Funeral de uno de los 42 supuestos criminales muertos durante un enfrentamiento
en Ocotlán, Jalisco, el 25 de mayo de 2015 (AFP Foto/Héctor Guerrero)
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Por Leticia PINEDA
VILLA PURIFICACIÓN, México, 27 de mayo de 2015 - Un imponente helicóptero del ejército mexicano tipo Cougar irrumpió rasante sobre las copas de los árboles que rodean la ranchería de Villa Vieja, en Jalisco (oeste), durante el amanecer del 1 de mayo. Conmocionados, sus cerca de 60 habitantes pasaron en minutos de la sorpresa al terror por la lluvia de balas que durante dos horas cayó inclemente sobre una planicie ubicada al pie de un pequeño cerro, a solo unos metros de sus viviendas, donde la aeronave se desplomó estallando en llamas.
“Algo se nos va a echar encima”, pensó Lola, una mujer canos, de unos cincuenta años, que se acababa de levantar cuando escuchó el ruido infernal.
Sentados en sillas de plástico en las entradas de sus casas, al día siguiente, los lugareños trataban de recuperarse del susto. Este caserío de apenas dos calles, en el que usualmente el escándalo proviene de pájaros y gallos, jamás había vivido una cosa así.
Dicen que todo comenzó cuando aún estaban a oscuras y una caravana de unas 10 camionetas pasó levantando la tierra del camino rural que atraviesa la ranchería. “Iban con las luces apagadas. Les tumbaron el avión porque no vieron lo que traían atrás", dice con voz bajita un campesino refiriéndose al lanzacohetes RPG que utilizaron elementos del cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), en la peor ofensiva antiaérea lanzada por el crimen organizado contra el ejército mexicano desde que inició en diciembre de 2006 la llamada guerra contra el narcotráfico.
Entre los vehículos, que iban cargados de hombres armados, había uno de los llamados monstruos. Era una camioneta negra adaptada por los propios narcotraficantes con un blindaje especial y una torreta para montar armamento pesado en la caja trasera.
“Levantaban bombazos los de abajo a los de arriba”, dijo otro de los pobladores que asegura que el helicóptero cayó en “picada”, se escuchó una explosión y “se levantó una humareda grande”.
Una vez que derribaron el helicóptero, los sicarios bajaron de las camionetas pertrechándose en la tupida maleza de la zona para tratar de rematar a los soldados caídos. Al menos dos helicópteros oficiales que venían detrás arremetieron con fuerza contra ellos desde arriba.
Desde Los Echalotes, una población un poco más grande ubicada a unos dos kilómetros de Villa Vieja, se “miraban las ráfagas desde arriba”, recuerda una joven que coincide con otros testimonios en que la refriega duró unas dos horas hasta que llegaron los refuerzos militares terrestres.
“Entonces empezaron a dejar huaches (soldados) allá en la loma, fue un corredero y disparos para todos lados”, añade otra persona que asegura que en el lugar quedó “un reguero de muertos y heridos”.
Al menos ocho camionetas de modelos recientes quedaron abandonadas en el lugar de la batalla, en el que los peritos trabajaban sin descanso protegidos por un férreo cerco militar.
En una camioneta blanca de lujo, que quedó completamente agujerada por las marcas de bala, se encontraron granadas y dos tipos de lanzacohetes RPG de fabricación rusa.
EX MILITARES EN LAS FILAS DELCARTEL
La batalla de Villa Vieja dejó 10 uniformados heridos y 18 muertos, entre ellos ocho militares y una mujer policía federal, además de nueve presuntos delincuentes, según el parte oficial.
El comisionado de Seguridad Nacional, Monte Alejandro Rubido, dijo que los integrantes del CJNG fueron los primeros en disparar.
En la camioneta blanca también hallaron uniformes negros tipo militar con un escudo que presenta un fusil y la leyenda “Fuerzas Especiales Alto Mando CJNG”.
Las autoridades sabían de la presencia de exmilitares entre las filas del cártel e incluso al menos uno de origen extranjero del que la fiscalía estatal tiene un amplio expediente, reveló unas semana antes Luis Carlos Nájera, el poderoso fiscal estatal, a quien le gusta rodearse de obras de arte.
Al entrar al despacho de este superpolicía, que ha transcendido a tres gobernadores de diferentes colores políticos de Jalisco, llama la atención una inquietante pintura del rostro de una mujer envuelto en tul plagado de moscas pegadas a la tela.
Como nunca antes, desde el 19 de marzo los policías de todos los niveles han sido atacados en Jalisco, un estado que representa la cuarta economía del país, la tierra del tequila y el mariachi y cuna de glorias nacionales como el escritor Juan Rulfo, el cineasta Guillermo del Toro, el futbolista Javier “Chicharito” Hernández y el cantante Vicente Fernández.
El CJNG ha hecho inversiones “interesantes de sus ingresos” en tecnología para la producción de sus propios fusiles tipos AR-15 y M-16, explica Nájera, quien recuerda que en octubre de 2014, la fiscalía desmanteló un taller en el que halló máquinas de tecnología sofisticada y un software para la fabricación de este armamento.
Pero también es donde dónde surgió, en la década de 1980, el primer cártel internacional de México, encabezado por los legendarios capos Rafael Caro Quintero (prófugo) y los ahora encarcelados, Ernesto Fonseca “Don Neto” y Miguel Ángel Félix Gallardo, cómplices en la tortura y muerte de Enrique “Kiki” Camarena, agente de la DEA.
Un oscuro episodio que, según analistas, marcó la narcotización de la agenda entre México y Estados Unidos.
El CJNG dio sus primeras muestras de brutalidad en 2011 dejando 35 cadáveres en una céntrica zona de Veracruz (este) cerca de una reunión de fiscales de todo el país. Su nueva ofensiva empezó en una colonia de los perímetros de Ocotlán, una ciudad de unos 100 mil habitantes ubicada a 83 kilómetros de la capital estatal, cuando un convoy de la Gendarmería nacional fue emboscado dejando 11 muertos, cinco de ellos gendarmes, tres sicarios y tres personas ajenas al enfrentamiento.
Unas semanas antes, los miembros del cartel habían rentado una casa blanca de dos pisos en ese barrio de clase media baja que funcionó como centro de operaciones para planear la emboscada.
El diablo anda suelto
A unos minutos de que dieran las 9 de la noche del 19 de marzo, Jorge Gerardo Herrera, un mecánico de 25 años, miró de reojo la movilización de una docena de camionetas mientras se encontraba agachado sobre el motor de un automóvil.
“El diablo anda suelto”, le dijo a su jefe antes de que empezara la balacera y de caer muerto por una bala perdida que la atravesó el pecho.
Los vecinos, que aún andaban en la calle, corrieron a resguardarse a sus casas y se tiraron al suelo para que nos les tocara una de las balas que dejaron cientos de marcas en las fachadas de las viviendas y vidrios rotos.
La refriega, que se desató cuando un joven armado se negó a obedecer la orden de los policías de detenerse e hizo detonaciones al aire, duró más de una hora, los hombres armados tiraban desde la casa rentada y desde las azoteas.
EL ATAQUE MAS MORTIFERO
La dueña de una tlapalería (ferretería) situada en una esquina que aún estaba abierta cuando todo inició, se escondió en el baño del negocio con su esposo y su pequeño hijo.
Uno de los sicarios se metió al local para, de ahí, seguir disparando. “Clarito se oía que en un radio daba instrucciones”, dijo la mujer.
Soldados mexicanos resguardan una propiedad en la que se refugiaron pistoleros durante un enfrentamiento en Vista Hermosa, La calle quedó sin luz y sin comunicación telefónica. Cuando terminaron los balazos, la noche transcurrió de manera muy agitada con personas corriendo por las azoteas de sus casas y una intensa movilización militar y policiaca que iba de casa en casa buscando a los hombres armados.
Se trata del ataque más mortífero sufrido por la Gendarmería desde que esta división de la Policía Federal fue lanzada por el presidente Enrique Peña Nieto el año pasado.
Las huellas y el olor a sangre quedaron impregnados en el asfalto y en las aceras, donde, entre otros, cayó muerto un adolescente que salía de hacer la tarea en la casa de un compañero.
Cuatro días después vino la revancha con el abatimiento de “El Gringo”, Heriberto Acevedo Cárdenas, uno de los líderes del cártel, quien cayó en Zacolaco, otro pueblo de Jalisco que está en la ruta hacia la costa del Pacífico donde este grupo criminal mantiene fuerte presencia.
Tras la muerte del capo cerraron comercios, incluidos los talleres de los famosos equipales, los típicos sillones artesanales de cuero y madera para casas de campo que se fabrican ahí.
Policías locales se enfrentaron con hombres armados en una finca en las afueras de este pueblo al que se llega bajando una pendiente rodeada de montañas bajas salpicadas de moradas jacarandas, donde El Gringo murió al tratar de huir en una camioneta que se volcó.
Fue “lo que más les dolió”, comentó el fiscal Nájera.
El cártel arreció la ofensiva con un ataque a mansalva siete días después contra Francisco Alejandro Osorio, comisionado Estatal de Seguridad, quien salió ileso de un atentado el 30 de abril cuando viajaba en un vehículo en las orillas del poblado de Río Blanco, en la zona metropolitana de Guadalajara.
Lo peor estaba por venir.
Un convoy de la Fuerza Única de Jalisco, que se dirigía de Puerto Vallarta hacia Guadalajara, también fue emboscado en el poblado de San Sebastián del Oeste.
Unos 50 hombres que habían estado aguardando desde hacía unos días en un campamento en la sierra se posicionaron en los dos costados de la carretera sobre unos acantilados de más de 20 metros de altura desde donde tenían una amplia visión.
Cuando el convoy de la policía estatal salía de la curva dispararon contra los policías, bloquearon la carretera con barricadas para evitar que llegaran los refuerzos y utilizaron explosivos y gasolina en el ataque, dejando 15 uniformados muertos y varios heridos.
En el lugar se encontraron indicios de que utilizaron armas sofisticadas como fusiles tipo Barrett, ametralladoras y granadas. Los hombres armados dejaron abandonado un campamento con comida, enseres y camas improvisadas.
Por si quedaba alguna duda, ese mismo día el jefe de la policía de Zacoalco, donde El Gringo murió, fue asesinado en un negocio de lavado de coches de su propiedad, ubicado a unos pasos de la casa a la que había llegado a vivir hacía poco tiempo con su esposa.
Oficiales de la Policía Federal acuden para reforzar la seguridad en Guadalajara, el 14 de abril de 2015 (AFP Foto/Héctor Guerrero)
“Le enterraron un cuchillo en el corazón para dejarle un papel escrito” en el que los agresores anunciaban que irían por más uniformados, dijo una vecina que oyó cuando entraban al negocio para matarlo.
Un policía de Zacoalco se ríe nervioso cuando se le pregunta cómo están las cosas, “pos mire” responde volteando hacia el moño negro que cuelga en la puerta de la presidencia municipal.
Bloqueos e incendios
La carretera que pasa cerca de Zacoalco lleva a Autlán, que, además de ser la tierra que vio nacer al gran músico Carlos Santana, es uno de los bastiones del Cartel Jalisco Nueva Generación.
El olor a llantas y fierros quemados permanecía el 2 de mayo en esta carretera, rodeada de una tupida vegetación, en la que carrocerías calcinadas de camiones encendidos quedaron abandonadas. Muchos vacacionistas de Guadalajara que conducían hacia la playa en ese fin de semana largo pasaban mirando temerosos y sorprendidos.
Tras la caída del helicóptero Cougar, la dirigencia del CJNG, con presencia en nueve estados, entre ellos Ciudad de México, desplegó una andanada de bloqueos vehiculares e incendios en Guadalajara, la segunda ciudad más grande del país, y en al menos 25 municipios de Jalisco, así como en Michoacán, Guanajuato, Colima y Nayarit.
“Este es un pueblo muy tranquilo, jamás, nunca antes pasó nada”, dijo el dueño de tienda de sombreros situada frente a una sucursal de Banamex que también fue incendiada.
Autlán, de más de 80.000 habitantes, es una de las ciudades de esa región cercana a la costa en las que el cártel ha establecido bases logísticas de las rutas de trasiego, especialmente de drogas sintéticas, hacia el puerto de Manzanillo.
“Hay un reacomodo de esta organización criminal con una gran complicidad del estado que los ha dejado crecer y cuando surge una disputa nosotros quedamos en medio”, señala de su lado Humberto Casian, un político local de izquierda que cree que las autoridades de esta región han decidido quitarle el apoyo a este grupo para dárselo al cártel de Sinaloa.
Según las autoridades el bastión de Nemesio Oseguera “El Mencho”, líder del CJNG, es Villa Purificación, un pintoresco pueblo ubicado sobre la misma ruta y cercano a hermosas playas de pescadores, las predilectas de canadienses jubilados, pero también al importante puerto de Manzanillo, clave para la importación de precursores químicos para la fabricación de drogas sintéticas y el envío de estas sustancias otros países.
VILLA PURIFICACION
Una mansión de exquisitos colores estilo americano sobresale entre los pequeños ranchos que hay en la entrada de la comunidad. En la plaza principal del pueblo destaca el amarillo de la imponente iglesia de Villa Purificación, recientemente remodelada y con un cielo azul brillante como telón de fondo.
Frente al palacio municipal de un rojo ladrillo, luego de los ataques quedaron estacionadas patrullas nuevas y taxis último modelo. La poca gente que estaba en la calle prefería no hablar de lo que pasó.
Como a 10 minutos de ahí, camino a Villa Vieja, había que pasar frente a camionetas paradas desde las cuales algunas personas grababan con sus celulares todos los vehículos que circulaban por esa carretera, incluidos los militares.
Una columna de humo quedó a la vista de los pobladores de Villa Purificación por el incendio forestal provocado con la lumbre del helicóptero caído, que se propagó en el cerro de Villa Vieja, donde la presencia militar crecía al paso de los días.
Momentos de tensión invadían a todo aquel que se acercaba lentamente en automóvil por el camino rural que atraviesa Villa Vieja, para tratar de llegar a la zona del desastre.
Con el dedo en el gatillo y abrazados a su arma, los militares saltaban al camino preparados para disparar a la menor provocación. Tal parecía que la batalla apenas comenzaba.
Leticia Pineda es corresponsal de AFP en México
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