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               CIUDAD  DE MEXICO, DISTRITO FEDERAL, 30 de abril de 2013.- En México, el maltrato  infantil es socialmente permitido y coloca a más de 39 millones de niños y  adolescentes (35 por ciento de la población del país con menos de 18 años) en  situación de vulnerabilidad.
 Los  hogares, donde se les debería proveer seguridad emocional, alimentaria,  jurídica y económica, constituyen el escenario principal de la violencia  referida, señaló Silvia Solís San Vicente, de la Escuela Nacional de Trabajo  Social (ENTS) de la UNAM.
 
 Para  erradicar estas prácticas, que vulneran los derechos de los menores, se  requiere una política familiar integral de Estado que fomente la convivencia  basada en la comunicación y el respeto; promueva la formación de personas  capaces de ejercer sus derechos y cumplir sus responsabilidades, e impulse las  relaciones sanas entre individuos, núcleos familiares y la comunidad, con la  finalidad de coadyuvar en la formación de ciudadanía, recomendó la experta.
 
 De  acuerdo con datos de UNICEF México, representación del Fondo de las Naciones  Unidas para Ayuda a la Infancia en el país, seis de cada 10 niños y  adolescentes han vivido directamente alguna forma de violencia en su casa o en  la escuela.
 
 Esto  alude a un problema cultural, causado por la falta de madurez de la población.  Por esta causa, las personas no asumen sus responsabilidades con el bienestar  de los menores ni cuentan con elementos para crear un ambiente de comunicación,  libertad y respeto, desde la casa hasta la vida social. “La mayoría vive al día  y acumula tensiones, que se expresan en los más indefensos”.
 
 Los  pequeños están desprotegidos ante el abuso. Al depender por completo de los  adultos que los rodean, se espera que éstos los guíen y eduquen con amor,  cariño, sensibilidad, atención y dedicación. Esto se complica por las  condiciones económicas del país, que exigen a ambos padres aportar al sustento  del hogar, lo que obliga a delegar el cuidado y educación en parientes o cuidadoras,  indicó.
 
 “Si  sus padres se ausentan, el niño pierde el sentido de autoridad. En la mayoría  de los casos, las personas a cargo no tienen el cariño, atención, dedicación y  sensibilidad para atenderlos adecuadamente”, dijo Solís.
 
 El  descuido de padre y madre repercute en la formación del pequeño, quien se  desarrollará sin el sentido de los límites para integrarse a la escuela y la  comunidad como un individuo tímido o extremadamente violento, expuso.
 
 Tipos de maltrato
 
 Solís  San Vicente definió al abuso como la utilización de la fuerza y el sometimiento  de la voluntad de una persona a otra. En el caso de los menores, la coerción y  violencia son absolutos, porque están indefensos.
 
 El  maltrato físico constituye su expresión más común y está vinculado con el  emocional. En México, se han establecido prácticas que pretenden instruirlos  mediante golpes, gritos e insultos, al no disponer de mecanismos de  comunicación o la capacidad para expresarse con amor y cariño.
 
 Por  estas costumbres, en nuestro territorio no se mide el maltrato físico. Los  hospitales no cuentan con un registro de los casos de menores que ingresan. En  Estados Unidos, esta información es nacional y existe todo un sistema a nivel  federal para garantizar el bienestar de los infantes, refirió.
 
 Además,  los adultos trasladan sus frustraciones y problemas personales a los niños. Al  presenciar escenas de violencia intrafamiliar, crecen en un ambiente de  inseguridad, en detrimento de su integridad emocional y formación personal,  acotó.
 
 También  padecen abuso verbal, al denigrarlos con apodos o asegurarles que “son tontos”,  “no sirven para nada”, o que por culpa suya, los padres tienen que trabajar,  entre otras injurias.
 “Les  dejan cicatrices emocionales, que repercuten en el desarrollo de la  personalidad, que se gesta en los dos primeros años de vida. A partir de esta  edad, los padres son responsables de respetarla, cultivarla y motivarla”.  De  lo contrario, en otras etapas de la vida serán introvertidos o violentos. Son  los infantes inseguros que sufren el maltrato de sus compañeros en la escuela y  presentan un rendimiento escolar mínimo y, en el polo opuesto, los que abusan  de los demás, al considerar a la violencia como algo normal. 
 Abuso sexual
 
 El  abuso sexual constituye la expresión más violenta del maltrato infantil. Además  de la penetración, alude a los tocamientos que, obligado por un adulto, realiza  el pequeño, sin conciencia del ejercicio de su sexualidad.
 Al  ser objeto de esta agresión, guardan silencio, pero expresan el temor por el  agresor con distintas manifestaciones: no controlan sus esfínteres, se aíslan  del núcleo familiar, se rehúsan a ser tocados o asistir a la escuela y a  relacionarse con otros niños, entre otros signos. “Los padres deben estar  atentos a estas señales, y observar con detenimiento el comportamiento”,  advirtió. 
 La  experta señaló que, generalmente, los pederastas provienen del mismo núcleo  familiar: tíos, primos y, en algunos casos, los mismos padres.
 Seguridad emocional  La  académica explicó que se incurre en negligencia al no otorgar a los infantes  seguridad alimentaria, social, económica, emocional, educativa y formativa. 
 En  el hogar, se les deben proporcionar recursos, valores y principios para su  desarrollo integral, que serán reforzados en la escuela. En consecuencia, la  sociedad se verá beneficiada.
 
 Un  niño seguro de sí mismo, será un joven autosuficiente y, por ende, un adulto  íntegro con metas claras en la vida, con elementos para ejercer una ciudadanía  responsable.
 
 Se  requieren programas educativos para fomentar en niños y jóvenes la importancia  de organizar un proyecto de vida con metas claras, que inculquen la relevancia  del ejercicio de la paternidad responsable y la importancia de conocer y  ejercer sus derechos, además de asumir responsabilidades, concluyó.
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