no ayudando, a los migrantes. Y es que el resentimiento
popular ante las constantes demandas del gobierno mexicano
se traduce en el surgimiento de movimientos antiinmigrantes
y en gran presión política sobre los legisladores
en Washington para que hagan algo, aunque sea equivocado,
ante el arribo anual de unos 350,000 indocumentados mexicanos.
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El
gobierno del presidente Fox trabajó incansablemente
a lo largo de sus seis años pensando que lo hacía
a favor de los migrantes. Desafortunadamente lo hizo en
el foro equivocado y buscando la solución también
en el lugar equivocado. Fox quería que los estadunidenses
nos solucionaran un problema que es eminentemente mexicano
a través de un ingenuo acuerdo migratorio. El pacto
que buscó Fox era y seguirá siendo una imposibilidad
política, como lo confirma la decisión de
ir adelante con el muro, y un disparate económico.
La mano de obra indocumentada mexicana representa para Estados
Unidos un enorme subsidio que le permite al país
mantener un nivel de vida que sin ella le sería imposible
sostener. Por lo tanto, es absurdo pretender que sean los
propios estadunidenses los que la legalicen privándola
de sus principales atractivos: que es ilegal y por ende
muy barata.
Sin duda actuando de buena fe, Fox fue demasiado ingenuo,
en sus tratos con el gobierno de Washington y nunca supo
reconocer la malicia y la perversidad inherente al régimen
de Bush.
La solución solo la encontraremos en México.
Está aquí y en ningún otro lado. Allá
solo encontraremos complicaciones y acciones reactivas que
enmarañan todavía más un fenómeno
de esta complejidad. Esas acciones reactivas –como
el muro mismo-, terminarán convirtiendo este asunto
en un irritante tan peligroso como lo fue la narcotización
de las relaciones por 15 años a partir de 1985. Fueron
tres lustros en los que el tema de las drogas envenenó
nuestras relaciones bilaterales hasta el punto de llegar
al cierre de la frontera. La migración indocumentada,
por ser un tema eminentemente humanitario, se anuncia ya
como un irritante tal vez más grave entre los dos
vecinos.
Tras reconocer la responsabilidad central de nuestro gobierno
en acelerar el crecimiento y la generación de empleos,
no se puede pasar por alto la decisión del Senado
estadunidense. Aún cuando el Presidente Bush tome
la improbable vía de no promulgar la ley, el palo
está dado. El agravio, consumado.
*
Editorialista de la Organización Editorial Mexicana.
(Este editorial se publica en todos los diarios de la OEM
en la República Mexicana)
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Nuevo
Poder |
28/09/2006 |
Por JOSÉ MANUEL NAVA *
* En el Umbral de Otro Fatídico “Error de Diciembre”
* Herencia de Fox: Narcoviolencia y Polvorín Político
Doce
años después y tras una terrible experiencia
de la cual no podemos aún recuperarnos, está
por repetirse el error de diciembre que postró al país
en 1994. Entonces, Carlos Salinas de Gortari entregó
a Ernesto Zedillo Ponce de León un país económicamente
prendido de alfileres, un país con una economía
ficticia que, todos pensábamos inocentemente, era ya
del Primer Mundo. Las funestas consecuencias las sufrimos
todos.
Hoy, Vicente Fox Quesada está por entregar a Felipe
Calderón Hinojosa un país con una paz ficticia,
ya ni siquiera prendido de alfileres. Un verdadero polvorín
no económico, sino político y un país
en manos del crimen organizado. Un polvorín político
que puede resultar peor que la economía ficticia del
94. Por donde lo veamos, Fox heredará a su sucesor
panista una madeja nacional que no puede sino anunciar seis
años de pesadilla para el propio hoy presidente electo
y, peor aún, para todos los mexicanos. En 1994 no lo
sabíamos, pero el de 2006 es, a no dudarlo, un error
anunciado.
No abundaremos en esta ocasión en la obviedad de que
el ex candidato de la Coalición por el Bien de Unos
Cuantos, errrrr, por el Bien de Todos, no dejará gobernar
al presidente que legítimamente tomará posesión
el primero de diciembre. No. Ese hombre autoproclamado emperador
de México es solo una broma de mal gusto. Da pena ajena.
Es un caso que debe de pasar de la política a la siquiatría.
Desafortunadamente, el país presenta otros focos, esos
sí al rojo vivo que el actual gobierno ha desatendido
de manera alarmante y que Felipe Calderón no parece
reconocer en su verdadera y enorme dimensión o peor
aún, como Ernesto Zedillo, el presidente electo está
por lanzarse al ruedo como el borras.
Oaxaca es un caso extremadamente grave que, como todo nos
indica hasta el momento, Vicente Fox no tiene la menor intención
de resolver en los escasos casi 60 días que le quedan
a su administración. Fox, es obvio, no es el mejor
amigo de Calderón y Oaxaca será ya no un legado,
sino una venganza contra el michoacano por haberse indisciplinado
y desafiado la voluntad sucesoria del Jefe del Ejecutivo.
El llamado gobierno del cambio también heredará
lo que tal vez haya sido su falla principal. Su incapacidad
para garantizar la seguridad de los mexicanos. Este sexenio
será también recordado como el sexenio del narco,
como el sexenio del crimen organizado, como el sexenio de
las muertas de Juárez, una verdadera afrenta nacional.
En fin, será recordado, y Felipe Calderón lo
recordará muy bien, como el sexenio de la debilidad
en la lucha contra la violencia y el crimen que azotan a nuestro
país y que cada día se muestran más envalentonados,
más crueles y despiadados en sus venganzas y en su
desafío a la sociedad entera y a las autoridades de
todos los niveles.
Y es que una de las características de este gobierno
que llega a su ocaso ha sido precisamente la debilidad en
todos los frentes, el miedo a tomar acciones decididas ya
sea en la lucha contra el narco y el crimen organizado en
todas sus manifestaciones, como también lo ha sido
en el terreno político. Precisamente de esa debilidad
endémica que afectó al gobierno de Vicente Fox
nació, se nutrió y fortaleció el error
de diciembre que heredará Felipe Calderón.
El peligro de que un gobierno sea percibido y no solo percibido,
sino que en realidad sea débil y miedoso radica en
que invita a los desafíos que estamos viendo y sufriendo
en las postrimerías del gobierno de Fox. Además
de la urgente reconciliación nacional a nivel político,
una tarea titánica de por sí, Calderón
tendrá otra de no menores dimensiones: la de ganar
credibilidad y eficacia en la lucha contra el crimen organizado
que en los últimos años ha literalmente conquistado
todo el territorio nacional.
Ya no se trata únicamente de los estados del norte,
en donde desde hace muchos años se libra la guerra
por controlar el acceso al mercado de drogas más grande
y redituable del mundo, Estados Unidos. En los últimos
años los tentáculos de la narcoviolencia se
han extendido incontrolables por todos lados, ha desafiado
impunemente a un gobierno sin capacidad de respuesta o sin
voluntad para combatirla. Norte, sur, este y oeste están
en manos del crimen organizado. Los esquemas tradicionales
de lucha en su contra, como la intervención limitada
del ejército, han sido clara y ampliamente rebasados.
Problemas como el narcotráfico y las otras múltiples
manifestaciones del crimen organizado son de competencia eminentemente
federal. Ahora tocará a Felipe Calderón desarrollar
esquemas de combate que vayan más allá de las
palabras, que realmente lo someta y ataque antes de que domine
por completo a nuestra sociedad… si es que no estamos
ya bajo su dominio.
Bienvenidas las críticas, comentarios y sugerencias.
*
Ultimo director general de la cooperativa EXCELSIOR. Actualmente
es editorialista del periódico EL SOL DE MEXICO y autoriza
la reproducción de sus opiniones en este portal, que
integran periodistas del viejo EXCELSIOR, quienes estuvimos
bajo su dirección.
*
Editorialista de la Organización Editorial Mexicana.
(Este editorial se publica en todos los diarios de la OEM
en la República Mexicana) |
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