Por Teresa Gurza
SANTIAGO, CHILE, 3 de marzo de 2010.- . Entre una fuerte réplica del pasado terremoto, y un temblor nuevo sin nada que ver con el anterior porque el epicentro fue en Valparaíso, la presidenta de Chile Michelle Bachelet reconoció que la lista de muertos “seguirá aumentando porque el mar ha devuelto cuerpos y lo seguirá haciendo”.
Y es que conforme pasan las horas, se van descubriendo nuevos pueblos destruidos y más gente atrapada por el mar o que continúa en los cerros como en Lebú, donde el mar se retiró 300 metros y aún no vuelve.
O en Llo Lleo, donde los pescadores que perdieron 80 lanchas se refugiaron en lo alto y están pasando frío, hambre, angustia y miedo.
O en Curanipe, donde una niña de 12 años dormía en una casa de campaña cuando llegaron el terremoto y la ola que arrastró a sus padres, abuelos, hermanos y tíos, dejándola sola en el mundo.
A propósito de todo eso, Bachelet habló de la “hombría” de las Fuerzas Armadas, que hoy reconocieron que el sábado se equivocaron al negar la posibilidad de tsunamis, lo que impidió alertar a la población costera y causó cientos de muertos.
Un error que esta tarde se repitió, pero al revés; porque al cuarto para las tres, hora de Chile, doce cuarenta y cinco de la mañana de México, se registró una réplica de seis grados en Concepción, y contingentes de Carabineros y bomberos estacionados ahí, lugar del epicentro del terremoto del sábado, avisaron a la gente que se acercaba un tsumani.
Y según reportes de radio y televisión, ellos mismos empezaron a correr.
La oficina sobre sismos de Estados Unidos advirtió tres minutos después que no lo habría, pero las Fuerzas Armadas chilenas tardaron 45 minutos en confirmar la versión.
Mientras tanto en Santiago hay varios edificios a punto del desplome que tendrán que ser derribados.
Y en muchos de los lugares más afectados se empiezan a registrar infecciones y diarreas infantiles.
Todo entre la tristeza y el miedo; y en muchos casos también del abuso.
En Constitución, por ejemplo, los cadáveres de 87 personas son velados en el Estadio Municipal en tanto se excava una enorme fosa; pero en medio de esa terrible situación, los dueños de las funerarias subieron el precio de los ataúdes al doble.
En muchos estanquillos las hallullas, pan común, se venden en el equivalente a tres dólares la pieza, lo que agrava el panorama de los más pobres, que no alcanzaron a rayar ni a cobrar su quincena porque el terremoto fue en fin de semana y de mes.
Y ahora seguramente cientos de miles se quedarán sin empleo, porque se cayeron las empresas, cerraron negocios o y se amolaron las siembras, además de que muchos canales de regadío se hundieron, lo que pone en peligro cientos de miles de hectáreas de cultivo.
Y los listos de siempre, impulsados por el interés de la ganancia, han reaccionado con más presteza que las autoridades.
Los bancos pagan páginas en los diarios ofreciendo “paquetes de reconstrucción” a los que se quedaron sin nada o con poco; las acciones de las cementeras subieron entre un 60 y un 123 por ciento.
Y la aerolínea LAN, que en desplegado completo pide “comprensión” a sus clientes, no la tiene con ellos.
Y lo digo con conocimiento de causa, porque hice reserva de dos pasajes para ir a México el 26 de abril, y el lunes me llegó un correo electrónico para advertirme que por “la gran demanda” debía yo pagarlos antes de 12 horas, porque de otra forma los perdería.
Como aún no tengo ni teléfono ni internet, y ese lunes ni luz tenía, no me enteré del mail, así que nada pagué.
Pero aunque lo hubiera visto, ¿se imaginan que entre recoger escombros y vidrios rotos en mi casa, iba yo a tener tiempo y ganas de ir a Santiago por una carretera averiada a pagarles los boletos que ocuparé dentro de casi dos meses? |