MEXICO BLINDADO. PUEBLO INDIGNADO

Por ELVIA ANDRADE BARAJAS
La presidenta se ha enclaustrado en Palacio como reina medieval, rodeada de vallas y aduladores que aumentan la ineficiencia del gobierno que no gobierna y sólo tiene oídos para las órdenes que llegan desde Palenque, Chiapas, mientras afuera, maestros, jueces, campesinos y jóvenes claman justicia, pero les dan gas lacrimógeno, represión y silencio.
El 15 de noviembre será la marcha de Uruapan y simultáneamente en 50 ciudades mexicanas, donde la gente grita ¡No somos bots!, como dice Sheinbaum, que en vez de elegir al pueblo, elige a López Obrador dejando que el país se le caiga a pedazos y absurdamente culpando a Calderón décadas.
Son los jóvenes quienes, al igual que millones de personas, ya están hartos de este gobierno autoritario que no les garantiza un futuro y prefieren poner vallas que escucharlos y atender sus causas.
El Estado está obligado a cuidar a la juventud y a la gente, no a disfrazar grupos de choque y filtrarlos en las manifestaciones para desacreditarlos. Nadie quiere otro Ayotzinapa o un asesinato como el de Colosio o Manzo frente al mundo.
Sheinbaum insiste en culpar al pasado de su mal gobierno y del de todos los gobernantes de MORENA, mientras la inconformidad crece como bola de nieve en todo el país, incluso desde el extranjero, como El Perú o El Salvador donde ya la llaman narcopresidenta.
Mientras las calles hierven de inconformidad, la presidenta se encierra ignorando a su pueblo. Dice son bots pagados, pero tienen cuerpos, respiran y caminan hacia Palacio Nacional.

La indignación de la gente se ve en las calles de la Ciudad de México, hoy testigos mudos de bloqueos, marchas y gritos de indignación.
El Zócalo, símbolo de la vida pública, se ha transformado en un espacio blindado, donde la palabra “NARCOESTADO” pintada en las vallas metálicas se convierte en un grito colectivo que no puede borrarse.
La presidenta ha optado por el encierro, por el silencio y por la represión.
Prefiere escuchar a quienes le dicen lo que quiere oír, mientras afuera se multiplican las voces que claman justicia, seguridad, infraestructura y respeto.
La imagen es clara: un Palacio convertido en fortaleza, un gobierno que se aísla, y un pueblo que no se rinde.
Los reclamos que no escucha

Los maestros de la CNTE, que fueron recibidos con gas lacrimógeno y vallas, obligados a desviarse hacia la Cámara de Diputados, donde también se topan con indiferencia.
Los jueces y magistrados del Poder Judicial, que marcharon para exigir sus indemnizaciones y fueron reprimidos por la policía, incluso con agresiones físicas.
Los campesinos, que recorren kilómetros desde sus tierras para exigir atención y recursos, pero se encuentran con puertas cerradas y oídos sordos.
Los jóvenes de Uruapan, indignados por el asesinato de Carlos Manzo, que se preparan para marchar hacia la capital, llevando consigo la furia de una generación que no quiere vivir bajo el signo del miedo.
Ya se sabe que para el 15 de noviembre habrá grupos de choque dirigidos desde Palacio Nacional, disfrazados de jóvenes anarquistas, para crear un ambiente de violencia contra la gente de Uruapan, a quienes se unirán miles de personas hartas del gobierno autoritario de Claudia Sheinbaum, de quien pedirán su revocación de mandato e incluso su destitución.
Sheinbaum insiste en no reconocer los errores de su gobierno y la inconformidad crece como bola de nieve, tanto que desde el extranjero ya la llaman narcopresidenta, como lo hacen en Perú, que rompió relaciones con México; y en El Salvador, donde Nayib Bukele también la relaciona con el narcotráfico. Ellos saben lo que dicen, porque en ambos países también hay narcos y comercian con la droga.
El Estado está obligado a cuidar a los jóvenes que vienen de Uruapan y a toda la gente que participará en la marcha. Que deje de buscarle tres pies al gato y que se responsabilice de lo que pueda pasar el sábado. No queremos que enfrente de todo el mundo maten a alguien o haya desaparecidos como en Ayotzinapa.

Si se dice democrática, que lo demuestre: que quite las vallas y salga a hablar con la gente, que para eso está en el cargo, no para esconderse y echarle la culpa a Calderón o tanta tontería que dice, con lo que pone en duda su título de científica, hasta parece que compró el papel en Santo Domingo.
Pese a que su gobierno se ha esforzado por dar a la juventud una educación deplorable, en la que apenas saben leer al llegar a secundaria, muchos sí piensan. Aún hay gente inteligente en México, y no dejarán de luchar por quitar el mediocre partido que representa.
Es tiempo de cambios y aceptar las verdades. Debe atender los reclamos populares, entregar a los verdaderos asesinos de Manzo, meter a la cárcel los morenistas corruptos como Adán Augusto López Obrador y el senador Gerardo Fernández Noroña, a quien estudiantes de Guanajuato increparon y corrieron de una Universidad indignados por su visita.
Además, Sheinbaum debe deslindarse ya de su ex patrón, porque de lo contrario será la sepulturera de MORENA.
México no necesita una reina enclaustrada ni un gobierno que se blinde contra su propia gente. Necesita instituciones abiertas, líderes que escuchen y un Estado que responda.
Los gritos de indignación que recorren la capital no son ruido: son el eco de un país que exige dignidad.
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