Personajes y Entrevista

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CINCUENTA AÑOS DE SILENCIO; ¡DIANA CAZADORA VIVE! 
03/06/08






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NO QUIERO QUE HAGAS NEGOCIOS, NI TÚ NI MI FAMILIA 

“Quiero que Seas la Primera en Saberlo: Voy a ser Director de Petróleos Mexicanos”. El Ixtoc le Quitó el Sueño en Nueve Meses Hasta que se Apagó. La Tentación Presidencial y el Ocaso de Díaz Serrano, Ella las Vivió y Sufrió. 

Por Alfonso Fernández de Córdova M. 
Fotos y Video: Elvia Andrade Barajas  

-- III Parte--

CIUDAD DE MEXICO, DISTRITO FEDERAL, 3 de junio de 2008.- “Quiero que seas la primera en saberlo: voy a ser director de Petróleos Mexicanos. Tembló mi corazón. Me puse seria, solemne. No debemos seguir juntos. No quiero ser un estorbo, le dije. Se echó a reir y me abrazó. ¡Estás deliciosamente loca! Estaremos más cerca que nunca. Me pidió que no contara a nadie, pero yo tenía que decírselo a alguien, claro, a mi madre. Ella sólo comentó: qué bueno, se lo merece”. La modelo de la Diana Cazadora, Helvia Martínez Verdayes, esposa de Jorge Díaz Serrano, continuó su relato al periodista. 

-Al día siguiente, Jorge se presentó en el viejo edificio de PEMEX. Entró por la puerta ordinaria y se anunció en la antesala para ver al ingeniero Antonio Dovalí Jaime, a quien estimaba. El empleado no lo reconoció y le impidió el paso. Más tarde, el licenciado José Andrés de Oteyza le dio posesión oficial del cargo.  

-Jorge me previno. Va a buscarte mucha gente. No quiero que hagas negocios, ni tú ni mi familia. Escoge bien a los amigos. Esto es sumamente delicado. Con el tiempo me contó que tenía más de mil obras en marcha y casi a mil contratistas trabajando simultáneamente. En la casa o en el restaurante siempre había alguien de Petróleos con nosotros. A veces me enojaba. Cuando viajábamos él se levantaba en la noche para hacer anotaciones. No descansaba. Acabé por no decirle nada.

-Se preocupaba sobre todo por las reservas de petróleo. Consultó las cifras con la compañía más importante del mundo. Estábamos en Dallas cuando recibió un telegrama donde le decían que eran correctas. Inmediatamente le telefoneó al licenciado López Portillo. Tuvo que presentarse ante la Cámara de Diputados. Yo estaba asustada. Lo interrogaron durante ocho horas. Se preparó y salió tan bien que el Presidente le mandó una nota: “Jorge, te felicito, estás sirviendo a la patria”. Firma: José López Portillo. La copié en porcelana.

-Saliendo de la Cámara fuimos a la casa de un buen amigo, petrolero del jurídico, donde su esposa había preparado una linda recepción. Les dije: ¿Y si hubiera fallado?

-¡Pues igual nos la ponemos, pero de tristeza! Y rieron cariñosamente.

Las anécdotas son numerosas y a Helvia parece no cansarle recordarlas, al contrario, la anima y emociona. Así nos contó cuando un ciclón repercutió en un accidente en una plataforma marina en Campeche.

-Jorge fue a un Congreso a Brasil. Mientras, un grupo de funcionarios y yo fuimos a Acapulco a la casa del ingeniero Tomás Arocha Morton, subdirector de producción, cuando nos informaron que se había incendiado el pozo Ixtoc en el Golfo de Campeche y había que regresar inmediatamente a la capital mexicana. Fuímos al aeropuerto, pero el ciclón impidió los vuelos y optamos por un coche. El viaje fue largo y triste. Jorge regresó en cuanto le avisaron y llegó directamente a Ciudad del Carmen, Campeche.

-La prensa y la televisión exigían explicaciones. Jorge me decía: es un pozo en más de cincuenta metros de profundidad en el mar y cerca de tres mil metros de profundidad en la tierra (plataforma continental) con las válvulas atoradas. No es fácil apagarlo.

-Las noticias nacionales y extranjeras subían de tono. Francia decía que estábamos asesinando al Golfo de México. Jorge se defendía: hay un gran yacimiento, estamos tomando las precauciones para evitar la contaminación en la pesca y en las playas.

-La lucha fue dura. Nunca vi sufrir tanto a un hombre. Aparentaba calma y serenidad. Pero cuando estábamos solos veía su desesperación. Yo tenía miedo de que volviera a beber. Pero aguantó.

-Todo volvió a la normalidad gracias a la defensa de nuestros amigos periodistas, quienes vieron la exageración de los supuestos daños. Después de nueve meses de lucha, el Ixtoc se apagó. Tanto el Instituto Mexicano del Petróleo como las Naciones Unidas hicieron una investigación a fondo y los reportes indicaron que no había daños ecológicos. Por fin la tranquilidad.
  
TENTACION PRESIDENCIAL Y EL OCASO


Ciertamente, Jorge Díaz Serrano fue el artífice del auge petrolero en el lapso 1976-1981 y, además, fue íntimo amigo, casi hermano del Presidente López Portillo, pues se conocieron desde adolescentes, junto con el licenciado Luis Echeverría Alvarez, Arsenio Farell y otros compañeros juveniles. No se puede afirmar si eso es muy bueno o a la larga resulta demasiado arriesgado y costoso en creces, pero el hecho es que JDS estuvo a punto de ser Presidente de la República, si no le hubiera tendido una intriga el licenciado Miguel de la Madrid, para sacarlo de la jugada política en la sucesión presidencial y asestarle -dos años después- una “estocada casi de muerte” al llevarlo a la cárcel cinco años (1983-1988), donde provino el ocaso político, económico y social de Díaz Serrano, del cual no se repuso del todo, pero sí lo suficiente para continuar con su sencillez, cordialidad, honestidad y entereza que comentamos sus amigos que aun lo visitamos en su casa, donde goza de buena salud a la edad de 87 años.

De estos sucesos la prensa escrita dejó testimonios en su momento, pero la entrevista más completa y extensa que se le haya hecho fue la realizada por quien esto escribe y publicada a ocho columnas, dos días seguidos, en EXCELSIOR, en junio de 2002 y, posteriormente, hemos tenido otros gratos reencuentros periodísticos, como ahora en éste diario digital o electrónico producto de la tecnología del siglo XXI.  

Pero la cuestión aquí es resaltar la figura de esa gran dama valiente, bravía, abnegada y, ante todo, cariñosa que supo darle fuerza, unidad e integridad a cincuenta años de relaciones sentimentales y quien fue arrastrada por el torbellino del hombre a quien entregó su amor y con quien compartió las mieles de los poderes, moral, monetaria y políticamente, y las hieles de las desventuras, angustias, amarguras e ingratitudes. Dejemos que ella, la modelo de Diana Cazadora y esposa durante más de veinte años nos diga con sus propias palabras lo vivido. 
-Un día, Jorge llegó extrañamente exaltado. Tengo que hablar contigo. Nos sentamos en la sala. Dime, titubeé.

-Helvia puedo ser candidato a la Presidencia de la República. Entristecí de golpe. No volveré a verte, dije. ¿Ésta es la forma en que me ayudas? Exclamó. Será difícil sostener una relación como la nuestra, repliqué. 

-Yo sabía de la amiga de un Presidente de la República, una hermosa artista de cine; ella me había contado que al salir electo la protegió, pero jamás volvió a verla. Jorge no dijo nada.

-Pronto en la prensa y en las revistas políticas se decía que encabezaba la carrera presidencial. Nuestro mundo se volvió tenso. Atacaban también a Jorge en esos medios, pero el Presidente lo sostuvo. El 5 de febrero de 1981, lo hizo hablar a nombre de los tres poderes en Hermosillo, Sonora. Era una señal. Y el 18 de marzo, en Ciudad Madero, su discurso fue rico en resultados. Parecía que todo iba sobre ruedas.

-Un sábado me fui temprano a Cuernavaca. El tuvo una junta en Los Pinos con el Presidente. Llegó a verme, como de costumbre, a mediodía. Jugamos tenis. No noté nada. Nos sentamos a comer. Yo sabía desde antes que Jorge saldría al día siguiente a Washington, para acompañar al Presidente López Portillo en su entrevista oficial con el Presidente Ronald Reagan. Pregunté: ¿a qué hora sales mañana? No voy a ir. ¿No vas? Insistí. No, acabo de renunciar a Petróleos Mexicanos y tengo que entregar la Dirección esta noche al licenciado Julio Rodolfo Moctezuma Cid.

-En silencio terminamos de comer y regresamos a México. Me abrazó y me dijo: no te apures, no ha pasado nada. Me dejó en la casa. A los pocos minutos llegó una periodista amiga, esperamos la transmisión de televisión. Nunca había visto una renuncia en la pantalla. Jorge entregó la Dirección, nos pusimos a llorar. Nadie lo creía. Empezó a sonar el teléfono. Hubo llamadas de París, Nueva York, de tantas partes. 

-Tengo recuerdos caóticos de esos momentos. Nadie quería creerlo. Telegramas y cartas de protesta, ofrecimientos solidarios. Jorge guardó la serenidad, no contestó. Hay que disciplinarse y esperar, me dijo. Yo estaba furiosa, la espera duró varios meses. Se perdieron las ventas de petróleo de exportación. Había inestabilidad económica.

-Un día llegó con mucho entusiasmo. Dijo: Me voy a la Unión Soviética como  embajador. Otro golpe para mí. Lo acompañamos hasta París, Juan Bojórquez, su mujer y yo. El continuó a Moscú con Enrique Mendoza, como ministro consejero, y el doctor Manuel Portilla, como consejero cultural. Yo regresé triste, sola. 

-Pasamos Navidad y Año Nuevo juntos en París. Me fui con Christiane, secretaria de Jorge, y con la mujer de Mendoza. Me dijo: prepárate para ir a Moscú, tengo que presentar credenciales en Mongolia. Vamos a hacer el viaje que siempre he querido, el ferrocarril transiberiano. El viaje duró seis días. Tomamos el avión para Ulan Bator, capital de Mongolia. En el brillante patio de un palacio Jorge presentó credenciales al Presidente. En aquel helado espacio, 45 grados bajo cero, resonó como nunca nuestro Himno Nacional.

-Volamos a Samarkanda y Tashkent sobre gigantescas montañas, paisajes de sueño, los vivimos, pudimos vivirlos. (Dijo emocionada).

-De regreso a Moscú, Jorge tuvo que ir a Suecia para entrevistarse con el licenciado Moctezuma Cid. Los demás regresamos a México. Por teléfono, Jorge me dijo que el candidato a la Presidencia, Miguel de la Madrid, lo invitó a participar como candidato a senador por su Estado, Sonora. Tomó el avión de Aeroflot directo a Montreal, donde lo esperaba un avión privado para llevarlo a Hermosillo. Me mandó llamar. Fui a ayudarlo en su campaña, con un grupo de amigos. Recorrimos todo el Estado. Jorge ganó con gran votación.    






-Al entrar al Senado comenzó a sentir un ambiente frío a su alrededor. Empezaron a llover rumores, falsas acusaciones y amenazas de quitarle el fuero y hacerle un juicio. La pesadilla se hizo realidad. Empezaron a rodearnos por donde quiera que íbamos. Vehículos, motocicletas, helicóptero y numerosos agentes rodeaban la casa de Jorge y nos vigilaban día y noche como si fuéramos criminales a punto de escapar. Tuve que operarme y en el sanatorio una escolta permanecía permanentemente e interrogaban a todo el que se acercaba a mí, anotaban nombres, placas de los coches, no sé para qué. Cuando salí había reflectores frente a mi casa durante la noche. Llegué a decirle al conductor a dónde iba, si tardaría o si prefería que me le perdiera. Los policías civiles pedían perdón, sólo cumplían órdenes. Se veían apenados. Nosotros actuábamos como si no existieran. En la Tratoria Romana nuestros amigos italianos desalojaban a los clientes y Jorge tenía que compensar a los dueños al pagar las cuentas de los perseguidores.

-Una noche, Jorge me dijo a bocajarro: Helvia voy a casarme contigo. Estoy arreglando mi divorcio. Estás loco, eso debiste decírmelo hace años, no tiene caso ahora. Es posible que vaya a dejarte sola algún tiempo, necesitas protección. Yo me cuido sola, no te preocupes, contesté. 

LAGRIMAS Y PENAS DE LA DIANA CAZADORA

-Se acercaba el fin. Sábado. Jorge me dijo: voy a la Cámara de Diputados para mi juicio de procedencia. Si me quitan el fuero voy a tener que entregarme al Ministerio Público. A las cuatro de la tarde me llamó y expresó que un diputado del PAN estaba hablando bien de él y sólo Carlota Montemayor votó a su favor, los demás pedían el desafuero. Yo todavía tenía esperanzas. La siguiente llamada: “estoy detenido”. 

-Cinco años de horror. Nunca creí que cinco años fueran la eternidad. (Diciembre de 1983 al 30 de julio de 1988). Al día siguiente leí en el periódico la atroz crónica. Había llegado al reclusorio sur como un criminal. ¡Lloré, lloré, lloré!

-Hasta el martes siguiente pude verlo en el reclusorio. Nos abrazamos. Jorge, yo estaré contigo siempre. Le mandaba comida diariamente. El abogado Mendoza Iglesias me nombró defensora y así pude verlo sin falta lunes, miércoles y viernes para comer y el sábado para desayunar. Su familia lo visitaba los días permitidos. Las reuniones eran en el lugar de visitas.

-Sólo una vez estuve y conocí la fría celda, donde las chinches brincaban de un lado a otro y los moscos entraban y salían; cama y piso de cemento, un colchón viejo y roído, pestilente retrete y lavabo sin espejo. Salí con el corazón punzante. Le mandé colchón nuevo, sábanas, cobijas, toallas y un tapete, más sábanas para usar como cortinas, insecticidas para combatir los bichos que la invadían desde las celdas vecinas.

-Jorge descubrió que la mejor forma de tolerar su injusta situación fue trabajar diario. Dio clases de inglés, francés e historia del arte y de la música; abrió una escuela de mecánica diesel, hizo construir dos canchas de tenis, todo para beneficio de los reclusos de quienes se ganó su respeto y aprecio. Él se guardó su dolor y afuera yo vivía peor que él, nada me consolaba.

-Después de que falleció mi madre, me casé con Jorge, el 24 de octubre de 1986. Las autoridades pusieron todas las trabas posibles. Primero autorizaron 120 invitados, luego sólo aceptaron dieciocho, entre el juez Chema Lozano, testigos y familiares. Impidieron calentar la comida y que entrara la prensa y televisión, que se enteraron y querían dar un testimonio; picotearon el pastel so pretexto para ver si escondíamos armas. Hubo balazos antes de la ceremonia civil para impedirla, pero el juez intervino y actuó para efectuarla. Los invitados lloraban. Jorge y yo nos sentimos felices. Hicieron que se quitara el saco y estuvo en mangas de camisa y a las cinco de la tarde nos corrieron.

-¡Por fin! A las ocho en punto se abrieron las puertas del infierno. El 30 de julio de 1988 llegué a las seis y media de la mañana. Veníamos con Jorge, sus cinco hijos, los licenciados Mendoza Morales y Mendoza Iglesias, la querida Margarita Michelena, Ignacio Muñoz de Cote y su esposa Pilar, quien portaba una emotiva pancarta y muchos amigos y simpatizantes que no lo dejaron solo y hasta lo besaban algunas mujeres. Tuve que aguantarme. No podía creerlo: Jorge estaba de traje y con corbata. Durante cinco años lo vi con el horrible color beige y algunas veces en mangas de camisa por el calor. Los periodistas y camarógrafos se acercaron y también el mariachi que entonó: “y sigo siendo el rey”.   



   De nuevo la vida, la alegría. En todas partes lo reconocían, lo saludaban, se congratulaban de su libertad, le enviaban vino a su mesa, lo felicitaban, porque sabían que Jorge padeció una gran injusticia.  

-Cuatro años transcurrieron felices, viajamos, nos habíamos casado por la Iglesia Católica, en 2001. Jorge escribió tres libros: Yo, Jorge Díaz Serrano, Polvo Enamorado y uno más sobre su materia: el petróleo. Hubo penas: murió su madre, sus tías, Gregorio su único hermano y dos primos entrañables, Elsa y Luis Antonio Bojórquez. En 1992, edité mi libro Helvia Díaz Serrano, El Secreto de la Diana Cazadora. Salí, por fin, a la luz, dije que sí. La Diana Cazadora y yo nos convertimos en una sola mujer tras cincuenta años de silencio. El arquitecto Mendiola, poco antes de morir, hizo la revelación de quién fue la verdadera modelo.

“Como la Diana, viajé entre soles y sombras. Soy feliz, porque Díaz Serrano es un hombre que tiene un lugar en la historia de México. Una gran historia de amor. Gracias a todos los que contribuyeron a que sigamos felices en nuestra casa de siempre en la colonia Nueva Anzures”.

La entrevista terminó sin que revelara su actual edad, pero la acuciosidad reporteril la encontró después de relacionar fechas: a los dieciséis años entró a trabajar a PEMEX, marzo de 1938; a los diecinueve posó como modelo de la Flechadora de la Estrella del Norte o Diana Cazadora; a más de treinta años de laborar se jubiló; se casó por lo civil casi treinta años después de que se conocieron y llevan más de cincuenta años de relaciones sentimentales, además mantuvo cincuenta años de silencio sobre el modelaje, conclusión: nació en la Ciudad de México, el 22 de mayo de 1923 y su signo Géminis.

afcperiodista@hotmail.com


CINCUENTA AÑOS DE SILENCIO; ¡DIANA CAZADORA VIVE! 
10/06/08






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              LA  ESCULTURA DE PASEO DE LA REFORMA ES AUTENTICA    
“La primera vez que posé llevé traje de baño, pero tuve que quitármelo. Sí, por vanidad”
                                                        

Entrevista Exclusiva para RM de
Alfonso Fernández de Córdova M. 
Fotos: Elvia Andrade Barajas   
-- IV Parte --                           

CIUDAD DE MEXICO, DISTRITO FEDERAL, 10 de junio de 2008.- Al continuar la plática con doña Helvia Martínez Verdayes, modelo de la Diana Cazadora, aclaró que la original escultura fue restaurada, después de que se averió con el temblor de 1957, y llevada a una fuente nueva para adornar la plaza pública de Ixmiquilpan, Hidalgo, donde quedó como patrimonio cultural de los pobladores de este rincón hidalguense, a iniciativa del general Alfonso Corona del Rosal, regente de la Ciudad de México, en aquel entonces, y quien ordenó la fundición de otra escultura de su molde original. Por tanto, la actual Diana Cazadora situada en Paseo de la Reforma es auténtica.  

Al mostrar el libro titulado: El Secreto de la Diana Cazadora, con prólogo de María Luisa Mendiola y fotografías de Nadine Markova, destaca la dedicatoria: “A JorgeDíaz Serrano, mi compañero. A mis amigos, que estuvieron conmigo en las alegrías y tristezas”. El diseño y producción corrió a cargo de Vértice Comunicación, la redacción de Ethel Krauze y la coordinación y supervisión de Hatch & Gallart, fue editado e impreso en México, en 1992. La edición se agotó.  

-¿Por qué antepone la H a su nombre?

-Porque Helvia fue la madre de Séneca, el filósofo griego autor de la célebre frase: “El hombre es el arquitecto de su propio destino”.   
 
-¿Qué sintió usted cuando posó por vez primera ante el arquitecto Mendiola y el escultor Olaguíbel?  

-Después de saludarnos trataron de tranquilizarme. Vengo preparada con mi traje de baño, murmuré. Se miraron unos a otros, incluido el joven arquitecto que llevaba una cámara para tomarme fotos. Es necesario que se desnude, Helvia. No, contesté de inmediato. El traje de dos piezas muestra lo suficiente.

-Bueno, pase usted a aquel baño y póngaselo. 

Entre en el baño y cerré la puerta, arrepentida de haber ido. Pero ya estaba yo allí. Me dieron un lienzo para cubrirme. Salí armada de valor y me enfrenté a los tres hombres. ¿Qué debo hacer? Pregunté.

-Suba por favor al estrado. Arrojé el lienzo. Me entró una tremenda timidez. Vi al techo queriendo esconderme de sus miradas. Poco a poco bajé la vista y descubrí sus admirados rostros, sus ojos sobre mi cuerpo. Me latía el corazón. Me explicaron cómo tensar el arco hacia el cielo, hacia el suelo, a un lado y al otro. Tomé el arco y me convertí en la Flechadora de la Estrella del Norte. Giraba, flotaba.  

-Luego de varios minutos se me acercó Olaguíbel y me dijo: “Señorita Martínez quiero ver la musculatura de su cuerpo, por favor quítese el brasier. No se asuste, no se asuste.

-Me mostraron un libro de arte. Vi con detenimiento a las modelos. Ninguna tenía el busto mejor que el mío. Los tres hombres esperaban.

-Sí, por vanidad, me quité el brasier. Comentaron que mi busto era perfecto y me pidieron permiso para hacerle un molde de yeso. 
      
-Si las cosas seguían en esa pulcra actitud, no habría consecuencias. Pero al ver a mis compañeros de oficina me llené de culpa: yo tenía un secreto, un gran secreto. 

-Nuestra vida siguió su curso. El trabajo diario. Algunos domingos en la mañana íbamos a ver antigüedades a la Lagunilla. Compramos cosas lindas que aún adornan mi casa. Ahí conocimos, mi mamá y yo, a Ernesto Alonso y al Indio Fernández. El Indio me floreaba, me decía que nunca me cortara los cabellos. Platicábamos. Mi mamá me tironeaba, no quería que hablara con él, porque pensaba que después de ser modelo de la Diana, el siguiente paso sería el cine.

-En Petróleos Mexicanos había violencias. Una mañana llegaron los líderes del sindicato y se apropiaron por unas horas de la Dirección y ahí tuvieron al director Buenrostro. No sé a qué arreglo llegaron, pero salimos a una de la madrugada.

-Todos pertenecíamos al sindicato. Frecuentemente había juntas que duraban hasta la madrugada. El director quería que se firmara un contrato colectivo de trabajo para que hubiera diferencias entre los empleados sindicalizados y los de confianza. Se logró en 1943.
 






-Recuerdo que la artista de moda era María Félix y a Petróleos iba casi a diario el ingeniero Palacios, quien la descubrió. Nos contaba de ella y nos fascinaba oírlo. Era la época de Arturo de Córdova, de la finura de Dolores del Río, de Cantinflas, Joaquín Pardavé, sus adorables películas. Y de Estados Unidos, Lo que el Viento se Llevó con el maravilloso Clark Gable, y Casablanca con el inigualable Humphrey Bogart. 

-Posé varias veces durante tres meses, no recuerdo cuántas, cubierta con un lienzo debajo de la cintura hasta que estuvo terminada la estatua. A los quince días me llamó Olaguíbel y me dijo que fuera a tomarme una fotografía, pues la Diana estaba lista y se la iban a llevar a la fundición.

-Decidí ir porque quería verla. Estábamos solos y me dijo: ahora sí debe desnudarse totalmente para tomarle la fotografía. Volví a sentir una espantosa vergüenza y miedo. Me desnudé, ahora sí de cuerpo entero. Quedé en la fotografía junto a la inmensa Diana.

Falso que Casasola haya tomado esa foto.   

-A los ocho días Olaguíbel me dio la fotografía. La vi. Me sentí aturdida, la doblé y estuve a punto de romperla. La conservo en el álbum de las secuencias. Durante algún tiempo en Petróleos me hacían alusiones sobre la modelo. Siempre lo negaba o simplemente callaba. La indiscreción de alguien quedó en mero rumor.

-Yo pasaba por la fuente y algunas veces ni la miraba. Mi preocupación era el trabajo. Los conflictos de la empresa con el sindicato seguían sin resolverse. Petróleos no tenía dinero suficiente para operar, menos para subir salarios a sus trabajadores. El público y la prensa señalaban que ya eran demasiado elevados. Sin embargo, se logró un acuerdo con Estados Unidos para construir la refinería “18 de marzo” en Azcapotzalco (1943). Esto alivió la situación. Tanto en exploración como en refinería había ingenieros mexicanos eficaces, inteligentes, que me conocían; con algunos trabé buena amistad que aún perdura. 

-Por la desnudez de la Diana hubo protestas. La Liga de la Decencia, apoyada por la señora Ávila Camacho, solicitó al regente Javier Rojo Gómez que le pusiera un taparrabo sobrepuesto a la escultura. Entristecí por la falsa moral y poco amor a la belleza artística. 

VOLVIO A POSAR PARA LA FUENTE DE PETROLEOS

-Una tarde, el ingeniero José Colomo, subdirector de Producción de PEMEX, me mandó llamar a su oficina y me dijo: “doña Helvia sé que usted fue la modelo de la Diana Cazadora. No, no es cierto ingeniero, le dije y pensé que me correrían. No se asuste, me dijo. Vamos a hablar en serio. Se trata de lo siguiente: Vamos a hacer un gran monumento a la expropiación petrolera, una fuente en el Paseo de la Reforma y el boulevard Manuel Ávila Camacho. La figura central es una hermosa mujer. Nada más lógico que una petrolera. Queremos que sea usted.

-Ingeniero, le contesté, hace diez años fui la Diana, creo que ya no sirvo para eso. Sonrió y afirmó: sigue usted muy bella, ya hablé con el escultor y el arquitecto. Nos citamos en el nuevo y elegante taller de Olaguíbel en Las Lomas. Posé, sin fotografías y al terminar la obra me pagaron seiscientos pesos. Me costó buen trabajo cobrárselos al escultor.

Con sencillez, a veces con algo de humildad y a veces con algo de la típica vanidad femenina, doña Helvia continuó el relato de su paso como secretaria ejecutiva de cinco directores de PEMEX, desde 1938 hasta 1969, cuando se jubiló y se retiró a la vida privada. 

-Éramos una gran familia, sobre todo, en la Dirección de Petróleos. En 1952, cuando entró como Presidente de la República, Adolfo Ruiz Cortines, el director de Petróleos, don Antonio J. Bermúdez seguía serio y trabajando. Antes que nadie nos enteramos que había sido ratificado en su puesto por otros seis años más. Lo celebramos encantados con una comida en El Taquito de las calles de El Carmen. Cuando regresamos a la oficina lo felicitamos y él nos dijo: “Nada, nada, a trabajar”, pero advertimos su regocijo. Cobró ímpetu la meta de llegar a producir 300 mil barriles diarios de petróleo.

-Los técnicos, viejos amigos míos, en la exploración, explotación, geología y en refinería se reunían constantemente con don José Colomo. Don Antonio J. Bermúdez visitaba semanalmente las instalaciones y los campos petroleros; venían funcionarios de Poza Rica, Coatzacoalcos, Minatitlán, Ciudad Madero, Tampico, Salamanca, Azcapotzalco, a consultar con las direcciones y las subdirecciones. 

-La actividad era intensa. Políticos, intelectuales, artistas, mujeres hermosas, extranjeros, negociantes, un mundo calidoscópico e intenso rodeaba a nuestra Dirección de Petróleos. Conocí a periodistas, como: José Pagés Llergo, Agustín Barrios Gómez, Abel Quezada, Jacobo Martínez Llergo, Daniel Morales, etcétera. A banqueros, como Agustín Legorreta; financieros, como Bruno Paglai; hombres de negocios; secretarios de Estado que formaban el Consejo de Administración de PEMEX, Mario Ramón Beteta, Eduardo Suárez, Raúl Salinas Lozano y un sinnúmero en más de treinta años de prestar mis servicios
.
-Tuve varios pretendientes, pero fueron mi desventura y creí que me quedaría solterona. 

-Pronto surgió el nombre de un ingeniero contratista y vendedor, Jorge Díaz Serrano. Se comentaba entre las secretarias su gran personalidad, generosidad y su apostura. Ya lo conocía, porque me pedía citas con don Antonio Bermúdez cuando venían los funcionarios de la fábrica estadounidense que él representaba. Supe que su esposa se llamaba Elvia, como yo. No dejó de turbarme ésta coincidencia. Nos tratábamos con seriedad. Lo encontraba con frecuencia en Sanborns de Lafragua, donde estaban las oficinas de perforación y él, galantemente, pagaba la cuenta. En el restaurante Jena lo veía con algunos amigos mutuos. El siempre respetuoso, casi distante.

-La Navidad de 1957 cambió mi vida. El brindis fue en el restaurante La Ronda. Curiosamente quedó una silla vacía junto a mí. Jorge llegó más tarde y me pidió permiso para ocupar ese lugar. Comenzamos a platicar. Había mucho ruido y me dijo: ¿por qué no vamos a tomar una copa usted y yo solos? Lo vi unos segundos y dije: sí. Sabía que tarde o temprano, Jorge se enteraría que fui la Diana Cazadora. Una noche le conté todo. Llevaba yo una fotografía de la secuencia. Jorge se transformó, exclamó que ya se lo había dicho un ingeniero de PEMEX, pero  no concebía que yo hubiera sido tan desvergonzada. Conforme hablaba iba alterándose. Se negó a ver la fotografía. Pasaron más de treinta años para que aceptara mirarla. Apenas en 1992 vio el álbum de la secuencia. Pero entonces me dijo cosas hirientes y concluyó con la frase: “no quiero volver a verte”.







-En la madrugada me despertó con una serenata y desapareció durante días. Supe que se dedicó a beber. Las cosas ya no siguieron igual. Antes, las copas lo alegraban; con la Diana se volvió agresivo. Después empezamos a viajar. Fuimos a Houston y Dallas a los centros petroleros. Algunos fines de semana a Acapulco. Jorge no se había recibido de ingeniero. Tenía mucho trabajo y a veces bebía demasiado. No podía concentrarse. Fue a Brasil invitado por don Pascual Gutiérrez Roldán, director de Petróleos Mexicanos, y regresó con una hepatitis fulminante. Pasó dos meses en el hospital sin que yo pudiera verlo. Los celos y el sufrimiento me hicieron romper con él. Un día me llamó del hospital y le pedí que no volviera a hablarme. ¿Cuántas veces he repetido esta frase?

-Cuando salió le prohibieron beber durante un año. Se puso a preparar su examen profesional. Admiré su esfuerzo. Volví con él. Pronto terminó su tesis. Celebramos su recepción, que fue brillante. Le regalé un reloj que todavía guarda.

-Peleábamos. Los fines de semana nos despedíamos riñendo y el lunes nos contentábamos. Mi madre me increpaba: ¿cómo puedes aceptar esta situación? Yo no tenía valor de terminarla. Jorge me hacia feliz y me daba regalos. En el 400 aniversario de Río de Janeiro me llevó al carnaval. Fue bellísimo.
 
Doña Helvia recordó que al tomar posesión de la Presidencia el licenciado Gustavo Díaz Ordaz, nombró al licenciado Jesús Reyes Heroles (padre) como Director de PEMEX y las autoridades del Departamento del Distrito Federal permitieron al escultor Olaguíbel devolver a la Diana su desnudez original. Me llamó y fue la última vez que hablamos.

La ciudad se hizo más moderna y cosmopolita. Ella tramitó su jubilación en 1969. Las altibajas emocionales del ingeniero Díaz Serrano lo hicieron caer en una nueva crisis en Nueva York, donde estuvo al borde de la muerte, por lo que fue trasladado a México. “Cuando salió del hospital nos dejamos de ver seis meses. Supe que entró en psicoanálisis. Como yo era la culpable de sus males, debía alejarse de mí. Pero no fue verdad, nadie le dijo que me dejara. Se curó con ejercicio y trabajo”.

-Con Jorge las sorpresas no eran novedad. Siguió con sus contratos de perforación en PEMEX y entró a la Universidad a estudiar una maestría en Historia. Llegó la sucesión presidencial y resultó candidato el licenciado José López Portillo. Aunque todo favorecía a Moya Palencia, Jorge siempre me dijo que el verdadero sería López Portillo, quien un día antes del primero de diciembre de 1976, lo nombró Director de Petróleos.

-¡Qué estimulante época! Tengo recuerdos y fotografías de Presidentes, reyes y personalidades que lo recibieron. En un avión usado, el Gruman 2, lo acompañé por todo el mundo. Le servía como secretaria y agregada de prensa. Conocí a muchos periodistas.     

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