Personajes y Entrevista

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CINCUENTA AÑOS DE SILENCIO; ¡DIANA CAZADORA VIVE! 
18/05/08








  Guardó el secreto cincuenta años. Helvia Martínez Verdayes es la auténtica modelo de la Diana Cazadora, conjunto arquitectónico de fuente y escultura de mujer desnuda que adorna el Paseo de la Reforma, en la capital mexicana. Ella emergió de Petróleos Mexicanos, en tiempos del general Manuel Ávila Camacho, Presidente de la República, 1940-1946. También modeló, diez años después, para la figura femenina que resalta en la fuente de Petróleos, situada en la confluencia del anillo periférico y la citada avenida, al inicio de las Lomas de Chapultepec.                                     


Entrevista exclusiva para RM de ALFONSO FERNANDEZ de CORDOVA
Foto y vídeo ELVIA ANDRADE BARAJAS                                                                                                                                
 
CIUDAD DE MEXICO, DISTRITO FEDERAL, 20 de mayo de 2008.- El destino le enseñó las dos caras de la moneda. Los sueños y las ilusiones de quinceañera se vieron empañadas de repente, cuando su familia tuvo un revés de fortuna y ella entró a trabajar, a la siguiente primavera, como secretaria del primer director de PEMEX, ingeniero Vicente Cortés Herrera, en 1938. Tres veranos después la suerte le cambió e inició el camino a la fama y prosperidad. Siempre bajo el signo del “oro negro”.

La moneda estuvo en el aire el tiempo que duró la “dolce vita”, muy adentro guardaba el gran secreto de su vida: modelar, sin pago alguno a cambio de ocultar su identidad, ante el escultor Juan F. Olaguíbel y el arquitecto Vicente Mendiola Quezada. Ellos se comprometieron a mantener la discreción, durante cincuenta años, de la enigmática personalidad de Helvia, al realizar la obra cumbre de la Flechadora de la Estrella del Norte, coloquialmente La Diana Cazadora, mitológica reina de la caza y los bosques, hija de Júpiter.    

El reverso de la moneda, el lado oscuro y cruel, lo inició en 1981, cuando declinaron los días fastuosos de los finos vestidos y alhajas, las frecuentes visitas a los restaurantes más selectos para desayunar, comer y cenar; los bailes, la sonrisa de una vida feliz, los viajes y otras tentadoras y atractivas actividades, como la esgrima y la natación, que le dieron la bella y recia figura, envidia de las mujeres de su época.

“Nací en el Distrito Federal, en Donceles 60. Mi madre, María Luisa Verdayes fue hija de vascos, mi abuelo asturiano, de ahí el origen de mi apellido materno. Mi padre de Aguascalientes. Pronto se separaron. Fui una niña un poco triste por no tener papá. Además nos quedamos muy pobres. Mi abuela heredó dos haciendas en Guanajuato y recibía centenarios. Me fascinaban porque eran de oro, siempre me han gustado. Era blanca, alta, con preciosos ojos azules. Mis tías también eran hermosas, murieron jóvenes. Hubo dinero hasta que se los expropiaron. Usted sabe, las consecuencias de la Revolución. Cambiamos de casa, de la calle de Marsella, en la colonia Juárez, a una privada de la colonia Guerrero. Mi madre tuvo que trabajar en la Secretaría de Comunicaciones, a cargo del general Mújica, quien auspiciaba clases de esgrima por la tarde y las aproveché. Hice la primaria en escuela de gobierno, durante la mañana. Después fui a la Miguel Lerdo de Tejada, en la calle del Carmen, donde estudié para secretaria ejecutiva y practicaba natación. Esgrima y natación me ayudaron a desarrollar el cuerpo”.    





A los dieciséis años de edad su cuerpo era escultural, aunque su rostro no conjugaba, su propia mamá le dijo: “no te pintes tanto, te alborotas lo feo…no eres tan bonita”, pero con la juventud tenía suficiente para atraer a propios y extraños, tanto que la  asediaban por su belleza física, mas sus sentimientos y emociones, a partir de 1958, los enfocó al entonces joven, apuesto, elegante, discreto, espléndido, afamado magnate de la industria de motores electromecánicos a diesel y contratista de PEMEX, Marina, Ferrocarriles Nacionales de México y empresas privadas, ingeniero Jorge Díaz Serrano, con quien casó por lo civil en condiciones muy adversas en octubre de 1986, en el reclusorio, cuando estuvo privado de su libertad por razones políticas.

En el 2001, cuando la vida les volvió a sonreir sellaron su compromiso moral ante el altar de la Iglesia de San Agustín, en Polanco. En total llevan cincuenta años de unión sentimental.     

Helvia Díaz Serrano, como se le conoce en los círculos sociales, económicos y culturales nacionales e internacionales, es una mujer especial, porque surgió en el medio laboral a temprana edad, cuando obtuvo una beca para cursar la carrera secretarial ejecutiva en cuatro años, que era lo más deseado por las jóvenes de su época.

Un buen día el ingeniero Cortés Herrera, primer director de Petróleos Mexicanos, fue de visita a su casa y al conocer la situación austera de la familia, opinó que la jovencita trabajara para ayudar a los gastos y le dijo a doña María Luisa que la enviara por la tarde a su oficina y así entró por la puerta grande a PEMEX. En 1940, al cambio de gobierno, el nuevo director Efraín Buenrostro, le solicitó que continuara como secretaria de la Dirección. Ella aceptó.

-¿Qué impresión le dejó a usted la vida capitalina en los años cuarenta, cincuenta hasta el 2000?

-Muy diferente, era muy bonito México, por ejemplo: el Paseo de la Reforma, era preciosísima, con casas como castillos, de estilo francés muy bellas, lástima que hicieron edificios que parecen refinerías.
La Ciudad de México es hermosísima, antes y después. La modernidad cambia todo. México creció notablemente. Yo viajé en tranvía para ir a la escuela. Me compraba tres planillas por 25 centavos, y cuando iba a entregar la planilla, el operador ponía la mano en la pequeña caja y no me cobraba el pasaje. A los 10 y 12 años. No tuve fiesta de quince años. Mi mamá me hizo un vestido muy bonito y me llevó a comer a un restaurante al centro de la ciudad. Esa fue mi fiesta de XV años. Sí, soy muy sencilla y modesta desde entonces. Nunca me sentí rica. No me faltó nada. Los Santos Reyes me traían los juguetes que pedía. Fui una muchacha sencilla a la que le echaban flores como a cualquier otra.

-¿Cómo conoció al ingeniero Cortés Herrera? 
 
-Él trabajó en la Secretaría de Comunicaciones, era de Guanajuato y por eso conocía a la familia, iba mucho a la casa y le dio empleo a mi mamá. Era un edificio precioso, frente al Palacio de Minería, después ese inmueble fue Palacio de Telégrafos y ahora alberga al Museo de Arte Contemporáneo. Cuando lo hicieron director de PEMEX, el 18 de marzo de 1938, fue a la casa y me ofreció empleo. Entonces llegaba yo a mi casa me quitaba los calcetines y me ponía las medias para ir a trabajar por las tardes.




Así empecé mi carrera, muy interesante. Conocí a muchos directores generales de Petróleos Mexicanos. Trabajé con el ingeniero Antonio J. Bermúdez, quien ejerció en dos sexenios, el de don Adolfo Ruiz Cortines y el del licenciado Adolfo López Mateos; don Pascual Gutiérrez Roldán, en el sexenio del licenciado Gustavo Díaz Ordaz. Me jubilé en 1969.  
    
Experiencia muy importante porque acababan de expropiar la industria petrolera. Iba yo al que fue el edificio de la Compañía El Águila, en avenida Juárez, un edificio hermoso, a unos pasos de Bucareli, donde estuvo la glorieta conocida como El Caballito, por la estatua de Carlos IV.   (Continuará)

 




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CINCUENTA AÑOS DE SILENCIO; ¡DIANA CAZADORA VIVE! 
26/05/08




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Estoy orgullosa porque la Diana Cazadora es una bella escultura y representa a la mujer mexicana, valiente, que hace lo que quiere. Jorge me hubiera corrido. A él lo conocí en 1957. Nuestra relación amorosa cumplió cincuenta años. La fuente y escultura fue colocada frente al Bosque de Chapultepec. Helvia Martìnez de Díaz Serrano narra en exclusiva cómo conoció al arquitecto y escultor coautores de la famosa obra femenina y a cinco directores de PEMEX.

Entrevista Exclusiva para RM de
Alfonso Fernández de Córdova M. 
Fotos: Elvia Andrade Barajas   
-- II Parte --

CIUDAD DE MEXICO, DISTRITO FEDERAL, 26 de mayo de 2008.-“Empezamos a trabajar un grupo de muchachas y de jóvenes, nos sentábamos en un cajón a escribir en algunas máquinas destartaladas. Estaba muy feliz, me trataban bien, era yo muy jovencita. Había un grupo de muchachas también muy bonitas todas, trabajábamos muy a gusto. Después acabé los cuatro años de la escuela. El ingeniero Cortés Herrera duró sólo dos años y me dejó como secretaria de la Dirección. Mi situación económica había sido superada. Trabajaba mi mamá y trabajaba yo. Luego llegó el señor Efraín Buenrostro, el segundo director de PEMEX y ahí me quedé. El tercero director, don Antonio J. Bermúdez, duró doce años y ahí seguí.

“A Jorge le da mucha risa porque el señor Bermúdez, quien era un hombrote grandote que imponía, me llamó y me dijo: ¿quiere trabajar aquí? Sí, le dije. Repuso: haber si nos entendemos. Le contesté: sí, haber si nos entendemos. (Aquí soltó una gran sonrisa, por lo inocente que aún era en aquel entonces). En vez de decirle, señor lo que usted quiera. Bueno, pues nos entendimos y duré doce años. Después llegó don Pascual Gutiérrez Roldán y me quedé de secretaria de don Pascual.

“Cuando llegó el señor Jesús Reyes Heroles cambió a todas las secretarias a diferentes oficinas y ya no fue lo mismo trabajar en la Dirección que en otra oficina y me jubilé en 1969, después de más de treinta años de servicios secretariales. (El reportero le dijo que se hubiera esperado un poco más a que llegara como director de PEMEX, Díaz Serrano, en 1976. A lo que ella contestó con una sonrisa: “él me hubiera corrido”). Ahí conocí a Jorge, cuando el iba como contratista a pedir cita con el director de PEMEX. Me caía tan bien que siempre se las conseguía”. (sonrisas).  

-¿Cómo surgió la relación con el arquitecto Vicente Mendiola?

-Al principio, porque la Diana fue en 1941-1942. El arquitecto Mendiola estaba arreglando el edificio de PEMEX, que fue de El Águila, en la avenida Juárez y Humboldt, y tenía un escritorio en el archivo de la Dirección, donde frecuentemente íbamos ahí las muchachas a tomar café y platicar. Él me quería mucho, me estimaba y era muy amable conmigo. Un día estaba con un señor, entré, al salir me dijo Helvia venga le presentó al escultor Olaguíbel, quien me dijo: “me llamó el general Manuel Avila Camacho (Presidente de la República) y me encargó hacer un monumento en la Reforma”, me quedé así, y contesté: ¡Qué bueno!.

“Entonces pregunté: ¿a qué héroe vamos a colocar en el monumento?. No quiero monumento heroico, quiero una fuente decorativa. Hemos pensado poner una Diana Cazadora. Como va a ser frente al Bosque de Chapultepec, con mayor razón. Yo no entendía nada, como si me hablaran en chino, para qué me estarán diciendo todo esto. Queremos que usted sea la modelo de la Flechadora del Norte. Contesté: No señor. Yo no soy modelo de nada. Soy secretaria del Director. Se quedaron medios tristes.

“A los dos días de nuevo me volvieron a decir: piénselo bien es una cosa muy bonita, queremos una muchachita fresca como usted. Pero si hay muchas muchachas por ahí. Insistieron tres o cuatro veces más hasta que un día me invitaron a tomar un helado al Tampico Club, un restaurante que estaba a la vuelta de la oficina, en Balderas, ahí el arquitecto Mendiola dibujo en una servilleta la fuente y la escultura, y me dijo: Helvia es una oportunidad para usted, no queremos que sea otra persona, sino usted. Bueno y qué debo hacer, respondí. Pues ir al taller del señor Olaguíbel y ahí hablamos.

“Yo iba mucho a Acapulco y usaba trajes de baño de dos piezas, no chiquititos como bikini, sino con más tela y pensé en ponerme uno y que así hicieran la estatua. Pero llegué al taller, a escondidas de mi mamá, estaban los dos, Mendiola y Olaguíbel, y un muchacho también arquitecto, con una cámara fotográfica. Me dijeron: pase a ese cuartito se quita su ropa y sale con una sábana. Yo, con un pánico espantoso, me cambié mi ropa por el traje de baño y salí muy oronda. Primero me sacaron fotos con el traje de baño. Yo necesito ver los músculos de la Diana Cazadora, dijo  Olaguíbel. Yo no tengo músculos de Diana Cazadora. Bueno, pues quítese el brasiere. Me empezaron a enseñar libros de modelos, esculturas y me lo quité. Así posé de pie, como quería Mendiola, pero Olaguíbel quería que pusiera la rodilla sobre unas aparentes piedras. Hubo varias sesiones.

“La esposa de Olaguíbel pasaba a platicar conmigo, me llevaba un refresco, entraban los niños y los perros retozaban. Me dio confianza y pensé: Mendiola trabaja en PEMEX, pues no creo que me pasará algo. Todo fue de una corrección absoluta y delicadeza fantástica. Me trataron muy bien”.

-¿Qué tiempo posó?

-Como unos tres meses. Iba una vez a la semana, otras semanas dos veces.

-¿Le ofrecieron una compensación económica por el modelaje?

-No. Yo le dije la verdad a mi mamá, a la tercera ocasión de ir a modelar. Puso el grito en el cielo, como es natural y me dijo que me acompañaría al taller para ver de qué se trataba, porque le dio mucho pendiente saber que estaba sola y desnuda con dos señores. Me acuerdo de la actitud de mi mamá. No se le movía un músculo de su cara y cuerpo nada más de verme. Yo estaba en un templete y me quería reir con ella. Sudé como una condenada y mi mamá parecía que era la estatua de lo inmóvil que permaneció. Me siguió acompañando y me dijo: ya te fastidiaste, porque vas a perder todo tu honor, te van a criticar y perderás tu dignidad. Pasó el tiempo y no perdí nada. 

“Entonces les dije a Olaguíbel y Mendiola que yo hacía la estatua con la condición de que no le pusieran mi cara y que no se supiera quien era la modelo. Durante cincuenta años no se supo. A veces se corría la voz de que yo había sido. Yo lo negaba siempre. Pero así fue. Cuando pusieron la fuente en Paseo de la Reforma a la entrada del Bosque de Chapultepec, no asistí, porque estaba en el hospital operada del apéndice. Cuando salí le dije a mi mamá que fuéramos a verla. Estaba yo boba viéndola mi mamá me dijo: ni te creas que eres tan bonita. Siempre me ponía en mi lugar. 

“No tengo las fechas de la inauguración ni cuando fue removida varias veces. Hasta que un día, un subdirector de PEMEX, José Colomo, me llamó y me dijo: quiero platicar con usted, siéntese, y afirmó: usted fue la modelo de la Diana Cazadora. No ingeniero, como cree, me cuelgan ese milagro, pero yo no fui. No vamos a discutir, usted fue la modelo. Vamos a hacer un monumento a la Expropiación Petrolera y sale, según el diseño, una mujer que es la Patria, queremos que sea usted la modelo. Después de que me escondí tanto en diez años. Usted va a ser la mujer de ese monumento a la Expropiación. Ya hable con el arquitecto y el escultor de que hagan una maqueta, se pusieron felices como es natural. Y fui la modelo. (Quiere decir: modelo de dos obras históricas para México, repuso el periodista. Ella asintió).

“Cuando la escultura de la Diana Cazadora estaba lista para ser enviada a la fundición me llamaron el arquitecto y el escultor para informarme que en Guanajuato, el gobernador quería hacer una fuente similar a Diana Cazadora. Quiere conocerla desnuda y que sea la modelo. Oiga qué le pasa, contesté, yo no me desnudo ante ningún gobernador. Pasamos a otra cosa cuando me dijeron:¿Cuánto quiere usted que le paguemos por haber modelado para la Diana Cazadora? Nada. Lo que quiero es que no se sepa que soy yo la modelo. Se guardó el secreto. Tampoco me pagaron por la figura femenina del monumento a la Expropiación”.

“Ahora quiero cobrarle a alguien” y volteó a mirar a su esposo, el ingeniero Jorge Díaz Serrano, quien la acompañó todo el tiempo de esta entrevista en su casa de la colonia Anzures, que fue de su madre, doña María Luisa Verdayes, donde guarda un acervo de gratos recuerdos. 
     
-¿Dónde ha estado la fuente de la Diana Cazadora?

-Enfrente del Bosque de Chapultepec, cerca de los famosos Leones, fue su sitio original. Cuando iniciaron las obras del Circuito Interior, sobre la avenida Melchor Ocampo, la pasaron a Paseo de la Reforma, frente al cruce de Río Rhin y Niza. Hubo un temblor y se cayó. Luego estuvo perdida en el jardín de Ródano, al lado del Circuito Interior, pero un grupo de artistas de la ANDA la rescató del olvido al solicitar que la trasladaran a su lugar, en Paseo de la Reforma y el cruce de Río Mississippi. Nunca he estado en un acto oficial de los traslados y reinauguraciones de dicha fuente.

“Siempre he sido delgada. Cuando posé tenía 1.62 metros de altura y pesaba 44 kilogramos”.

-¿Cómo reaccionaron sus amistades cuando supieron que usted fue la modelo?

-Creo que les daba mucho coraje. He tenido mucha envidia de la gente, motivada por dos cosas: porque me casé con Jorge y por la Diana.




-¿Cuándo y cómo conoció al ingeniero Jorge Díaz Serrano? 

-Lo conocí en Petróleos, porque él era contratista, tenía citas con el Director y era muy famoso, muy generoso, con gran personalidad y un hombre diferente. Mas que guapo e interesante, era diferente porque yo veía a los hombres y lo veía muy diferente. Una ocasión fuimos a una comida del personal de la Dirección, un 24 de diciembre, en La Ronda y había una silla vacía junto a mí. Cuando llegó él me preguntó que si podía sentarse ahí, contesté que sí, pero había mucha algarabía y me dijo que me invitaba a otro lugar a tomar una copa para poder platicar, acepté. Como no habíamos comido fuimos al Monte Casino y cenamos, como ya era más de las ocho de la noche le dije que me tenía que ir a mi casa, el convino en llevarme y al pasar por una tienda de regalos me dijo que quería regalarme algo de recuerdo y me sugirió una lámpara para la casa, le dije que no porque era muy grande y podría caérseme el techo; esa mesa, no, mejor regáleme ese florero de cristal cortado, posiblemente checoslovaco, no sé, escogí lo más económico, ligero y bonito, aun lo conservo en mi sala junto a una escultura de una Diana Cazadora a escala. 

-¿Qué tiempo duró su noviazgo? 

-La amistad amorosa empezó en 1957 hasta 1986, casi treinta años hasta casarnos. En éste año murió mi mamá y él me dijo: vamos a casarnos, para que no estés sola. Él ya se había divorciado (de la señora Elvia, mamá de los cinco hijos de Jorge Díaz Serrano). Yo no tuve hijos, además ya estaba grandecita cuando nos casamos por lo civil, en la cárcel.

-¿Quiénes fueron los testigos?

-Manú Dorbierer, Margarita Michelena, un hijo de Jorge, unas amigas mías, fuimos doce personas aproximadamente.

-¿Cómo fue la boda religiosa?

-Esa sí fue muy bonita. Fue en San Agustín, en Polanco, fueron como quinientas personas. La recepción fue en el Club de Industriales. La gente muy elegante, muy bonita. Se cumplió el ritual y él me cumplió todo.
-¿Qué siente usted ahora al ver a la Diana Cazadora en su sitio actual?

-Siento bonito, porque representa a la mujer mexicana, que es valiente, que se quita muchas cosas de la cabeza y hace lo que quiere. Es la verdad desnuda totalmente. Tuve el valor de hacerlo en esos tiempos en que se consideró una osadía y, por ello, la Liga de la Decencia mandó ponerle un taparrabo de metal sujetado por detrás con dos tornillos. Rompí las normas morales de la época. No me arrepiento de haberlo hecho. Como mujer resaltó la vanidad.





-¿Qué le dijeron el arquitecto Mendiola y el escultor Olaguíbel cuando terminaron la obra?

-Estaban felices. Bailaban de gusto. Me decían qué bueno que aceptó ser la modelo. Nunca hubiéramos hecho una escultura así sin usted. Hubo una actriz que hacia creer que ella era la verdadera modelo, Ana Luisa Peludo, quien hizo una película llamada Diana Cazadora, pues tenía un cuerpo muy bonito y esbelto. Un día nos encontramos en algún lugar y me dijo: Oye Helvia tú y yo tenemos algo en común. Sí, le dije, la Diana Cazadora. Nada más que cuando yo posé de modelo tú no habías nacido. En el fondo me gusta la figura, fresca y decorativa. Ellos la llamaban la Flechadora del Norte. Las esculturas no llevan flecha. La flecha se la robó un amigo mío enamorado de la escultura, no de mí.

-¿Cómo llegó la escultura original de la Diana a Ixmiquilpan, Hidalgo? 

-La compró el general Alfonso Corona del Rosal, cuando se cayó durante el temblor en 1957 y mandó construir una fuente similar y la puso en la plaza principal, donde quedó muy bonita ya restaurada y sin taparrabo. Vale la pena ir a verla. No recuerdo las medidas de la estatua. 

-¿Hasta cuándo decidió revelar el secreto? 

-Cuando me casé con Jorge, me dije. ¿Por qué me voy a morir sin que se sepa que fui yo la modelo? Platiqué con Jorge y me respondió que sí lo dijera. Lo comenté con unos amigos periodistas que intentaron una entrevista para la revista Siempre. No lo hagas, comentó Jorge. Mejor hacemos un libro de arte muy hermoso y con fotos de Markova. El libro se hizo realidad en 1992 y se tituló El Secreto de la Diana Cazadora. Helvia Díaz Serrano. Un día una amiga me dijo: te hice una entrevista. Cómo es eso. Sí, lo inventé todo.   (Continuará) 

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