Por mis Plumas_julio_25
 


 

 

 

 



FEBRERO



 


 













 


 

 

POLITICOS DE LA 4T
EN LA MIRA DE TRUMP




Por ELVIA ANDRADE BARAJAS
Por mis Plumas


En México, los vínculos entre poder político y crimen organizado ya no son rumores: son expedientes abiertos, así lo evidencia desde Washington, Donald Trump al lanzar acusaciones incendiarias: “Los cárteles controlan México, incluidos políticos electos”. No es una frase al aire. Es una advertencia con nombre y apellido, aunque aún sin revelarlos, pero la larga lista ya está en el escritorio principal de la Casa Blanca.

 

Uno de los casos más graves, esta semana, es el de Adán Augusto López Hernández, primo hermano del expresidente Andrés Manuel López Obrador, ambos originarios de Tabasco.

 

Durante su gestión como gobernador, Adán colocó al frente de la seguridad estatal a Hernán Bermúdez Requena, hoy prófugo y señalado como líder del grupo criminal La Barredora.

 

Documentos filtrados por Guacamaya y reportes del Ejército desde 2019 revelan que Bermúdez operaba rutas de trasiego de drogas, huachicol y tráfico de migrantes bajo protección institucional.

 

Tabasco, la cuna del lopezobradorismo, vive hoy los peores niveles de violencia en décadas: asesinatos selectivos, bloqueos, motines, desapariciones.

 

Villahermosa es la ciudad con mayor percepción de inseguridad en el país. Y todo esto ocurre tras seis años de gobiernos morenistas, en el estado que debía ser ejemplo de la “Cuarta Transformación” y resulta ser su peor dolor de cabeza.

 

 

Mientras tanto, el gobierno federal lanza la CURP Biométrica, obligando a millones de ciudadanos a entregar sus datos más íntimos: huellas, iris, rostro, firma.

 

Este sistema permitirá al Estado acceder sin orden judicial a información fiscal, médica, bancaria y digital.

 

Los narcos desaparecen de los registros, pero los ciudadanos quedan expuestos como nunca y nadie hace nada.

 

En este escenario, la presidenta Claudia Sheinbaum interpone una demanda por difamación contra Jeffrey Lichtman, abogado de Ovidio Guzmán, quien la acusó de ser “vocera de los capos”.

Pero mientras defiende su imagen institucional, guarda silencio ante los vínculos criminales de Adán Augusto, quien hoy coordina a Morena en el Senado y aunque  no ha presentado oficialmente su renuncia podría derivar en su salida en los próximos días ante la fuerte presión mediática que enfrenta.

 

En tanto, el PRI y el PAN exigen investigaciones, denuncias penales y sanciones.

 

Pero el verdadero problema no es la oposición, sino la complicidad estructural.

 

El narco en México no sólo infiltra gobiernos: los diseña desde adentro y negarlo es como querer tapar el sol con un dedo.

 

De tal forma México está atrapado entre dos fuegos:

 

Trump como acusador internacional, y una élite política que protege a sus propios operadores criminales.

 

Mientras tanto,  El ciudadano, es vigilado, registrado y silenciado por la 4T

 

Premio a la Destrucción Planetaria

 

Por ELVIA ANDRADE BARAJAS

Por mis plumas

Mientras algunos líderes como Netanyahu lo nominan al Premio Nobel de la Paz, el mundo observa cómo Donald Trump ha sembrado caos, desplazamiento y devastación allí donde sus decisiones han alcanzado. No es paz lo que deja, sino una estela de fracturas geopolíticas, odio racial, colapso ambiental y violencia institucionalizada.

Trump promovió la idea de convertir Gaza en un centro turístico de lujo, desplazando a dos millones de palestinos, sin mencionar sus derechos históricos ni la tragedia humanitaria que atraviesan. En alianza con Netanyahu, sus planes han sido calificados como limpieza étnica, mientras miles de viviendas son demolidas en campos de refugiados.

Bajo su mandato, más de 200,000 migrantes han sido expulsados, incluyendo venezolanos enviados a cárceles de máxima seguridad en El Salvador, donde permanecen incomunicados, sin juicio, defensa ni garantías. Violando principios básicos del derecho internacional, incluso propuso deportar ciudadanos estadounidenses, redefiniendo la ciudadanía como privilegio revocable.

Ha amenazado abiertamente con bombardear México para enfrentar al crimen organizado, lo que expertos califican como violación de soberanía y provocación bélica. Sus declaraciones han desatado una ola de odio y polarización:

En EE.UU., se han documentado agresiones racistas contra mexicanos.

En México, han surgido marchas antigringo como respuesta al discurso supremacista.

El resentimiento entre pueblos hermanos crece, alimentado por narrativas de confrontación.

Ha declarado su intención de “recuperar el Canal de Panamá”, acusando a China de influir sobre la zona. Ha amenazado con intervención militar, queriendo reescribir tratados históricos como si fueran obstáculos personales.

Ha desmantelado la Agencia de Protección Ambiental, abandonado el Acuerdo de París, y redirigiendo miles de millones de dólares a industrias contaminantes.

Ha autorizado perforaciones en el Ártico, cancelado incentivos a energías limpias y bloqueado regulaciones de metano.

Su política ambiental podría definirse en una sola palabra: colapso.

Convirtió la ley en arma.

Usa cárceles extranjeras como centros de detención fuera del radar.

Desmanteló programas de asistencia humanitaria.

Ignoró principios de no devolución, enviando personas a países donde podrían ser torturadas o asesinadas.

¿Premio Nobel de la Paz?


No es reconciliación lo que promueve. No es dignidad lo que respeta. Es dominio, exclusión, y destrucción.

Lo que Trump merece no es una medalla por “pacificador”, sino un título que refleje su huella global:


Premio a la Destrucción Planetaria.

 

eab_elya@yahoo.com.mx

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CURP BIOMETRICA ES VIOLATORIA

 

Por ELVIA ANDRADE BARAJAS

Por mis plumas

La CURP biométrica, aprobada ayer por el Senado de la República, Debe ser impugnada. Vulnera derechos humanos y principios democráticos al no consultarse a la población, constituyéndose como una imposición autoritaria, que viola los artículos 6, 15 y 16 de la Constitución Mexicana, que garantizan los derechos de privacidad, protección de datos personales, intimidad e intereses individuales; 17 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, 12 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y V de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre.

 

En 2021 la ministra Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, participó en procesos donde el propio INAI defendía su autonomía y funciones ante posibles vulneraciones legales a la ciudadanía cuando el gobierno pretendía obtener una radiografía de datos personales como los que ahora ha impuesto el gobierno de Claudia Sheinbaum, después de disolver en marzo de 2025 el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales.

 

Fue el expresidente Andrés Manuel López Obrador quien promovió la desaparición del INAI acusándolo de corrupto, costoso e ineficiente, alegando que el gobierno debía garantizar la austeridad republicana y vigilarse a sí mismo, sin necesidad de órganos independientes.

 

AMLO cargo el arma y Sheinbaum jaló el gatillo, como lo ha hecho con todo lo que su ex jefe le ha ordenado.

 

En marzo de 2025, se promulgó la nueva Ley General de Transparencia, que disolvió formalmente al INAI y transfirió sus funciones a la Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno, debilitando los contrapesos poniendo en riesgo el derecho ciudadano a la información y dejándolo desnudo frente a un gobierno abusivo y autoritario que unilateralmente impulso el CURP biométrico, que finalmente obliga a la población a entregarle todos sus datos, incluso su tipo de sangre y huella del iris, con lo que pierde todo derecho a su privacidad e intimidad.

 

Mientras la población estará obligada a entregar su rostro, iris, huella y firma digital para ser identificada por el Estado, este no se obliga a ser auditado y mucho menos regulado, toda vez que ha desaparecido todos los organismos autónomos que lo vigilan.

 

¿Quién vigila al poder en México?


Nadie.

 

Incluso, mientras los ciudadanos deben desnudarse en sus datos biométricos, a los delincuentes se les permite llamarse fulanito de tal N, suprimiendo sus apellidos, permitiendo que se filtren entre la gente sin que se sospeche que han cometido un crimen. Esto debe cambiar y exponer su nombre y todos sus datos, así como lo harán con toda la ciudadanía.

 

Con el pretexto de agilizar trámites y encontrar personas desaparecidas, se impone una Plataforma Única de Identidad administrada en parte por el Ejército, sin supervisión independiente ni controles ciudadanos.

 

Esto no solo digitaliza a la población: la perfila, la monitorea y la somete al escrutinio estatal en tiempo real, como en esas películas futuristas, donde la población es controlada por un gobierno supremo.

 

¿Dónde están los contrapesos?

 

La iniciativa fue aprobada sin consulta ciudadana ni debate plural. La oposición política parece en coma. Las organizaciones civiles guardan silencio. Si esta reforma hubiera sido propuesta por otro gobierno y la oposición fuera López Obrador, las calles estarían encendidas de protestas.

 

Andrés Manuel López Obrador, que alguna vez acusó al poder de imponer decisiones sin consultar al pueblo, ahora orquesta lo mismo desde las sombras blindando a su partido MORENA y al gobierno, dejando al ciudadano desnudo ante el abuso del poder.

 

El Estado —cómplice de filtraciones de datos y fallas tecnológicas— exige a los ciudadanos lo irreversible: biometría sensible a cambio de derechos básicos que esta obligado a dar el Estado y las instituciones.

 

Esto no se puede permitir.

 

Los datos biométricos no se cancelan, no se reponen. Sí son vulnerados, no hay marcha atrás. Y en un país con historial de espionaje ilegal, persecución política y corrupción gubernamental, poner estos datos en manos opacas es una renuncia colectiva al derecho a la privacidad.

 

Las implicaciones políticas son mayores que las técnicas. Lo que se normaliza hoy como “eficiencia administrativa” se convertirá en la infraestructura invisible del autoritarismo: una base de datos al servicio del control social, sin reciprocidad, sin vigilancia del poder, sin garantías de uso limitado.

 

La reforma fue aprobada ayer por el Senado de la República y la envió al Congreso para su revisión y publicación en el Diario Oficial.

 

Aún hay tiempo para exigir frenos, exigir transparencia, exigir un debate abierto sobre el alcance de esta herramienta.

 

Lo que está en juego no es un trámite burocrático: es el alma de nuestra democracia.

 

Aunque la CURP biométrica ya fue aprobada por el Congreso, su implementación no es inminente ni definitiva.

 

La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) puede declarar su inconstitucionalidad si se presenta una acción legal bien fundamentada.

 

Organizaciones civiles, legisladores o incluso la Comisión Nacional de los Derechos Humanos pueden impugnar esta reforma acreditando que viola derechos fundamentales, como la privacidad, la proporcionalidad del uso de datos biométricos y la ausencia de controles democráticos.

 

La Corte tiene la facultad de suspender su aplicación o anular partes clave del decreto.

 

Pero para que eso ocurra, es necesario movilizarse jurídica y socialmente antes de que sea demasiado tarde.

 

Y en caso de que la SCJN no actúe adecuadamente por estar condicionada por el poder político, los mecanismos internacionales de protección de derechos humanos pueden convertirse en una vía de defensa y entre ellas se pueden acudir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Relatorías Especiales de la ONU y Organismos como Human Rights Watch o Amnistía Internacional.

 

La CURP biométrica, tal como está planteada, es incompatible con un Estado de derecho. Es violatoria.

 

Si el poder exige transparencia al ciudadano, el ciudadano debe exigir el mismo nivel de escrutinio al poder.

 

De lo contrario, no nos gobierna un sistema de justicia: nos administra un gobierno autoritario, muy cercano a la dictadura.

 

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