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30/12/07

Foto: IRVING CABRERA TORRES

Por quién doblan las campanas
I
Nunc Lento Sonitu Dicunt, Morieris
(John Donne 1623)

Por Citlali Rovirosa-Madrazo

Termina el año. El tradicional balance de los acontecimientos de los últimos doce meses nos lleva, una vez más, a contrastar lo ridículo con lo trágico.

En este balance no podemos evitar recordar los incidentes en Ciudad de México en noviembre último cuando el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y la Iglesia Católica enfrentaron a sus respectivos feligreses en Catedral, lanzándolos como carne de cañón en sendos actos de provocación. Los uno repicaron las campanas. Los otros se picaron y presumieron de indignación. Ambos invocaron la violencia de la intolerancia y abrieron viejas heridas a la nación mexicana.

Recordamos también incidentes en el lejano Sudán cuando una profesora de inglés fue hecha prisionera y amenazada de pena de muerte porque tuvo la osadía de permitir a los niños de una escuela primaria nombrar “Mahoma” a un osito de peluche. Afuera de la prisión un grupo de fanáticos exigían enardecidos la cabeza de Gillian Gibbons, originaria de Inglaterra. Pero la suerte estuvo del lado de la maestra británica cuando representantes de la “Cámara de los Lores” viajaron al devastado país y lograron una negociación con las autoridades sudanesas, gracias a la cual se logró la liberación de la ingenua profesora de inglés.

El último año ha estado marcado por innumerables incidentes que rayan entre lo absurdo y lo trágico, y que ilustran la forma en que el fanatismo se ha adueñado de nuestras vidas: el fundamentalismo laico y el fundamentalismo religioso nos arrastran por igual y se encienden nuevos focos de violencia por intolerancia en todas partes.

Acontecimientos como los mencionado, sin mencionar los más recientes enfrentamientos entre Chiitas y Sunitas en Irak que se asesinan entre ellos mientras se consuma y consolida la conquista neocolonialista; han sido acompañados a lo largo del último año, del resurgimiento de un viejo debate - tan viejo y tan torpe como la humanidad misma: el debate sobre la existencia de Dios. 

La publicación en Inglaterra por catedráticos de la Universidad de Oxford, de varios libros y ensayos académicos  que reviven, o mejor dicho, recrean la torpeza de la discusión entre “evolucionistas” y “creacionistas”; es decir entre aquellos que buscan en la ciencia la explicación de los orígenes del mundo (evolucionistas), y aquellos que la buscan en Dios (creacionistas), ha hecho renacer controversias que recobran importancia más allá de los matices y trascendiendo lo estrictamente teológico o estrictamente científico.

Sin embargo, lo importante es subrayar que el debate ha perfilado y polarizado nuevos antagonismos políticos. Y en este contexto es urgente identificar la manera en que los gobiernos, sus instituciones, los partidos políticos y diversas organizaciones civiles han hecho suyo el debate para adherir sus propias plataformas y sus propias agendas a la postura que más conviene a sus intereses y planes de dominación ideológica y económica. Laclau, también Catedrático en una universidad británica, llamaría a este tipo de procesos un típico caso de formación de “cadenas de equivalencias”.

Así por ejemplo, la ultra derecha en Estados Unidos y México se adhiere al creacionismo para satanizar al homosexualismo o condenar el aborto. Y la  “nueva izquierda” (que en países como México y Gran Bretaña no es más que la derecha matizada), se adhiere al evolucionismo para mortificar y desmerecer al  matrimonio tradicional, y desprestigiar la procreación dentro del seno de la familia tradicional que gradualmente pierde su lugar en el tejido de las sociedades contemporáneas pues las necesidades del capitalismo neoliberal han cambiado y este puede prescindir de la familia - que de hecho parece estorbarle, para su funcionamiento.

No somos pocos los que vemos con desconfianza el juego de los poderosos que enarbolan las respectivas banderas (laicas y religiosas, evolucionistas y creacionistas) a fin de manipular económica e ideológicamente a poblaciones enteras. Este tipo de manipulaciones no son nuevas. Ya en la Europa de Napoleón, en países como Inglaterra, se censuraron las ideas evolucionistas de Lamarck y Darwin por temor a que se tradujeran en revueltas contra la jerarquía divina y por tanto contra las monarquías en ese continente. Pero el Darwinismo no está libre de pecado ni conlleva una superioridad intelectual o moral inherente. Paradójicamente, a pesar de haber sido censurado en el Siglo XIX, el Darwinismo como dogma intocable, ha sido utilizado astutamente desde su establecimiento hasta nuestros días, para afianzar el poder económico de unos cuantos, y para justificar acciones sociales y económicas que atentan contra la civilización, y de manera particular contra las mujeres y las minorías étnicas, tal como mostraré en mis próximas colaboraciones.

No obstante, lo más drástico de todo esto no es que haya resurgido un viejo debate y con él nuevos dogmas, nuevas inquisiciones o nuevas persecuciones y nuevos fanatismos, tanto de tinte religioso como de tinte secular.

Lo grave es que estos debates, junto con el aumento de incidentes de violencia fundamentalista a lo largo de la urbe, han logrado magistralmente desviar la atención de lo que es verdaderamente importante para la humanidad en nuestro todavía joven siglo:

1.- el resurgimiento de la esclavitud y el hambre en el mundo, 
II.- La pederastia y la trata de personas para explotación sexual (y la impunidad institucional como demostró la ignominia del fallo de la SCJN en el caso de Lydia Cacho),
III.- El incremento mundial en la violencia contra las mujeres tal como lo documenta la Organización de las Naciones Unidas en su último informe,
IV.- las crisis ecológicas que algunos enfocan al problema del calentamiento global,
V.- El resurgimiento de las amenazas nucleares con el reposicionamiento de los países involucrados,
VI.- el genocidio y aniquilamiento de diversos pueblos, particularmente el palestino y los problemas de migración a nivel mundial;  
VII.- Los más recientes “avances científicos” que nos ubican en la antesala de la clonación humana, sin duda, una de los más nefastos legados del año que termina.

En el 2008 podríamos ser testigos de la forma siniestra en la que el debate “evolucionismo-creacionismo” se reposicione para legitimar y legalizar la clonación humana, mientras los respectivos fanatismos se ciegan a este y otros peligros afines y amenazas a nuestra civilización.

citlali12@btinternet.com
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30/05/07

Abortar o no abortar.  
Esa no es la pregunta
           

Citlali Rovirosa-Madrazo

III  de VII

Los jerarcas se enfrentan entre sí.
¿Qué tienen en común los siguientes nombres propios?
Cardenal Norberto Rivera Carrera, (Arzobispo de México), Carlos Reyes Gámiz (Secretario General del Partido de la Revolución Democrática PRD), Eduardo Medina Mora (Procurador General de la República), Manuel Mondragón y Kalb (titular de Salud del Gobierno del Distrito Federal), José Luis Soberanes (Presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos), Marcelo Ebrad (Jefe de Gobierno del Distrito Federal), Armando Martínez (Presidente del Colegio de Abogados Católicos), Víctor Hugo Círigo (Lider de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal), Ricardo Ruiz Suárez (Presidente del PRD en el Distrito Federal), Bernardo Batiz (Secretario de Justicia y Seguridad del llamado "Gobierno Legítimo”), Jorge Serrano (dirigente de ProVida), Hugo Valdemar Romero (vocero de la Arquidiócesis de México), Jorge Carpizo (ex - Ombudman de México), Sergio Salvador Aguirre Anguiano (Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación).
Tienen en común un disonante eco de lo viril, cierto rechinido masculino.

Son los nombres de algunos de los protagonistas principales en la tragicomedia del debate sobre la despenalización del aborto. En común tienen el simple hecho de que no son nombres propios de mujeres.

En la lista, que no podemos ampliar por razones de espacio, figuran otros medianos y altos jerarcas tanto de la iglesia como del estado y se extiende además a  varios nombres que incluyen a ciertos catedráticos, juristas, constitucionalistas y  jueces, todos ellos también del sexo masculino. 

Son los patriarcas de las ligas menores y las ligas mayores, que debaten (¿o se disputan?) el destino del cuerpo de la mujer y sus frutos.

Unos hablan en nombre de la fe, otros en nombre de la democracia. Todos hablan a nombre de la mujer.
Otros son más honestos, o quizá ingenuos, (¿o serán cínicos?) y apelan directa y abiertamente a su interés en la disputa de la soberanía política y territorial - no la del mapa del vientre en el cuerpo femenino al que todos dicen proteger, sino la de “la federación” como se le denomina en la modernidad al aglomerado de tribus patriarcas; en tanto que los otros apelan a la soberanía divina entendida por la Iglesia Católica como la supremacía y la omnipotencia del Reino del Dios en la tierra, según la cual “ninguna actividad humana, ni siquiera en los asuntos temporales, puede sustraerse a la soberanía de Dios" (Lumen Pentium, 36).
Los de la lista arriba citada son pues, algunos de los nombres de quienes invocan la defensa de la soberanía, y desenvainan, prestos a todo sacrificio (de lo propio y de lo ajeno) para defender sus posturas. Ah¡ soberana soberanía. Ancestral cuento de cuentos, arrullo con el que mecieron las cunas de todos los hombres, cáliz del que bebieron los hombres en la tradición secular para la formación de su orgullo: el mito fundacional del paradigma secular de “soberanía”, entiéndase, es una mala copia del paradigma eclesiástico. Ambos se atribuyen poderes soberanos que nos afectan de manera paralela.
Pero volvamos a nuestra lista. Es cierto que en el debate sobre la despenalización del aborto en las últimas semanas también se han posicionado los nombres de algunas notables mujeres, legisladoras, académicas y representantes de prestigiadas ONGs que intentan hacerse escuchar, a menudo sin lograr salirse de las normas del juego, sin lograr trascender el guión previamente escrito… por otros hombres (y acaso un puñado de mujeres), sin poder desvincularse de los paradigmas y las fronteras previamente establecidas, sin poder formular el problema desde otras fronteras, sin contemplar siquiera la posibilidad de transgredir el formato del debate.

La formación discursiva dentro de la cuál se enmarcan las discusiones sobre la despenalización del aborto está impregnada de prejuicios, mitos, temores, errores epistemológicas, ignorancia del pensamiento teológico e ignorancia del pensamiento político occidental, arrogancia monumental de todas las partes, además de otras calamidades y fenómenos inherentes al lenguaje humano, tales como lo que el alemán Nicholas Luhman llamó el  círculo autopoiético del discurso jurídico (y otras aberraciones y mezquindades del derecho y la política).

Pero más allá de toda complejidad y toda paradoja (doctrinaria, filosófica, jurídica, teológica, linguística y moral) que predeterminan la discusión sobre la legalidad o ilegalidad del aborto, llama la atención el tono bélico del debate: “La movilización (…) en la que vamos a exponer los argumentos de la mala actuación del Ombudsman nacional (…), sólo será el inicio de una gran batalla en la que también tendremos un arsenal de acciones jurídicas para litigar en la Corte", advirtió beligerantemente el Secretario General del PRD, Carlos Reyes Gámiz hace unos días. En este belicismo, la voz de la mujer sigue predominantemente silenciada. Marginada. Sumisa sigue hasta en su más íntima intuición.
En las últimas semanas como se sabe, el conflicto tuvo un giro dramático. La CNDH y la PGR anunciaron su decisión de interponer ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación JCJN el recurso de inconstitucionalidad contra la despenalización del aborto en el DF.
Algunos observadores han opinado que esto ha sido orquestado por el gobierno Federal en su cruzada conservadora para golpear al Gobierno del Distrito Federal y debilitarlo.  Seguramente. Pero conviene preguntar ¿qué pasó con los legisladores de la ALDF, se habían olvidado de los antecedentes de la iniciativa enviada en agosto del 2000 a la misma asamblea legislativa por la primera mujer Jefe del Gobierno del Distrito Federal a fin de modificar el código penal en materia de aborto?, ¿no hicieron su tarea y no investigaron debidamente los antecedentes jurídicos del tema, o simplemente fueron ingenuos y pensaron que sus contrincantes no iban a cumplir con sus amenazas de llevar la reforma la Corte como sucedió en 2002? O, ¿será que quizá sabían perfectamente lo que vendría pero no les importó precisamente porque su objetivo central era generar “movilizaciones” y “movimiento” - un movimiento en el tablero de ajedrez en la contienda entre el PAN y el PRD ahora claramente perfilada como una pugna entre el gobierno federal y el gobierno local?
¿Era esto lo que se buscaban, abrir otro frente en la guerra entre el gobierno de Felipe Calderón y el gobierno de Marcelo Ebrad escalando las hostilidades entre ambas jurisdicciones, en cuyo caso el tema de la despenalización del aborto que supuestamente habría sido una reivindicación en si misma para la mujer, pasaría ahora a ser secundario?
Como mujeres, y como ciudadanas, no podemos cegarnos antes esta posibilidad. A menudo, a lo largo de la historia, las instituciones como las que se disputan el destino del cuerpo femenino se han comportado como caballeros que pactan límites jurisdiccionales con el honor: “tú no entras a mi territorio, yo no entro al tuyo”- pero esas frágiles y efímeras líneas divisorias se rompen o desdibujan según las circunstancias y según la “correlación de fuerzas” en el tablero político de los poderosos.

Trágicamente hoy el tema del aborto en México amenaza no sólo las fronteras pactadas entre Dios y Cesar, sino amenaza las fronteras pactadas entre la federación y el gobierno local.

En ambos casos, las mujeres una vez más salen perdiendo. Ellas y sus vientres convertidos en rehenes, tienen poco poder real de decisión, porque las premisas sobre el problema del aborto y su posible solución se han construidos sobre intereses estratégicos de orden económico y del orden imaginario de la “soberanía” patriarcal (divina o secular), y,  simultáneamente, sobre un dilema aparentemente falso: el derecho de la mujer a decidir, contrapuesto al derecho a la vida del embrión, temas que exploraremos en las próximas contribuciones.

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12/07/07

Abortar o no abortar.                      
Esa no es la pregunta
                                                                                                    

Citlali Rovirosa-Madrazo

IV de VII

En su país G.W Bush se opone vehemente al aborto. En el resto del mundo…
Control estratégico del cuerpo o control de población en la era de los bio-combustibles.

El gobierno de George W. Bush perfecciona estrategias para la creación y consolidación de la industria agro-combustible y prepara al planeta para imponerle, cultural y económicamente, la producción masiva de bioenergéticos como alternativa al petróleo a costa de la soberanía alimentaria y la devastación ambiental de los países más débiles. Entre tanto las mujeres siguen aceptando pasivamente complejas políticas mundiales de población establecidas por la comunidad internacional en las cuatro últimas décadas.
Como se sabe, el presidente Bush ha decidido que el maíz y otros cereales que han constituido la base alimentaria de gran parte de la población mundial por siglos, serán la materia prima adecuada para producir biocombustible destinados a rescatar y fortalecer su economía tras el fracaso de su guerra en Irak.
De hecho ya logró convencer a algunos mandatarios de las virtudes del etanol, como podemos ver por la declaración al diario La Jornada del Presidente de Brasil Luiz Inacio Lula en la reunión del G8 en Heiligendamm Alemania: “La transformación de los biocombustibles en "commodities internacionales" (sic) y la propagación del uso del etanol y del biodiesel ayuda a democratizar el acceso a la energía, disminuyendo la dependencia mundial de las reservas finitas de hidrocarburos” (8-V-2007).
En contraste con el optimismo de Lula, otros opinan que con semejante política no habría recursos en el planeta suficientes para alimentar y dar de beber a una generación más de humanos. Toda una generación de jóvenes hoy, y sus hijos y los hijos de sus hijos - si es que sobreviven - enfrentarían hambruna total a lo largo y ancho del planeta, tal como advierte en sus más recientes publicaciones el presidente Cubano Fidel Castro en el diario Grama, reproducidas en este país por el diario La Jornada.  Para el presidente cubano, a diferencia de su homólogo brasileño, la nueva política energética de Bush a nivel mundial “no significa otra cosa que la internacionalización del genocidio” (6-IV-2007).
En el mismo artículo Castro Ruz  se pregunta “¿Dónde y quiénes van a suministrar los más de 500 millones de toneladas de maíz y otros cereales que Estados Unidos, Europa y los países ricos necesitan para producir la cantidad de galones de etanol que las grandes empresas norteamericanas y de otros países exigen como contrapartida de sus cuantiosas inversiones? ¿Dónde y quiénes van a producir la soya, las semillas de girasol y colza, cuyos aceites esenciales esos mismos países ricos van a convertir en combustible?” (ídem).
La amenaza del poder monopólico que detentan las grandes corporaciones transnacionales sobre los alimentos básicos de la población mundial y las amenazas de la nueva industria bioenergética, son en realidad algunos de los temas que las mujeres que quieren reflexionar seriamente sobre el tema del aborto deben contemplar. El impacto devastador de las nuevas políticas energéticas será mayor en los países no industrializados donde se concentra la mayoría de las mujeres pobres. México no es la excepción.

Por ello llama notablemente la atención que el debate sobre el tema del aborto haya resurgido en el resto del continente de manera paralela al lanzamiento de las nuevas políticas energéticas, aunque es probable que sólo se trate de una de esas irónicas coincidencias de la historia.

Pero, de todas formas, ¿cabe la especulación de que los jerarcas de los gobiernos del continente (y del mundo) y las grandes corporaciones trasnacionales recrean estrategias para hacer frente a los problemas económicos y ecológicos de hoy promoviendo de manera simultánea (i) la nueva agenda energética, y (ii) nuevas legislaciones y políticas de salud reproductiva? Estas últimas, no debemos olvidar, van acompañadas de políticas de educación sexual todavía poco ensayadas pero claramente enmarcadas dentro de políticas globales de población basadas en un paradigma de desarrollo que tiende a oponer crecimiento económico con crecimiento de población.

¿Podemos por tanto  identificar en un mismo “paquete” nuevas amenazas y afanes de control estratégico - llámenle control de energéticos y alimentos, control de población, aborto, salud reproductiva, planificación familiar, e incluso esterilización?

Estas políticas (bio-energéticos y población) en las que está en juego la soberanía alimentaria de las naciones empobrecidas, atentan directamente contra la soberanía del cuerpo femenino, el cuerpo biológico del grueso de la población femenina, - no la de una minoría privilegiada que puede financiar tanto abortos en condiciones salubres como alimento, techo, salud y educación de los hijos que sí nacen - sino la de la enorme mayoría de la población femenina que no puede ni acceder a abortos salubres, ni acceder a alimento para los hijos que retiene.

La escalada y la beligerancia que presenciamos en torno a la despenalización del aborto en los últimos meses en ciudad de México, extendida ya por todo el continente, ¿se deberá a que a todas las instituciones y corporaciones del patriarcado  (y no sólo la iglesia, como aseguran algunos políticos y académicos miopes o hipócritas) les interesa el control estratégico del cuerpo (y el alma) femenino?
Hoy más que nunca no podemos olvidar que el control estratégico del cuerpo también es control poblacional.
El control del cuerpo no es solamente el control ideológico y moral del trillado moralismo conservador de la derecha.
El control del cuerpo es también control de la izquierda hipócrita que (a menudo inspirada en lecturas amateur de ciertos filósofos como el francés M.  Foucault), no logra ir más allá de una mera crítica a la derecha mojigata a la que identifica, erróneamente,  como el principal problema en la mesa y las sábanas de las mujeres.
En realidad pareceríamos estar frente a un giro histórico en el control estratégico del género femenino, el mayor productor, recordemos, de mano de obra barata, el mayor productor (biológico) de ejércitos de guerreros y artesanos, de esclavos, de trabajadores agrícolas; el mayor generador pues de la toda riqueza material y humana que requiere el capitalismo neoliberal para su perpetua reproducción. ¿Se nos olvida acaso que no hay producción de riqueza alguna sin “la mesa puesta”, es decir no hay jerarcas, ni comandantes, ni comerciantes, ni burócratas, ni obreros, ni científicos, ni esclavos que puedan sobrevivir sin la mano de obra barata de la mujer y su simultánea capacidad de reproducción biológica?

Para que ésta sea rentable económicamente y mantenga simultáneamente viva (o paralizada, según sea la demanda…) la línea de producción biológica, “alguien” debe controlar su vientre y sus frutos (además de su mente). Este “alguien” históricamente se ha conformado de (i.) las instituciones de los estados laicos, (ii.) las corporaciones industriales (sobre todo la farmacéutica) y (iii.) las instituciones religiosas.

De Ciudad de México (1975) y de ésta a Cairo (1994) y Beijín (1995) -  ciudades donde se celebraron las conferencias internacionales más importantes sobre población, han transcurrido cuatro décadas. Salvo los notables casos de “empoderamiento” (por medio de la promoción de la educación y participación política de las mujeres), o los notables casos de reformas legislativas orientadas a proteger y fomentar derechos civiles y políticos de la mujer, y orientadas a proteger la salud femenina (particularmente salud materno-infantil), así como destacados instrumentos y convenciones internacionales destinados a promover los derechos culturales, económicos y sociales de la mujer; salvo todo lo anterior, la situación de la mujer es lamentable y precaria: prevalecen la violencia, la discriminación, la desigualdad y la pobreza. ¿Alguien todavía lo duda? Algunas políticas de salud reproductiva que respondieron a la demanda de organizaciones, gobiernos, académicos, agencias internacionales, representantes religiosos incluyendo El Vaticano y demás actores que se dieron cita en las mencionadas conferencias y que han trabajado incansablemente desde entonces, han generado cierto consenso y algunos resultados indiscutiblemente positivos, pero su verdadero impacto en la vida de las mujeres en el Siglo XXI sigue siendo una gran interrogante.

¿Por qué no se ha logrado romper el círculo de la pobreza en la población femenina y la población infantil? ¿Por qué el aborto todavía es considerado un método primario de control de natalidad en muchos  países?
¿Por qué el presidente G W Bush se opone vehemente al aborto dentro de Estados Unidos pero al mismo tiempo guarda silencio sobre el rumbo que ha tomado el tema del aborto en las mencionadas conferencias mundiales de población que influyen incisivamente en las políticas de población de los países pobres?
¿Será de que, después de todo, algunas organizaciones tan desairadas por la izquierda ortodoxa llevan razón al recordarnos que las políticas de control de la población como las que conocemos hoy, tienen sus orígenes en obscuros intereses geopolíticos y económicos de Estados Unidos? Al respecto, cabe mencionar un llamado “Documento 2000” del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, aprobado, según el historiador español Miguel Argaya, el 10 de  diciembre de 1974 por el presidente Gerald Ford y dado a conocer décadas después. En dicho documento, citado por el mismo Argaya, (y de cuyas fuentes y versión originales no he podido corroborar), se leen las siguientes cláusulas que conviene citar:
“Punto 19: Los actuales factores de población en los países menos desarrollados  suponen un  riesgo político  e incluso problemas de seguridad nacional para los Estados Unidos”.
“Punto 30: Los países con interés político y estratégico especial para los Estados Unidos son India, Bangla Desh, Pakistán, Nigeria, México (...) El Presidente y el Secretario de Estado deben tratar específicamente del control de la población mundial  como un asunto de la máxima importancia”
 “Punto 34: Para tranquilizar a otros respecto de nuestras intenciones, debemos hacer énfasis en el derecho de los individuos y las parejas a decidir libre y responsablemente el número y el espaciamiento de sus hijos, el derecho a recibir la información, educación y nuestro continuo interés en mejorar el bienestar de todo el mundo. Debemos utilizar la autoridad del Plan Mundial de Población de las Naciones Unidas” (citado por M. Argaya en, diario ABC de Toledo 25-V-2000).   
Para Miguel Argaya el aborto a nivel mundial, es, -“por encima de todo, un acto de imperialismo brutal a cuenta de los países ricos sobre los pobres. Y esta práctica no se puede aislar de los intereses del Fondo para la Población de la Naciones Unidas”, fundación creada y financiada – subraya Argaya - a iniciativa de los Estados Unidos para camuflar sus intereses en las campañas contra la natalidad para el Tercer Mundo”. (ídem).
Si para sobrevivir, los estómagos de billones de niños hambrientos en el mundo tendrán que competir con los tanques de gasolina de los cuatro por cuatro a los que G W Bush quiere alimentar con etanol, entonces el referido “Documento 2000” cobra una nueva y despiadada relevancia.  Y la inconsistencia del Presidente Bush sobre el tema aborto también…
El debate sobre los intereses geopolíticos y económicos detrás de las políticas de población es sumamente complejo y se remonta décadas atrás. Las mujeres preocupadas por el tema del aborto debemos conocer y leer entre líneas los argumentos de todas las partes implicadas. Con información y conocimiento podremos estar en una mejor posición para revindicar el “derecho a decidir”, o mejor dicho, para decir que estamos en condiciones de definir lo que significa decidir.
Concluyo esta entrega con  una cita de Marie Smith, una de las feministas norteamericanas más controversiales de los últimos años:
“El aborto no pone un plato de comida o agua potable en la mesa de la mujer”. (The American Feminist vol. 12 no. 1, p20).
A lo que yo agregaría: el aborto no devuelve el maíz o las tortillas a la mesa de las mexicanas.

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05/07/07

Abortar o no abortar.                      
Esa no es la pregunta

V/ VII                                                                                        

Citlali Rovirosa-Madrazo (Paradig_mas)

 

Castración “light" para los caballeros.
 Aborto, esterilización y mutilación para las “damas”.

De cómo el patriarcado se sigue protegiendo.
En las últimas semanas, mientras el debate sobre el aborto resurge en Escocia y el resto del Reino Unido, comienza de manera paralela, un acalorado debate sobre cómo afrontar el problema de la “pederastía”  en ese país. Siguiendo los pasos dados en algunos lugares como Florida y California en Estados Unidos, el gobierno británico anunció nuevas medidas para “hacer frente a los infractores de delitos sexuales”. El ahora ex secretario del interior británico John Reid, anunció un paquete de medidas para “proteger a los menores de la pederastía”. Dentro del paquete informó que se  pondrán a prueba “medicamentos para… reducir el apetito sexual (sic) de los pederastas”.

                                                                     
A este tratamiento que consiste en suministrar hormonas para “inhibir la libido”, se le denomina “castración química” y se ha implementado aisladamente desde hace algunos años en otros países.
Pero el uso del término “castración química” provocó la reacción de algunos académicos como el “profesor emérito” John Guillebaud del University College London quien dice estar sumamente preocupado porque… el término es “estigmatizador” para los caballeros. A su juicio, el problema de la “pederastía” no es un problema moral sino un problema médico-hormonal. En una nota del diario londinense The Independent se afirma que proponer castración química para infractores sexuales significa “una forma farmacéutica de atenuar o disminuir (el) apetito sexual anormal”. “Hay - dice preocupado el Señor Guillebaud - una especie de reversión sexista (sic) que no logra reconocer  (el hecho de que) todos los hombres, al igual que las mujeres, son impulsados hasta cierto punto - y algunos hombres hasta puntos peligrosos – por las hormonas” (The Independent 14-VI-2007).
En otras palabras, para el Señor Guillebaud, como para algunos activistas en Estados Unidos que se opusieron a la castración química años atrás, el problema de la violación de menores es ante todo un problema hormonal, no es un delito o un crimen moral sino una condición médica.
De manera paralela, del otro lado del Atlántico,  la Asamblea Legislativa del Distrito Federal dio a conocer importantes cambios en el Código Penal del Distrito Federal y “endureció las penas contra quienes abusen y hostiguen sexualmente a menores de 12 años en la ciudad de México” (El Universal 29 -VI -07).  Sin embargo los delitos contra los menores que pasan los 12 años no entran en la misma categoría, como si los crímenes sexuales contra los niños y adolescentes en este grupo de edad fuera menos grave.
Este tipo de inconsistencias y maniobras retóricas, ilustra como las fronteras morales y las fronteras legales en torno a la sexualidad se dibujan y desdibujan a lo largo de la historia según los intereses políticos, ideológicos y económicos patriarcales del momento. A esto, a la batalla por determinar legal e ideológicamente lo que es válido o inválido con el cuerpo humano, le podemos llamar la batalla por el monopolio del poder coercitivo sobre el cuerpo. Y en esta batalla en la que han jugado todas las instituciones de las jerarquías patriarcales establecidas históricamente, las mujeres han hecho lo suyo.  Es en este contexto que podemos entender algunos aspectos del discurso pro-aborto de las últimas décadas.
Como se sabe, las narrativas que en la historia contemporánea construyen la apología del aborto surgen con  el advenimiento del feminismo desde el siglo VXIII y hasta principios del siglo XX cuando algunas mujeres en Europa y Norteamérica se revelaron contra una sociedad que las obligaba, a menudo por medios coercitivos, a ser madres, y, que restringía su función y estatus social y “estatus metafísico” a la maternidad. Esta rebelión dio lugar a una serie de teorías que explican la sistemática subordinación de la mujer en virtud de las diferencias biológicas de los sexos. Sin haber conformado un pensamiento homogéneo, y con sólo algunos fundamentos de consenso universal de incuestionable trascendencia histórica,  el feminismo produjo una serie de corrientes y teorías que a  la fecha no logran ponerse de acuerdo, ni política ni epistemológicamente, y mucho menos estratégicamente, en torno a los temas medulares de la llamada liberación femenina.
En este contexto, algunas mujeres que hoy representan o se sienten representadas por una de las múltiples corrientes del pensamiento feminista occidental inspirado, entre otras, en la obra de la legendaria Simone De Beauvoir,  opinan que el aborto es un “derecho” imprescindible para posicionarse en “igualdad de condiciones” en la batalla por el cuerpo. Suponen que la libertad de optar por el aborto es un acto de legitimación y ratificación de su autonomía y en este presupuesto fundamentan lo que han llamado el “derecho a decidir”.
Al hacer esto - más allá de los argumentos morales y doctrinarios sobre el derecho a la vida del embrión – las mujeres pierden de vista que el “momento de la decisión”, el único momento en el que se podría hablar de decisión absoluta y soberana en la batalla por la autonomía del cuerpo femenino, habría sido (salvo, claro está, en casos de violación) el instante previo al consentimiento a la relación sexual que eventualmente resulta en el embarazo. Hablar de autonomía y derecho a decidir a posteriori, es decir, tras “hecho consumado”, es un error epistemológico. Hablar de decisiones a posteriori es fundamentar derechos en una falacia, pero este tema en específico será objeto de mi próxima contribución.
Ahora bien, cuando la izquierda ortodoxa en México se lanza contra los argumentos doctrinarios de la iglesia católica acusándola de querer ejercer el monopolio del poder sobre la manipulación del cuerpo humano está - conciente o inconcientemente- perdiendo de vista que todas las instituciones patriarcas han incurrido a lo largo de la historia en la manipulación del cuerpo femenino. Recurrir al pensamiento del filósofo francés Michel Foucault como algunos articulistas hicieron en los últimos meses, para desacreditar los argumentos de la derecha neoconservadora, denota en realidad un error epistemológico y torpeza analítica - en el mejor de los casos; perversión y deshonestidad en el peor de los casos. El lúcido filósofo francés no desarrolló su complejo análisis pensando que éste se “aplicaría” exclusivamente al análisis del discurso de las instituciones conservadoras. Una lectura estricta de Foucault nos debería de llevar a concluir que, en última instancia la izquierda y otras expresiones del liberalismo laico incurren en lo mismo que tanto critican a la iglesia: buscar el monopolio del poder sobre el cuerpo, querer mandar sobre el cuerpo femenino, tal como argumenté en mi última entrega en referencia al tema del control de población. Foucault no escribió para ser leído selectivamente. Si en algo debemos recurrir al pensamiento de este notable intelectual que, por cierto, habría que leer apoyados en lecturas de sus contemporáneas francesas como la feminista Hélen Cixous; es para ayudarnos a ubicarnos por encima de los discursos y por encima de las dualidades y de todas las instituciones que sutilmente manipulan o transforman la narrativa sexual para afianzar sus intereses propios. En otras palabras, para hablar de autonomía y derecho a decidir, debemos identificar el dogmatismo y oscurantismo presente no sólo en las fuerzas neoconservadoras sino en las instituciones laicas de la izquierda misma, e incluyendo además las industrias farmacéuticas y cosméticas como veremos en las próximas contribuciones.

Pero volvamos brevemente al titulo de nuestro artículo. “Castración “light" para los caballeros. Aborto, esterilización y mutilación para las damas”. En una publicación reciente, la historiadora norteamericana  Johanna Schoen hace un recorrido por la historia de la campaña de esterilización que desde principios de siglo y hasta la década de los setentas en Carolina del Norte, arrasó con más de sesenta mil de mujeres quienes fueron esterilizadas en contra de su voluntad. En su libro “Choice and Coercion” (The University of North Carolina Press), cuenta desgarradoras historias de cómo las mujeres de los estratos sociales más vulnerables y de las minorías étnicas hispánicas y negras, fueron sometidas por el gobierno y las instituciones médicas y farmacéuticas a la esterilización forzada. Esta castración masiva de mujeres, conocido como “eugenesia”, tuvo lugar dentro de un contexto internacional caracterizado por políticas públicas de control de población inspiradas en el concepto de la “mejora y purificación de la raza”. Nadie olvida en este sentido los crímenes de Adolfo Hitler que, por medio de los programas eugenésicos para “mantener una raza pura” legitimó la práctica masiva de la eugenesia.

En efecto, los nazis realizaron amplios experimentos en seres humanos vivos para “comprobar” sus teorías genéticas, lo que llevó al régimen Nazi durante los años 1930 y 1940, a esterilizar forzosamente a cientos de miles de personas a las que consideraba mental y físicamente inferiores. A finales del siglo XIX y principios del XX se promulgaron en Estados Unidos leyes estatales que forzaban la esterilización de los enfermos mentales a fin de “evitar la transmisión de las enfermedades mentales”. Estas leyes no fueron abolidas sino hasta la posguerra. Pero en  lugares como Carolina del Norte la práctica de la eugenesia prevalecía hasta principios de los setentas como revela Johanna Schooen en su espléndido libro, en tanto que en países del “tercer mundo” como Guatemala, Brasil e India y México se registraron casos aislados de esterilización forzosa durante mucho tiempo después de este periodo. El caso de Perú por ejemplo pasó desapercibido cuando entre 1997 y 2002 se esterilizaron a poco menos de un cuarto de millón de mujeres, la mayoría indígenas, bajo las políticas de control de población dictadas por la administración del Presidente Alberto Fujimori (BBC 24-VII-2002).

Aunque la eugenesia fue eventualmente abolida en Estados Unidos y desde los setentas dejó de practicarse legalmente en ese país, la historia no termina ahí como confirma el trágico caso de Perú: en la eugenesia encontramos además las raíces mismas de (i.) la millonaria industria anticonceptiva que hoy domina el mercado, y que determina en buena medida, el marco ideológico y cultural dentro del cual se diseñan las políticas de salud reproductiva de hoy, y, (ii.) la ciencia genética con complejas y controversiales iniciativas incluyendo el llamado “proyecto del genoma humano” que, junto con otros  avances de la genética y la embriología podría tener consecuencias inimaginables en relación a uno de los poderes reales de la mujer: el poder reproductivo.

Ahora bien, ¿cómo entender que en nuestras civilizaciones se haya permitido y legitimado la eugenesia que ultrajó y arrasó con la fertilidad de cientos de miles de mujeres inocentes, y, hoy, la castración química para castigar a los violadores sea rechazada, o en el mejor de los casos renuentemente aplicada en voluntarias dosis “light”? ¿Cómo entender la eugenesia en pleno Siglo XXI, y cómo comprender que prevalezcan diversas prácticas comola mutilación genital (implementada en algunas sociedades Africanas), como formas comunes de controlar al cuerpo femenino y su capacidad y función reproductora?
Mientras en algunos países como Inglaterra se puede vislumbrar posibles tendencias para “des-criminalizar” a la “pederastía” (tal como vemos por las declaraciones del académico arriba citado),  y, mientras las anunciadas reformas al Código Penal en el Distrito Federal relativas a la trata y violación sexual de menores, parecen tibias y se quedan cortas; las voces que quieren penalizar el aborto se intensifican. Es la hipocresía mayúscula del patriarcado: lo que los varones hacen con sus cuerpos, incluyendo la violación de menores no se castiga contundentemente, lo que las mujeres hacen con sus cuerpos (dejando de lado por un momento  - y sólo por un momento, el tema complejo de la vida del embrióndentrodel útero), se penaliza implacablemente.
Como brujas en la hoguera en las épocas medievales, las mujeres que se sienten orilladas a recurrir a la desesperada medida del aborto son criminalizadas, como si la concepción del embrión hubiera sido un acto unilateral y como si los caballeros no hubieran tenido nada que ver con el embarazo. Esta es la caricatura del proceso: “el varón deposita el esperma, el macho se retira, el macho decide que no quiere responsabilidades, el macho se ausenta, el macho establece “la mayoría de edad” del embrión y sentencia cuando es “aceptable” abortar, el macho decide si hay que penalizar (o despenalizar). El macho juzga, el macho condena, el macho reafirma su autoridad y el varón… repite el mismo ciclo otra vez”.
Entre tanto, tal como las pacientes psiquiátricas en la Inglaterra Victoriana en la que las mujeres que quedaban embarazadas fuera del matrimonio (ya fuera por violación sexual o por consentimiento) eran encerradas en hospitales psiquiátricos, las mujeres hoy siguen cargando solas toda la responsabilidad del embarazo no deseado (y la de los deseados también, pero eso es harina de otro costal).
Hoguera pues y asilos psiquiátricos o cárceles para las mujeres que trágicamente ponen fin al embarazo; el cielo para los caballeros que las dejaron preñadas y se esfumaron. Y para los “pederastas”, “castración light” con su flamante título de un nuevo estatus médico-hormonal.

citlali12@btinternet.com


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19/07/07

Abortar o no abortar.          
Esa es la pregunta

Citlali Rovirosa-Madrazo VI de VII

El retorno de Frankenstein o la batalla por las células troncales.

De aborto, genética, guerra y poder.

Fue un libro de ciencia ficción el que dividió a una de las escuelas feministas de mayor influencia en la década de los setentas. Visionaria en más de un sentido, la obra de Marge Pierce vino a ilustrar la postura de algunas feministas radicales como la controversial Shulamith Firestone. Evocando una lectura “biologicista” del marxismo, Firestone aboga por una revolución que habría de conducir al control de losmedios de re-produccióncomo la única alternativa para poner fin a la opresión de la mujer. En esta visión, las relaciones de re-producción (no las relaciones de producción como planteaba el marxismo clásico) constituyen el “motor de la historia” que las mujeres habrían de transformar para propiciar la verdadera liberación femenina; tal es en breve la propuesta en su libro “La dialéctica del sexo”.

Inspirada en estas ideas, Marge Pierce escribió Woman in the edge of time, una de las primeras novelas de ciencia ficción que recrea el tema de la “abolición” de la biología reproductiva y la maternidad. La novela describe un mundo futurista – “mattopoisset” - en el que la reproducción biológica de la mujer es delegada a la industria reproductiva que la viene a desplazar de manera irreversible. Esta transferencia absoluta tiene como fin liberar a la mujer tanto de sus ataduras biológicas como de sus ataduras sociales y se alcanza cuando la reproducción y la maternidad son controladas plenamente por fuerzas ajenas al cuerpo de la mujer.

A poco menos tres décadas de su publicación, la ficción dejó de serlo y, en “un abrir y cerrar de ojos”, la ciencia rebasó la imaginación de Pierce y además le tomó la palabra a Shulamith Firestone. A decir verdad, la ingeniería biomolecular, la genética y la tecnología reproductiva no han descansado desde mediados del siglo pasado. Este hecho, junto con el surgimiento de las llamadas “ciencia del genoma humano” y “reprogenética”, plantea nuevas y urgentes consideraciones para el debate sobre el aborto. Veamos por qué.

En el mes de mayo, se publicó una noticia (Reuters 23V2007) que al parecer pasó desapercibida: funcionarios de salud en Estados Unidos anunciaron la aprobación por la “Administración de Alimentos y Fármacos” de Estados Unidos (FDA) de una píldora anticonceptiva que suprimiría indefinidamente el periodo menstrual… ¿El sueño de toda mujer que aborrece los sangrados mensuales... o, las aspiraciones de Drácula y Prometheus de beber sangre y alimentarse de fuego?
Un “supresor” de la menstruación ¿como “medio anticonceptivo”, y, sin riesgos probados para la esterilidad sustentable de la mujer?... sí, cómo no…
Desapercibida también pasó esta otra noticia publicada hace apenas unos días: científicos en Israel anunciaron que aislaron en laboratorio los óvulos aún no maduros de una niña menor de edad. Efectivamente, investigadores del departamento de obstetricia y ginecología de la Universidad de Hadassah en Jerusalén, se aventuraron a extraer óvulos de una niña de cinco años de edad y cultivarlos hasta su madurez en el laboratorio (The Daily Telegraph 2VII2007).

Y, unos meses atrás se difundía en ese mismo país la noticia sobre una campaña para congelar espermatozoides de soldados enlistados para la guerra. En efecto, en Israel se interpuso un recurso legal para utilizar esperma congelados de jóvenes soldados que estipulen su deseo de reproducirse post mortem, según un fallo sin precedentes dictado por un Tribunal de Familia en la ciudad de Ramat Gan (Haaretz 16I2007). Fue así que la madre de un joven soldado fallecido en Gaza en 2002 obtuvo derechos sobre el esperma congelado de su hijo para utilizarlo a fin de fecundar los óvulos de una mujer seleccionada en una convocatoria pública, según una nota de NBC (18I2007). A decir de la fundadora de “Nueva Familia”, la organización que promueve la institucionalización de “testamentos biológicos”, durante la guerra en Líbano el verano pasado “más de 100 soldados la abordaron para estipular por escrito su deseo de que si mueren en combate, se garantice su continuidad” (El Universal 29I2007).

Si fuéramos espías de otras galaxias asomándonos por las ventanas rotas del planeta de los humanos, nos resultaría imposible entender cómo una civilización puede mandar a la carnicería de la guerra a sus hijos y al mismo tiempo congelar sus semillas. Si de lejos viniéramos, nos costaría trabajo comprender la institucionalización de la guerra y la institucionalización de la vida artificial como productos de una misma civilización. La industria bélica y algunos aspectos de la industria reproductiva, concluiríamos, sólo pueden ser posibles de manera simultánea en un mundo de idiotas. Concluiríamos además que es intrigante que el desarrollo de una nueva fase de la “repro-genética”coincida con los crecientes debates internacionales sobre el tema del aborto. ¿Una mera casualidad?

Si el de Israel no hubiera sido un estado creado por la comunidad internacional aquel histórico mayo del 1948, quizá no llamaría tanto la atención que en ese país se hubieran conocido noticias como las arriba mencionadas.

Consumado como una realidad política y jurídica del derecho internacional a sólo unos años de las atrocidades del holocausto Nazi que causó la trágica y abominable muerte de millones de seres humanos, el Estado de Israel logró en sólo unas décadas consolidar de manera ejemplar todas sus instituciones, incluidas universidades e instituciones de investigación científica. Dadas las calamidades históricas de la persecución de su pueblo y siendo hoy día un estado permanentemente amenazado y sistemáticamente acosado tras el advenimiento del llamado terrorismo internacional, podría parecer comprensible que los científicos de aquel país se aferrasen a la vida, o, más precisamente, a la creación artificial de la vida. No se necesitarían elevadas dosis de compasión histórica para comprender esto y apoyarlo.

Pero, a juzgar por la invasión israelí al Líbano el verano pasado y tras los sistemáticos ataques de Israel en territorio Palestino durante los últimos años, ¿encontramos vestigios de respeto y amor por la vida humana en aquel lejano país?

Luego entonces, preguntamos irremediablemente, las incursiones de los científicos de Israel en los ovarios de las niñas de cinco años de edad, ¿las podemos comprender como expresiones genuinas de amor por la vida? (la intención original de dicha incursión es, nos explican los científicos en aquel país, garantizar y salvaguardar para el futuro la esterilidad de menores que padecen cáncer.)

Pero dejando de lado por un momento el tema lamentable del cáncer, otra dolorosa interrogante nos confronta: ¿cuál es la diferencia entre los científicos del régimen de Hitler que concibieron, diseñaron e implementaron la eugenesia de la que hablé en mi último artículo y los científicos de Israel hoy que manipulan los óvulos y ovarios de niñas menores de edad? Esta no es una pregunta retórica.

Para Lee M Silver, Catedrático del Departamento de Biología Molecular de la Universidad de Princeton en Estados Unidos y autor de innumerables obras incluida “Genetics. From Genes to Genomes”, la diferencia entre la eugenesia promovida por Hitler y la “ciencia re-progenética” es que aquella era brutalmente impuesta por los gobiernos, en tanto que a ésta última recurren de manera “voluntaria” los padres que sólo desean los mejores genes para sus hijos. En otras palabras, ¿la manipulación genética en manos privadas…?

Y las interrogantes siguen, ¿será que los científicos del patriarcado solamente están interesados en las jugosas ganancias que les dejará una ambiciosa y compleja industria millonaria? O, peor aún, ¿estamos ante el umbral de la legitimación de la búsqueda de una o varias “razas puras”?

¿O quizá estamos ante un nuevo monopolio que busca afianzar la todavía incipiente industria de la vida artificial para competir por jugosas ganancias con la industria de la guerra ostentada por quienes también ostentan la industria reproductiva? Los funcionarios de salud del país más poderoso del mundo ¿buscan además agotar otra fuente de vida (primero el petróleo, después el agua y ahora la sangre menstrual?).

O ¿será que la profecía de Pierce se cumple y lo que en realidad pretenden algunos científicos es el regocijo y la satisfacción del ego patriarca al arrebatar a las mujeres, o más precisamente a las niñas, el secreto de la vida?

La pérdida de la “autonomía reproductiva” de la mujer, contemplada por otras feministas como G. Corea, A. Dworkin y R. Rowland quienes advirtieron hace tiempo que la tecnología reproductiva sólo vendría a incrementar y diversificar el control del patriarcado sobre la mujer, comienza a hacerse realidad, tal como podemos confirmar por los anuncios de la Universidad Hadassah en de Israel, el mismo país donde, el aborto es legal desde 1977 y se practica indiscriminadamente.

Por ello, en una nota titulada “El Holocausto Silencioso en Israel” el Rabino Yehuda Levi escribió esta frase reveladora: “los abortistas matan a más niños que los terroristas” (20 Elul 5763 – 17 Sept 2003).

Fuera del hecho de que el Rabino Levi no aclara a qué tipo de terrorismo se refiere (¿terrorismo de estado o terrorismo tribal? - ambas monstruosidades del patriarcado del Siglo XXI) describir como “holocausto silencioso” a la “epidemia” de abortos en los últimos años en ese país es significativo. Después de todo, Israel es el país con más clínicas de esterilidad per-cápita en el mundo, según afirma la investigadora judía-norteamericana Helene Goldberg cuyo texto, “The secret sperm. A study of male infertility in Israel”, le mereció el premio de ensayo del “Council on Anthropology and Reproduction” en 2003. El enorme subsidio del gobierno de aquel país para tratamientos de fertilidad, escribe Goldber, “refleja la constante preocupación israelí de que la población Palestina con mayor tasa de natalidad rebase a la israelí” (2003: 4).

Es indiscutible que, en los últimos años la ciencia genética ha hecho aportaciones de valor incalculable orientadas a generar bienestar y mejorar la salud de la humanidad. Indiscutible es también que, las tecnologías reproductivas han contribuido a superar en todo el mundo, problemas de infertilidad en más de una generación logrando contra toda adversidad la procreación.

Pero, cuando las mujeres que no tienen problemas de infertilidad se pronuncian a favor del aborto apelando al derecho a decidir, ¿tienen la menor idea de lo que esto significa de cara a la amenaza cada vez más palpable de la pérdida del poder reproductivo en toda una generación de mujeres?

¿Tienen idea de que actualmente algunos científicos, quizá temeroso, quizá celosos, como diría G Corea, del poder reproductivo de la mujer, darían cualquier cosa para liberalizar y desreglamentar la experimentación con tejidos de las células embrionarias? Al ser “pluripotentes”, éstas células conocidas como “células troncales” son más “versátiles” y “flexibles” que las células adultas, lo que explicaría la enorme demanda de los laboratorios para trabajar con ellas. Pero las células troncales únicamente se pueden obtener del tejido embrionario.

Los debates éticos y morales sobre el uso en laboratorio de las células troncales para apoyar investigaciones científicas que habrían de conducir al diagnóstico, la prevención y la curación de una gran diversidad de enfermedades y condiciones genéticas, son sumamente complejos y se han desarrollado desde hace mucho tiempo en la comunidad científica. Diversos sectores interesados, incluyendo los gobiernos, agencias, las iglesias de todas las denominaciones, las universidades, académicos humanistas, juristas y organizaciones de la sociedad civil, han participado en foros internacionales que exploran de manera permanente los riesgos y beneficios de la experimentación con dichas células también conocidas como células madres. Las mujeres preocupadas por el tema de aborto, no deben quedar al margen de este debate.

Concluyo esta contribución haciendo alusión a otra obra de ciencia ficción. Se trata de la novela creada en Inglaterra a principios del Siglo XIX de la mano de una jovencita de 19 años, Mary Shelley. Considerada un icono de la cultura popular y patrimonio de la literatura universal, la novela adquiere nueva relevancia en el imaginario del Siglo XXI.

¿Para quién trabaja Victor Frankenstein?

Victor ha retornado, su temible criatura parece haber despertado. Se le ha visto husmeando en los laboratorios secuestrando óvulos infantiles. Y se le vio sediento bebiendo del vientre femenino.

Entre tanto, muchas mujeres en el mundo recurren al aborto apelando al derecho a decidir sin sospechar siquiera que pronto ambos -maternidad y aborto- dejarán de ser una opción, y no habrá nada que decidir… porque la industria reproductiva llegó para quedarse, y, como advirtieron algunas escritoras años atrás, podría despojar irreversiblemente a la mujer del poder de la vida.

Nos resta esperar que la idea de promover abortos con la intención de robar embriones y células troncales para investigación en laboratorio sólo pueda ser concebida en la imaginación de… otro libro de ciencia ficción.

 

citlali12@btinternet.com


Paradig_mas

08/08/07

Abortar o no abortar.          
Esa es la pregunta
                                                                                
Citlali Rovirosa-Madrazo
VII y última

De los “indígenas sin alma” en las instituciones católicas del Siglo XVI, a los “embriones sin alma” en las instituciones laicas del Siglo XXI.

Cuando en 1995 concluía una tesis de doctorado en un programa interdisciplinario en la Universidad de Essex, Inglaterra, no me imaginaba que una década después encontraría vínculos de mi investigación con un tema tan complejo y delicado como el tema del aborto.

En aquellos años,  había analizado detenidamente los cimientos epistemológicos del pensamiento jurídico y filosófico occidental y había explorado la formación discursiva de diversos períodos históricos de nuestra civilización, incluyendo el de “la conquista”, en el siglo XVI, que produjo una intrincada y compleja visión sobre los pueblos originarios del Continente Americano.

En dicha investigación analicé la negativa del estado contemporáneo de otorgar plena personalidad jurídica a las naciones indígenas en países como México. Concluí que el discurso jurídico y teológicode la conquista dejó un legado ideológico, jurídico y cultural profunda e irreversiblemente etnocentrista. Esta cultura etnocentrista que se fundamenta en la idea sobre la presunta ”inferioridad” biológica y cultural de las sociedades indígenas, fue posible, hasta cierto punto, en virtud de la visión metafísica que algunos cronistas de los Reyes Católicos de España tenían sobre los nativos en sus colonias americanas: en su opinión los indígenas no tenían  alma.

Los cronistas, teólogos y juristas de “La Corona” como el célebre Juan Ginés de Sepúlveda, alegaban que al “carecer de leyes, letras, ciencias y tener sólo costumbres bárbaras”, los indígenas no podían ser entidades soberanas y debían por tanto ser sometidos al dominio de los Reyes Católicos y ser convertidos al catolicismo que los redimiría. Si los indígenas no tenían alma y si las naciones indígenas no tenían ni leyes ni letras, y, si por ende no eran naciones soberanas, luego entonces -procedía el argumento- los indios y sus territorios tenían que estar bajo el dominio y la tutela a de los Reyes Católicos. Esta idea central en la apología de la conquista culminó, en última instancia, en el genocidio indígena, por todos hoy conocido.

Aunque los debates sobre el alma y la humanidad de los indios habrían quedado teológicamente superado desde 1537 cuando el “estatus ontológico” de los indígenas como “hombres reales”, les fue amablemente otorgado por el Papa III Paulus Tertius con la “Bula Papal” Sublimis Deus; puede afirmarse que el tema de la presunta ausencia del alma indígena estuvo presente como una inmensa sombra en toda la apología de la conquista y en el subsiguiente período de colonización.

Empecinados en ejercer supremacía sobre los pueblos y reservándose el derecho de otorgar (o arrebatar) el “estatus de humanidad”, los jerarcas del patriarcado a lo largo de la historia, se han atribuido poderes que atentan contra la vida humana, tanto desde algunos sectores minoritarios de la  iglesia, según nos mostró este vergonzoso episodio histórico de la España Católica del Siglo XVI, como desde algunos sectores del Estado Laico, según nos muestra la todavía más vergonzosa historia del Siglo XXI. ¿O acaso no era la vida misma de los indígenas mexicanos lo que estaba en juego aquel inmemorable 2001 cuando en el mes de abril el Congreso de la Unión en pleno aprobó la llamada “contra-reforma indígena”?

Son las instituciones del patriarcado, religiosas o laicas, las que, a lo largo de la historia se han reservado el privilegio de otorgar (o retirar respectivamente), el estatus de humanidad y los derechos subsecuentes, a los sujetos bajo su dominio. Y es más que una ironía de la historia del catolicismo que algunos de sus representantes en la España Medieval, hayan recurrido a enrevesadas e intrincadas ideas sobre el alma, para ayudarse a elaborar su defensa de la conquista que culminó en la consabida masacre de millones de seres humanos.

Legendarios y ampliamente estudiados fueron, por otra parte, los argumentos de juristas y teólogos como los Dominicanos Francisco de Vitoria y Domingo de Soto o, el célebre Fray Bartolomé de la Casas quienes, sin renunciar al catolicismo, y revelando la doctrina profunda del verdadero cristianismo, e introduciendo simultáneamente innovadores elementos de carácter jurídico y político, se revelaron a los Reyes Católicos desafiando cualquier interpretación imperialista de la Doctrina Cristiana. Aquellos desarrollaron lúcidos, audaces y compasivos argumentos para mostrar que los Indios Americanos sí tenían leyes; así como una robusta arquitectura, sólidas instituciones de gobierno y sofisticados y altamente desarrollados sistemas de escritura.

Por razones de espacio no me puedo extender en los particulares del que ha sido uno de los episodios más estudiados y fascinantes en la historia ideológica del periodo en cuestión, pero puedo decir que, a cinco siglos de distancia, el Estado Laico en México y sus celosos defensores hoy, tienen algo muy importante que aprender de esta lección histórica: la discusión sobre el estatus del alma de los humanos siempre ha estado sometida a (i.) intereses económicos específicos, (ii.) intereses políticos y afanes de dominación, y, (iii) ignorancia, prejuicios y arrogancia, como bien ilustran algunos textos de los cronistas del Siglo XVI o algunos expositores  en los debates teológicos de la llamada “Junta de Valladolid” hacia 1551.

Los jerarcas del Estado Laico en México y su histórica enemiga, la Iglesia Católica hoy, tendrían que sentarse a intercambiar impresiones sobre el alma, si no quisieran quedar reducidos a caricaturas embarradas en las mismas páginas de los mismos libros de… la misma historia de siempre. Estos señores podrían sentarse frente a sí mismos y descubrirse ¿acaso reflejados perplejos en el mismo espejo estrellado?

O, quizá podrían llegar a admitir que, ante el tema del alma - la de los embriones en el vientre materno, y,  la de los indígenas en las entrañas de la tierra - el respeto a la vida y la dignidad humana, como algo sagrado e inalienable; ha escapado a todas las instituciones del patriarcado.
 
El Estado Laico le quiere dar lecciones de historia y política a la iglesia. Y la Iglesia Católica de su parte, en su ya casi legendario vaivén, oscilando indecisa entre el Concilio Vaticano II del Siglo XX y los bordes del siglo XVI, pretende reverentemente hacerse escuchar por todos, feligreses o no, sobre el tema sagrado de la vida. Pero, Joseph Ratzinger, el Papa Benedictus XVI ¿se terminó de convencer del vínculo sagrado del alma de los indígenas con la igualmente sagrada tierra de los habitantes originarios del Continente Americano?

Ah! perdón, a la “izquierda” no lo gusta este lenguaje. No le gusta entrar en el terreno de lo sagrado. Pero, ¿quién abandonó a los indígenas a su suerte y quién traicionó la ley indígena y sacrificó a los indígenas de México ante el templo del Congreso de la Unión en abril del 2001?

¿Se nos olvida que fue la vida misma de los indígenas mexicanos lo que despreciaban los legisladores de todos los partidos representados en el Congreso de la Unión? ¿Se nos olvida también la forma en que remataron la ignominia con su dramática sentencia, los jerarcas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación aquel mes de septiembre del 2002?

Las instituciones del patriarcado prefieren promulgar leyes que subordinan a los indígenas, porque, aunque históricamente ya han aceptado que, después de todo, los indios sí tienen alma, en su anacrónica visión etnocentrista, los indígenas son como “menores de edad”. No habiendo alcanzado la “mayoría de edad”, (¿cómo los embriones en el vientre materno?), no tienen la madurez necesaria para gobernarse. No tienen mayoría de edad para administrar sus territorios (¿por ello el estado paternalista se reserva el derecho de privatizarlos o venderlos a manos extranjeras?).

Fueron los mismos partidos políticos y las mismas instituciones que habían despreciado a los desalmados indígenas, las que hoy prefieren diseñar y promulgar leyes que legitiman el desprecio a la vida, al tiempo que se niegan a dignificar el derecho a la maternidad.

Utilizando hipócrita y oportunistamente el reclamo legítimo y digno de aquellas mujeres que rechazan – en todo su derecho – la maternidad como “rol histórico” o “modus vivendus”; estas instituciones, no obstante, recrean e instituye una cultura que desprecia a la figura materna tratando a la madre que sí desea serlo, y a sus hijos, como “ciudadanos de tercera”.

Son las mismas instituciones que se niegan a construir e institucionalizar la figura de la paternidad responsable y que se niegan a valorar y apoyar el derecho a la maternidad de aquellas mujeres que sí la reivindican, porque, es más rentable glorificar la muerte que glorificar la vida. 

Porque es más fácil y rentable financiar la interrupción de embarazos no deseados, que remunerar, financiar y dignificar el trabajo del cuidado de los hijos y la maternidad en todas sus fases.

Más rentable es una política de salud pública que interrumpe embarazos, que una política de salud pública que los lleve, con dignidad, hasta su término, abarcando todas las fases de la salud materno-infantil y prometiendo un futuro de dignidad y bienestar, tanto para las madres como para los hijos, construyendo simultáneamente un estado benefactor que haya de proveer y garantizar la protección y el desarrollo integral y sustentable de la niñez. 

Más rentable es, en suma, una industria reproductiva que despoja a la mujer de su capacidad reproductiva, que una sociedad igualitaria que dignifique la maternidad biológica y que ponga fin a la discriminación y violencia de género.

Las instituciones legislativas, de cuyos representantes se dicen ofendidos cuando se habla del tema sagrado de la vida (porque suponen que es un tema exclusivo la “agenda religiosa”, y, porque en su laicismo puritano suponen que hay que oponerse religiosamente a toda agenda ético-moral, puesto que todavía no acaban de entender que sólo el pensamiento esquizofrénico  puede divorciar lo político de lo moral); son tan inflexibles, obscurantistas e intolerantes, como sus contrincantes del terreno de la religión.

La Iglesia Católica de su parte, en su propia cerrazón, ofrece las calderas del infierno y acaso el purgatorio, en lugar del diálogo y la compasión a aquellas mujeres que genuinamente no logran encontrar otra salida más que la interrupción del embarazo. Dichas mujeres, por su lado, parecen haber sido históricamente condicionadas a conformarse con poco. Se han dejado persuadir de que la vida del embrión vale menos que la propia  porque ellas mismas han aprendido que su vida no vale nada. Porque comparten un mismo destino con los indígenas desalmados: un vagón de tercera clase” en el último tren de la historia.

A manera de conclusión

No puedo terminar mi  última contribución de la serie, sin antes hacer una breve reflexión relativa a una noticia publicada en la última edición de la revista científica New Scientist hace apenas unos días. En ella se revela que  científicos de la Universidad de Tokio, en Japón, dieron a conocer óptimos resultados de sus experimentos para la creación de un útero artificial  por medio de un “chip” que simula el útero natural, ofreciendo “mejores y más cómodas condiciones para el embrión que el útero biológico” (New Scientist 27VII2007).

Con estos resultados, y con sólo algunos años de perfeccionamiento de la técnica, el útero femenino natural ¿dejará de ser imprescindible en el proceso reproductivo de la humanidad…? La maternidad como la conocemos hasta ahora, ¿se habría convertido en una anacronía, una nostálgica leyenda del pasado?

Todo parece sugerir que sí, que la pérdida del poder reproductivo de la mujer  es inminente, tal como intuían hace más de dos décadas las autoras feministas que referí en mi artículo anterior. Cada día que pasa parecemos estar más cerca del momento en que el poder de la vida será definitivamente monopolizado por una nueva industria millonaria que se empeña en reproducir vida en laboratorio mientras el hambre, la insalubridad y la miseria acosan a billones de mujeres y niños en nuestro planeta.

¿Será cosa de años, meses, semanas, días, para que el poder de la vida sea irreversiblemente arrebatado a hombres y mujeres que reivindican el amor en la procreación de los hijos? Ah! Perdón, hoy día no es “políticamente correcto” invocar al amor (me disculparán ustedes este “lapsus”; imperdonable impertinencia de la estupidez).
 
El círculo en la nueva industria repro-génetica parece cerrarse. En el espacio de sólo unas semanas, acontecimientos de gran trascendencia para la ciencia tuvieron lugar y pasaron insólitamente desapercibidos: (i.) los científicos y funcionaros de salud en Estados Unidos lanzaron una píldora que suprime indefinidamente (¿irreversiblemente?) el periodo menstrual, (ii.) los científicos en Israel aislaron los óvulos de una niña menor de edad, y, (iii.) los científicos en Japón crearon un útero artificial.

La mujer, en síntesis, con todo y sus respectivos embriones no deseados, está siendo, poco a poco, eliminada, (¿sacada a patadas?) de la jugada en el tablero del patriarcado de nuestra era. ¿Dramática ironía de la historia, o perversa manipulación?  - la maternidad biológica nunca logró reivindicar su dignidad histórica y en cosa de unos años, la industria patriarca de la maternidad artificial se reposiciona estratégicamente.

Mientras la ciencia y la industria reproductiva avanzan avasalladoramente, secuestrando óvulos de menores de edad, usurpando información genética de poblaciones enteras, clonando o robando embriones, y, creando las condiciones para producir en serie, y a escala industrial úteros artificiales; mientras eso sucede, los indígenas y pueblos originarios del mundo siguen viviendo en extrema pobreza, y, las mujeres y los hijos de sus entrañas, siguen condenados a la muerte prematura, la miseria, la violencia y la discriminación.

¿Se habrán equivocado las mujeres que en aras de una añorada liberación femenina y en base al derecho a decidir defienden la idea del aborto? ¿Se equivocaron si pensaron que los avances del laboratorio de Frankenstein, las liberará de las ataduras de la maternidad biológica?

Desde un simétrico y casi perfecto eje geográfico, en tres estratégicos puntos hemisféricos del mapa geopolítico del patriarcado postmoderno, comienza a cumplirse la promesa de arrancar a la mujer lo único que le quedaba. Lo único que verdaderamente siempre tuvo. Comienza a realizarse la profecía de su eterna esclavitud (… ¿o quién suponen va a cuidar,  alimentar y asear a las criaturas del laboratorio mientras los patriarcas siguen haciendo de las suyas?).

En un futuro nada lejano, los nietos y bisnietos de las crías de laboratorio, serán ensamblados en laboratorios internacionales con útero-chips de Japón,  espermatozoides  importados de Estados Unidos y óvulos extraídos de Israel.

¿Cuántos siglos transcurrirían hasta que una organización subversiva se revele y salga en clandestina expedición… en busca del alma de sus antepasados humanos?

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