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Testimonio
* Desaparecen la columnas
Por ELVIA ANDRADE BARAJAS
-- Quinta Parte ---
Un buen día, al llegar a la redacción, me recibieron con la noticia de que a partir de entonces estaban canceladas las columnas. Lo primero que pensé fue que yo era culpable por haber escrito sobre el patrón, a quien yo bautice como “El Príncipe”, porque es un hombre joven, apuesto, millonario y muy educado. A la fecha, así lo recuerdo.
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Durante horas no quise hablar del asunto, pero cuando más culpable me sentía de haber perjudicado a mis compañeros, uno de ellos, no recuerdo quién dijo que Moreno había declarado a Proceso que las columnas se habían cancelado, porque se habían entregado al servicio de intereses ajenos al de Excélsior, señalando a Vicente Monroy, a quien acusó de corrupto, por su relación con Víctor González, “El Doctor Simi”, pero hasta donde recuerdo Monroy no era columnista y mucho de lo que se publicaba del candidato independiente a la Presidencia de la República era facturado.
Ignoro si Monroy demandó a Moreno por daño moral, pero si él hubiera querido, creo que su demanda sí habría prosperado, principalmente porque tenía tiempo que no escribía en el periódico, sólo remitía publicidad.
Sin embargo, nadie se movía. Todos estábamos en shock.
Eran cerca de las 20 horas del martes 24 de enero de 2006, cuando volvió a entrar una turba de policías y guardaespaldas. Cada uno tomo una posición dentro de la redacción y momentos después entró “El Príncipe” junto con muchos hombres. Decían que entre ellos iba Olegario Vázquez Raña.
Entraron a la dirección y después de un buen rato salieron. Heredia iba con ellos y presentaba a Vázquez Raña a cada uno de los reporteros. Al llegar a mi lugar, el primero en saludarme fue “El Príncipe”. Heredia me presentó a Vázquez Raña, a quien por la emoción le dije:
Mucho gusto en conocerlo. Aprovecho la ocasión para agradecerle que nos rescatara. Sabemos de su proyecto de reposicionar a Excélsior en el lugar que le corresponde y estamos muy felices de que así sea.
Gracias, respondió y agregó: “no se preocupen, todo va a cambiar. Mejoraremos el equipo, el edificio y ustedes van a estar muy bien, porque ha de saber que toda la gente que trabaja conmigo esta muy feliz, porque yo soy muy espléndido, ya verá. Su oficina será muy bonita, con equipo muy moderno y avanzado, que le ayudará a eficientar su trabajo. Usted lo va a ver, va a estar muy contenta con nosotros. Tenga confianza”.
Tras afirmar esto, quise captar ese momento extraordinario y le pedí que si podíamos tomarnos una fotografía, pero cuando vio mi cámara, exclamó
-- ¡Es una digital!, ¿no que no tenían dinero?
__ Esta me la regaló mi esposo en Navidad, le explique al tiempo que Armando Heredia le dijo que nuestras limitaciones eran graves, pero que la mayoría teníamos otro trabajo o que nos mantenían nuestras parejas.
Al escuchar esto, aproveché para preguntarle a Heredia
¿Ahora sí me van a poner Internet?, por lo que Vázquez Raña intervino:
__ ¿Acaso no tiene?
-- No, mi sección no tiene.
__ No se preocupe, a partir de hoy lo tendrán todo. El destino les cambiara. Van a estar muy felices, ya verá. La gente que trabaja para mí está muy bien. Yo soy muy espléndido. Me gusta que los que colaboran conmigo vivan bien. Lo único que censuro es la mentira. Cuando Heredia y el otro muchacho, cómo se llama, ah sí De Anda, fueron a proponerme que comprara Excélsior, les pedí que me dijeran las cosas como eran y que si encontraba una sola mentira, por mínima que fuera, no había trato. Hasta hoy no me han fallado. Yo le tengo mucha confianza a este hombre, dijo Vázquez Raña, mientras sujetaba del brazo al hasta entonces presidente del Consejo de Administración de Excélsior, a quien le dijo: “ocúpate de que esta sección tenga Internet”.
Cuando mencionó eso de “soy muy espléndido”, inevitablemente pensé: ¿y, ese letrero de A PARTIR DE HOY NO SE REGALAN LOS PERIODICOS, SON PROPIEDAD DE EXCELSIOR”, que estaba colocado en la entrada del edificio y en los elevadores?...Después entendí que era parte de la estrategia. Del plan hecho mucho tiempo atrás.
Ahora todas las piezas encajan:
Propiciaron el empobrecimiento del diario, cerraron todas las fuentes de ingresos, principalmente de la publicidad, que se fue en picada porque no pagaban comisiones, y al no percibir un quinto, los publicistas se alejaron.
En ocasiones no había ni para pagar papel y tinta, pero milagrosamente siempre había “una mano salvadora” que llegaba al rescate: la de Vázquez Raña. Todos creíamos que se trataba de Mario, el dueño del Sol de México, pero el tiempo se encargó de despejar la duda, y demostrar una vez más que “el que pervesea, perdón persevera, alcanza”.
Sin embargo, hice a un lado esos pensamientos y feliz exclame: ¡Excelente! –parecía un perrito muy alegre, de esos que mueven la cola cuando llega el patrón – todo va a estar muy bien, añadí, pero lastima por los viejos, por los que no fueron recontratados, le dije al millonario que acababa de comprar Excélsior.
__ No, no lo lamente. Habrá nuevas recontrataciones, y hoy voy a dar instrucciones de que se de preferencia a la gente de Excélsior. Por favor, Heredia, recuérdeme eso, es muy importante para mi no sólo rescatar un edificio, sino también a la gente, es lo más importante, ¿no cree?.
“Y, ¿los jóvenes, señor?, preguntó Raquel Fernández, quien tímidamente se acercó para la foto y despejar sus miedos.
Con una amplia sonrisa, el dueño del Grupo Angeles, el Grupo Imagen, de los hoteles Camino Real y muchos otros negocios importantes, le respondió a la reportera:
__Muy bien, les irá muy bien. No se preocupe. Y, así fue.
La platica fue interrumpida por los hombre que iban con él, entre ellos “El Príncipe”, quien como siempre saludó calurosamente, por lo que espontáneamente le comenté a su padre: “su hijo es un hombre muy sencillo y educado”,
__¡Más le vale!, respondió con tono fuerte y seguro, mientras lo miraba con aceptación.
Tras despedirse, la calma volvió a la redacción.
De repente llegó ante mí un hombre delgado, güerito, de rostro amigable, de unos 30 ó 35 años, no más. Al tiempo que abrió su laptop, se presentó: “hola, soy Carlo Pini, por el momento seré enlace entre la dirección y los editores, para mejorar el contenido de las secciones. ¿Podría decirme cuáles son sus necesidades, para mejorar la calidad y producción?.
-- ¡Todas!, le respondí, aquí trabajamos de milagro, empezando porque la sección Metropolitana no tiene reporteros asignados. Los pocos que hay trabajan de todo.
__ ¿Tampoco tiene oficina?, preguntó mirando hacia las que estaban desocupadas, por lo que le expliqué:
-- No. Podría tenerla si lo quisiera, pero la zona donde están los privados no me gusta, porque está muy sola y oscura. Además me recuerda mucho a Víctor Guerrero, quien fuera jefe de la sección Editorial, y que murió de un paro cardiaco. Por eso prefiero estar en la redacción, le dije, aunque omití comentarle que también ahí a veces se sentía lo mismo, especialmente cuando nos informaron que Ignacio Gutiérrez, reportero de Policía, había muerto, tras sufrir un accidente, pero lo peor fue que a los pocos días falleció su compañero Héctor Piña, igual que Guerrero.
Empero, ellos no eran los únicos que murieron. En todas las áreas, tenían a sus muertos. Fueron muchos los compañeros que no resistieron la adversidad, cayeron en depresión, porque había días que no tenían ni para comer, mucho menos para ir a trabajar. Enfermaron y murieron.
Sin embargo, no le dije nada de eso a Pini, ¿para qué?
Posiblemente no lo entendería, así que nos concretamos a la lista de necesidades, pero en la primera oportunidad le pregunté ¿por qué cancelaron las columnas?, ¿fue por la que yo escribí de los Vázquez?
__No, para nada. Esa les gustó mucho. Todos la leyeron, lo que pasa es que serán evaluadas y volverán sólo las mejores. Es transitorio. Seguramente la suya regresará. Además tendrá una oficina muy bonita, secretaria, formador, diseñador, ¡todo!, ya verá. |