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COLUMNA POR UN MOMENTO
25/05/09

VIENEN RENUNCIAS POR INEPTITUD   

En Todos los Sectores hay Resentimiento por los Ineptos 
Pudo Evitarse Cuantioso Gasto y Desgaste por la Influenza 
Los Titulares de la SSA, SHCP y del GDF sin Credibilidad 
El País es Vulnerable por las Autoridades Incompetentes 

Por Alfonso Fernández de Córdova M. 

¡…Que la Nación os lo Demande! Esta rúbrica de todo juramento oficial, conforme lo estipula la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, debe de ser activada por las instituciones en estos momentos en que los sufridos y sumisos pobladores afrontan las consecuencias de la ineptitud de los gobernantes ante el fenómeno de la gripe atípica y la danza de 47,205 millones de dólares para combatirla.

Falta de planeación, previsión, prudencia, sentido de responsabilidad y de sensibilidad social y económica frente a una supuesta epidemia, no certificada o comprobada, provocaron que resultara “más grave la medicina que la enfermedad”, tanto por las repercusiones internas como externas que resiente nuestro país. El colmo es que no hay un responsable directo y menos cuando la Organización Mundial de la Salud también se equivocó por sus titubeos y desconocimiento del atlas sanitario de México.  

Investigadores científicos europeos y asiáticos, entre ellos: el doctor Guan Yi, quien logró aislar el virus aviar en Hong Kong, criticaron las precipitaciones de la OMS al declarar la fase 5, el 30 de abril, cuando no había certeza del virus investigado. Aún en estos momentos -24 de mayo- duda en decidir si declara o no la existencia de una pandemia a nivel mundial, con repercusiones económicas impredecibles, por el A H1N1. En México no se llegó a la clasificación de epidemia, o sea, 5 por ciento de infectados de la población total y más lejos del 10 por ciento para ser pandemia. Confundió también a la influenza estacional con la porcina, al tiempo que recomendaba comer carne de puerco y después adoptó el nombre de “influenza de humano a humano”.

Son incalculables los daños morales, económicos y sociales causados a más de veinte millones de habitantes de la zona metropolitana (Distrito Federal y municipios conurbados del Estado de México), sin contar a pobladores del resto de las entidades del país. Industrias, comercios y servicios técnicos y profesionales de toda índole se  dislocaron por los paros obligatorios de actividades, iniciados con el sistema educativo nacional, del 24 de abril al 11 de mayo, seguidos por otros ramos económicos del 1 al 5 de mayo con el consabido “efecto dominó”.

Necesario es decirlo que hubo algunos Estados donde sus autoridades se abstuvieron de frenar la industria y comercio en forma drástica, como ocurrió en el Distrito Federal, por el afán rebelde, demagógico, exhibicionista y populista del Jefe de Gobierno, quien cínicamente no quiere tener trato con el Gobierno Federal, pero a diario quería destacar  su imagen y palabrería al aparentar seguir las decisiones del gabinete presidencial.

El 5 de mayo acudió a una reunión en Los Pinos. Desde el primer día de la alerta sanitaria presentaba sus propias estadísticas locales que contravenian el mandato del único vocero federal autorizado, en la crisis de la influenza, y adoptó atribuciones que no le  correspondían, como el arbitrario cierre de la industria restaurantera de la capital y días después una veintena de giros comerciales, entre ellos: agencias distribuidoras de automóviles nuevos, peluquerías y estéticas, sin importarle las terribles consecuencias.

Quiso escudarse en directrices de la OMS, pero ésta lo desmintió al no sugerir o recomendar el paro restaurantero ni de los miles de fondas y puestos fijos de tacos, tortas, quesadillas y fritangas diversas, a los que primero exceptuó de la medida sanitaria, luego los cerró intempestivamente con lo que afectó a millones de personas que viven al día y dependen de la preparación y venta de alimentos, incluidos los proveedores de productos y la clientela que carece de recursos para pagar una comida formal. Sin embargo, apoyó la operación del transporte masivo, Metro, micros, peseros, trolebuses y trenes ligeros, donde las aglomeraciones cotidianas no arrojaron casos de influenza, tal vez por la resistencia inmunológica de los sucesores de la raza de bronce.

El transporte foráneo sufre aun las consecuencias de la semiparalización social y económica en la capital mexicana, pues redujeron corridas y rutas a todo el país y, a la fecha, registran paros técnicos del personal administrativo y operativo, pues los viajeros disminuyeron drásticamente por el temor a la influenza, por la recesión que ya existía y  por la baja turística.

La industria turística, hotelería, aviación comercial, empresas de autobuses y las agencias de viajes operan al 30 por ciento de su capacidad. Sin contar la industria, el comercio y los servicios auxiliares que abastecen a esos negocios en su totalidad.

En tanto, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público sigue empecinada en sostener el  antieconómico y antisocial impuesto IETU; no informa de cómo aplica o distribuye los 47 mil millones de dólares del FMI y los 205 millones de dólares que otorgó el Banco Mundial a México para paliar la influenza; no indica ninguna clase de ayuda al sector empresarial afectado; no hay exenciones ni condonaciones de impuestos, multas o recargos por rezagos impositivos. Sólo el G.D.F. y el gobierno del Edo.Mex exentaron el pago del 2.0 por ciento sobre nómina a las empresas de estas entidades, lo cual fue un suspiro durante un mes. Falta claridad y transparencia en el manejo de esos recursos.

Agustín Carstens peca de optimista y sólo dice, con escasas palabras, que la macroeconomía va bien y México saldrá adelante, claro sin su ayuda. Como responsable de las finanzas públicas no lo conmueve nada. Sus pronósticos de crecimiento en reversa fueron superados por la realidad. Calculó que el retroceso sería de 4.1, luego corrigió a 5.5 por ciento del PIB; sin embargo, el INEGI acaba de informar que el decrecimiento fue de 8.2 por ciento en el primer trimestre de 2009. La industria cayó 9.9 por ciento en este lapso. ¡La economía nacional se hunde y su blindaje también!       
    
Desde la recesión de Estados Unidos, a principios de 2008, Carstens dijo que la economía mexicana resistiría y que “ahora sólo nos dará un catarrito y no una pulmonía como antes”. Pronosticó que creceríamos a una tasa anual de 4.0 por ciento. Falló, pues el PIB apenas alcanzó 1.8 por ciento en 2008. Su gestión es un desastre.

Económica y políticamente, el país fue dañado desde el exterior, al cerrarse las  puertas  y dar trato discriminatorio a los mexicanos que por diversos motivos viajaron o tenían que viajar a distintos países, por temor a un contagio de influenza. Esto se agrega a las bajas en los precios del petróleo y en las exportaciones de manufacturas y productos agrícolas y pecuarios. El comercio exterior bajó 29 por ciento en el primer trimestre y la inversión extranjera directa 31.6 por ciento anual.

Total, las bajas son internas y externas, pero la nación mexicana se mantiene en pie luchando a brazo partido con mayor austeridad y con la nueva “espada sanitaria de Damocles”. Y, por si fuera poco, con la ineptitud y cinismo de los gobernantes, quienes ahora ya no quieren que usemos corbata, por ser receptáculo de microorganismos, pero olvidaron a los que acostumbran bigote, barba y pelo largo desaliñados.   

El comercio, la industria y un sinnúmero de servicios empresariales, que ya sufrían los efectos de la recesión económica recibieron una especie de “tiro de gracia” con la crisis sanitaria, al esparcirse la incertidumbre y confusión, rápida y ampliamente, a falta de prudencia de las autoridades de Salud y de una estrategia o plan de Comunicación Social más efectivo, sin precipitaciones ni sensacionalismo ni propiciar pánico entre las audiencias.

En lugar de establecer cercos sanitarios donde hubo los primeros brotes de influenza atípica; investigar las condiciones de vida, nutricionales, trabajo y contactos de los afectados; las relaciones familiares y vecinales, y comprobar diagnósticos médicos en clínicas y hospitales donde fueron llevados, para detectar el origen del contagio; se les hizo fácil parar en seco a millones de personas y someterlas a una innecesaria psicosis.

Ésta empezó con las compras de pánico en tiendas de autoservicio y suspensión de actividades diversas, reservaciones de viajes y hospedajes, entretenimientos no masivos en pequeñas salas de cine y teatro, pequeños y medianos restaurantes, salvo las reuniones de más de 200 personas, como en los estadios que se justificó cerrarlos porque el aforo sobrepasaba de cinco mil hasta 50 mil o más aficionados, ahí la solución fue sencilla: transmitir los encuentros deportivos por prensa, radio y televisión.

Las libertades y derechos humanos fueron conculcados de un solo golpe por la ineptitud  de algunos integrantes del gabinete federal, del Secretario de Salud y sus asesores en salud pública, quienes “clavaron” al Presidente de la República, por los brotes de gripe atípica y muertes, no comprobados a ciencia cierta, y asustaron  innecesariamente a la población mexicana y al extranjero. En vez de hacer un “cerco sanitario” establecieron un virtual “estado de sitio”, al conceder por decreto atribuciones casi castrenses al titular de la SSA. En contrapartida faltó una adecuada estrategia de Comunicación Social y coordinación con la OMS.

Por decreto apareció la influenza estacional y por decreto desapareció un mes después. Las consecuencias fueron desastrosas. Lo peor, no hay un solo responsable de los incalculables daños morales, económicos y sociales causados con la danza de los virus, las estadísticas y los millones de dólares de ayuda. El colmo, por decreto también desaparecieron los riesgos de la influenza atípica. A un mes exactamente, el Jefe de Gobierno del Distrito Federal apareció públicamente de corbata y sin el tapabocas azul.  
  
¿Qué diferencia hay entre lo usual hace un siglo y lo recién acontecido? Cuando los jefes revolucionarios decían: “fusílalo, luego veriguas”. Ahora, con tanto egresado de universidades, con maestrías y doctorados, y especialistas en todas las disciplinas profesionales, la orden coloquial fue: “Paren el sistema educativo, en el Distrito Federal y el Estado de México, desde preescolar hasta universidad, durante doce días, del 23 de abril al 6 de mayo del 2009, después vemos qué virus es”. Involucraron a 33 millones de personas de la población escolar nacional, al ampliarse la medida al interior del país.

En el D.F. retornaron a clases escalonadamente del 6 al 11 de mayo, y el 18 de mayo en varias entidades. Luego vino la discusión de cómo reponer las clases perdidas aprobándose que el ciclo escolar concluya el 10 de julio y dejaron en libertad a la mayoría de las entidades de hacerlo cuando gusten. En consecuencia, no hay disciplina no hay coordinación ni pacto federal en las esferas educativa, salud y otras áreas.

El rector de la UNAM, doctor José Narro, el líder del Senado Manlio Fabio Beltrones,  los dirigentes empresariales y muchas voces calificadas criticaron las medidas que alentaron el pánico y “gastos por 60 mil millones de pesos que pudieron evitarse”. Ahora se rumora que el gabinete presidencial será modificado y se esperan las renuncias de los titulares de la SSA y la SHCP, pues el país se hunde cada vez más por el incongruente actuar en materia de salud y en las finanzas públicas.    

El secretario de Salud, doctor José Ángel Córdova Villalobos, originario de León, Guanajuato, de 53 años de edad, especialista en enfermedades gastrointestinales, sin currículo sobresaliente en medicina ni en política ni en la administración pública, viaja cada semana a esa ciudad a visitar familiares y atender pacientes en su consultorio.  
Cabe señalar que la alerta sanitaria tuvo un aspecto positivo sobresaliente:

1.- El pueblo mexicano se solidarizó humanitariamente y atendió los llamados del Presidente de la República. 2.- Se disciplinó al quedarse en casa, taparse la boca y abstenerse de dar la mano y besos al saludar. 3.- Acudió a los puestos y centros médicos para revisión al inicio de un malestar o gripe. 4.- Evitó ir sin protección a lugares concurridos,  como: mercados, transportes masivos, bancos y efectuar pagos en oficinas públicas de teléfonos, agua e impuestos y otros. 5.- Lavarse las manos y bañar el cuerpo frecuentemente. Estos hábitos permitieron la convivencia familiar, la limpieza personal y la reflexión moral de los que muchos se habían apartado. La sociedad reencontró algunos valores y principios perdidos.

Sin embargo, a los ocho días la gente empezó a casi asfixiarse en sus diminutos  departamentos de 45 ó 60 metros cuadrados y volvieron a la calle donde juega, come o tiene múltiples actividades, según las necesidades económicas y sociales. Los que tienen ingresos regulares optaron por irse de paseo y aprovecharon el puente obligatorio del 1 al 5 de mayo, y fueron a las playas de Acapulco, Veracruz y otros lugares. A los quince días tiraron los tapabocas al darse cuenta que había mucha desinformación, confusión y contradicción en las noticias emitidas por los gobiernos federal y locales, y la OMS, pues no aparecían los muertos por influenza ni los miles de supuestos infectados.

Las presiones de los organismos empresariales, financieros y no gubernamentales hacia las autoridades de salud pública crecían día a día para que todo volviera a la normalidad, con las debidas reservas sanitarias. Y la gente se salió de control, porque tenía que buscar trabajo para poder comer y atender sus compromisos y cubrir las necesidades más elementales. Las autoridades cedieron porque ni ellas aguantaron el asedio y el desgaste y declararon que todas las actividades se reanudarían el lunes 18 de mayo. Esto hay que tomarlo en cuenta, puesto que una población con hambre, con sed (el agua sigue escasa), con elevados índices de desempleo, inseguridad y paupérrimos ingresos, no es fácil contenerla con decretos ni actitudes erráticas o precipitadas que conducen al descrédito. 
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