Asediada por una clientela fiel que a la hora de los antojitos busca precio, pero también sazón, don Jesús ofrece en Los Alteños un plus que él mismo considera como su tarjeta de presentación, “ya que, modestia aparte, llevo más de cuatro décadas tratando de averiguar si hay algún sitio en el Distrito Federal en donde ofrezcan un tepache que supere en sabor al que elaboramos”.
“No es por nada –presume este güero cincuentón- pero la receta secreta que me transmitió mi apa’ para elaborar el tepache ha trascendido fronteras, y digo esto porque luego viene hasta gente de fueras a echarse unos taquitos y probar nuestro jugo de piña adulterado, como le decimos cariñosamente”.
-¿Y con qué lo adulteran?
-Eso no se lo puedo decir, ya que es una receta secreta que guardamos tan celosamente como los de la Coca Cola cuidan los componentes de su negro líquido destapacaños.
La broma hace efecto, pues ante la cara de incredulidad del perro preguntón don Jesús suelta una sonora carcajada que hace voltear a más de un cliente.
“Cómo cree que vamos a tener una receta supersecreta pal tepache güero, lo que pasa es que, a diferencia de la competencia, nosotros no utilizamos piñas muy maduras y, lo principal, le damos un toque distinto agregándole naranja y tamarindo, lo cual hace que el jugo adquiera una tesitura única”.
-¿Pero tengo entendido que el buen tepache no sólo quita la sed de cuajo, sino que además no empacha y hasta tiene propiedades diuréticas?
-Así es, debido a que está elaborado con piña, tamarindo y naranja, no sólo le cae bien al estómago, sino que también ayuda a los riñones para que cumplan sus funciones e incluso, según me han dicho algunos clientes que son taxistas, como que les quita un poco el acelere que traen de tanto andar en el tráfico.
-¿No será que también le pone hierbabuena?
-¡Huy! El día que hagamos eso no nos daríamos abasto con tantos clientes. Y más aquí en la Guerrero, que tenemos el índice más alto de pachecos por cuadra.
Otra característica que hace única Los Alteños es la imponente y exclusiva colección de botellas de refrescos, y una que otra cerveza, que Don Jesús ha ido juntando durante más de 40 años, la cual está en exposición permanente en los tres pisos de repisas que adornan las paredes del establecimiento.
-¿Cuántas botellas tiene?
-Más de 400, pero son tantas que nunca las he podido exhibir todas, así es que durante un tiempo pongo 100 a la vista, y luego las voy cambiando conforme me aburro de ver todos los días los mismos envases.
Don Jesús destaca que su colección, a diferencia de otras que ha visto, se destaca porque ningún envase está abierto, además de que incluye muchas marcas que ya ni siquiera están a la venta en el mercado, tanto capitalino como nacional.
“Muchos clientes se ponen nostálgicos cuando ven marcas que estaban de moda hace más de 40 años, e incluso han llegado a ofrecerme cantidad de dinero para que se las venda, pero esta colección no se toca, porque es uno de mis más grandes orgullos, sin olvidar que por el tiempo transcurrido, los refrescos ya tienen bastante rato que dejaron de ser comestibles”.
-¿O sea que se mira pero no se toca?
-Claro güero. O acaso no le emociona ver refrescos que quizás, debido a su edad, ni siquiera se imaginó que algún día existieron, y mire que muchos de ellos fueron tan populares en su época como lo son ahora la Coca o la Pepsi.
Las últimas palabras de Don Jesús sumen al reporperro en la contemplación, puesto que su mente difícilmente puede imaginarse que marcas como Ok, Nectarin, Mr Limón, Aga, Charritos, Del Huerto, Refrescos Pueblito, London Club, Toro Toronja, Sin Rival, Maxi Cola RC o Fiesta Cola pudieron en su momento arrebatarle clientes a las aguas negras del imperialismo, como les dijo alguna vez el responsable de una fábrica de refrescos que presume de ser muy mexicana, aunque usaba como logo al Pato Donald.
-¿Cómo consigue sus refrescos imposibles don Jesús?
-Al principio los iba guardando conforme se me iban quedando en las bodegas; pero luego varios conocidos, casi todos clientes que viajaban mucho por la República, me empezaron a traer botellas llenas de marcas que consideraban muy raras, ya fuera porque no se veían en la capital o porque sólo se vendían en ciertos lugares del país.
Dos Jesús comenta: “Si te quieres beber un Topo Chico (agua mineral), te tienes que ir a Monterrey, pero si se te antoja un Ameyal debes darte una vuelta por Cuernavaca. Es más, hay un chiste que dice así: ¿En qué se parece una regiomontana al refresco Yoli?”
-No sé don Jesús. ¿En qué?
-En que sólo te la puedes echar en Acapulco.
El chistorete no surte gran efecto, puesto que casi nadie de los comensales que están oyendo la plática se ríe, lo cual no parece incomodar al dueño del changarro, quien, orgulloso, presume que Los Alteños no sólo es un sitio que vive de su tradición, sino que además va con los tiempos, puesto que renovó por completo el local, haciéndolo mucho más cómodo para los clientes.
“Antes, los clientes tenían que estar de pie sobre la banqueta, si pero ahora pueden entrar al local y ocupar las sillas y mesas fijas que hemos puesto para su comodidad, además de que también despachamos tacos de bistec, al pastor, suadero, longaniza y tripa, aunque el plato fuerte siguen siendo los de cabeza”.
-¿Tiene algún cliente especial?
-Muchos, pero uno de los que más venía a echarse sus antojitos era este pobre chavo que mataron en la cárcel y que se hizo famoso dizque por que se comió a sus novias.
-¿José Luis Calva Zepeda, mejor conocido como El Caníbal de la Guerrero?
-Claro, vivía aquí en la esquina de Mosqueta y Guerrero. Pero fíjese que era muy tranquilo, aunque eso sí, siempre estaba acompañado de alguna chava, porque mal que mal era bastante verbo y sabía envolverlas con pura labia.
“Es más, tengo entendido que incluso en su entierro llegaron varias mujeres a despedirlo y hasta se agarraron a golpes para ver quién le arrojaba el primer puñado de tierra. Como quien dice, genio y figura...”
Don Jesús no puede evitar soltar un profundo suspiro, tras lo cual señala: “a mi me dio pena por su hermana, que esa sí es amiga mía, ya que siempre dijo que su hermano era inocente e incluso advirtió que en el reclusorio lo habían amenazado de muerte, pero como era un dizque asesino, y luego antropófago, cocainómano, además de homosexual y escritor frustrado, y quien sabe qué tantas otras lindezas más que dijeron de él, pues ya ve, más de uno aplaudió cuando se lo echaron”.
-Entonces, ¿su hermana lo quería mucho?
-Pues ella me contaba que siempre que la veía, el Canibalito le decía: “cómo me gustaría comerte a besos”.
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